He estado leyéndole a Ana, los
sufrimientos, que durante la Guerra Civil, pasó en Lérida y en Tarrasa, su
madre, Doña Carmen, que ya está en los ochenta y cinco años de edad y que me ha
contado, durante estos días, con gran sentido del humor, en las termas de
Comarruga. Ana, que es hija de Doña
Carmen y que había venido a buscarla, desde Lérida, me ha cortado para aclararme la idea que me
había formado, sobre las aventuras de su madre. Y me ha dicho, al leerle la
marcha de las dos niñas de catorce y de doce años, sobre los peldaños por los
que se subían a los vagones del tren, contándome a su vez, que su madre también subía a los
vagones de mercancías y abría sus compuertas y rajaba los sacos de carbón o de
alimentos, para que la gente necesitada, pudiera recoger carbón para calentarse,
y habas o habichuelas, para poder comer. ¡Dios mío!, esta Ana, mucho más joven
que las personas mayores que acudimos a las Termas de Comarruga, también tiene
conocimientos sobre lo que pasó el pueblo en esa Guerra Civil. Pero ella piensa
y reflexiona sobre la actitud
humanitaria de su madre y te abre el pensamiento sobre el papel
protector de la mujer hacia sus hijos, hacia su esposo y no sólo hacia ellos, sino
hacia toda la sociedad, como deduce de
la labor distribuidora de calor
para las cocinas y para las estufas, y de calorías para los cuerpos. Actuó
su madre abriendo las puertas de los vagones y rajando los sacos; estaban
abriendo y repartiendo amor a sus
prójimos. Pero la mujer, al acabar periodos oscuros, abre sus pensamientos
libremente para repartir la felicidad entre los espíritus de los hombres, como
se ve claramente en el comportamiento de Ana, con los hombres y mujeres, que
acuden a lavar sus cuerpos con las aguas medicinales de Camarruga. A todos los escucha, a todos les hace caso y
procura distraerlos en las sesiones de
baile, en las que ella misma baila con soltura y con una gracia, que llena de
alegría los corazones de los, que hoy día, renuevan su vida con el baile; no
como antes cuando tenían que ir a
buscarse el pan de cada día.
Lleva a sus “protegidos” a la
Vil-la de Pau Casals, donde les hace gozar del arte, les recuerda aquellos ya
viejos cuartos de baño, que a mí me producen tristeza, pero casi todos, el ver
la bañera y los grifos de Paul Casals, les alegra los corazones y les da
esperanza de un futuro grato. Un futuro del que hablaba Pau con “el lenguaje
universal” de la música del violonchelo. Pero Ana no sólo goza con los bosques,
los pájaros cantando, sino que me ha hecho reflexionar sobre la actitud de
varias mujeres, durante su larga vida, que calladas y con humildad, hicieron que Pau Casals fuera
como un rey del violonchelo, y al mismo tiempo acogido por los reyes y
políticos del mundo.
Estoy convencido de la
inteligencia de Ana, que pensando libremente, llega a la conclusión de llamarse
a sí misma, la “librepensadora”.Pero su pensamiento no le da un aspecto de
mujer sabia y retraída en sus reflexiones, sino que siempre está acompañada por
una actitud sonriente, acogedora e incluso bailadora y es que es una fémina, es
una dama moderna y eterna.
Parece ser Ana, una explicación
de la oración bíblica, que así reza :”Envía, Señor , tu Espíritu y todas las
cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra. Es como si su espíritu o
su inteligencia estuviera todo el día, buscando la creación del bienestar de
los cuerpos de las personas mayores y el arte para sus corazones, Así ella
busca la renovación de la faz de la Tierra.
Yo, Ignacio Almudévar, veo a Ana, como una figura
librepensadora y aristocrática, al mismo tiempo, pero un hijo suyo, la ve como
una “hippi aristocrática”. Es joven el muchacho y tiene razón en llamar a su
madre, la “hippi” en inglés, porque cuando baila en la sala con la nariz roja
de un payaso, como tal se identifica.
Si, pero su aspecto es
aristocrático, por su elegancia y por sus reflexiones de una mujer
“librepensadora”.
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