domingo, 16 de agosto de 2020

Ana, la “libre pensadora” o la “hippi” aristocrática.


                                
                 
He estado leyéndole a Ana, los sufrimientos, que durante la Guerra Civil, pasó en Lérida y en Tarrasa, su madre, Doña Carmen, que ya está en los ochenta y cinco años de edad y que me ha contado, durante estos días, con gran sentido del humor, en las termas de Comarruga.  Ana, que es hija de Doña Carmen y que había venido a buscarla,  desde Lérida,  me ha cortado para aclararme la idea que me había formado, sobre las aventuras de su madre. Y me ha dicho, al leerle la marcha de las dos niñas de catorce y de doce años, sobre los peldaños por los que se subían a los vagones del tren, contándome  a su vez, que su madre también subía a los vagones de mercancías y abría sus compuertas y rajaba los sacos de carbón o de alimentos, para que la gente necesitada, pudiera recoger carbón para calentarse, y habas o habichuelas, para poder comer. ¡Dios mío!, esta Ana, mucho más joven que las personas mayores que acudimos a las Termas de Comarruga, también tiene conocimientos sobre lo que pasó el pueblo en esa Guerra Civil. Pero ella piensa y reflexiona sobre la actitud  humanitaria de su madre y te abre el pensamiento sobre el papel protector de la mujer hacia sus hijos, hacia su esposo y no sólo hacia ellos, sino hacia toda la sociedad, como deduce de  la labor distribuidora de calor  para las cocinas y para las estufas, y de calorías para los cuerpos. Actuó su madre abriendo las puertas de los vagones y rajando los sacos; estaban abriendo y repartiendo  amor a sus prójimos. Pero la mujer, al acabar periodos oscuros, abre sus pensamientos libremente para repartir la felicidad entre los espíritus de los hombres, como se ve claramente en el comportamiento de Ana, con los hombres y mujeres, que acuden a lavar sus cuerpos con las aguas medicinales de Camarruga.  A todos los escucha, a todos les hace caso y procura distraerlos en las  sesiones de baile, en las que ella misma baila con soltura y con una gracia, que llena de alegría los corazones de los, que hoy día, renuevan su vida con el baile; no como antes  cuando tenían que ir a buscarse el pan de cada día.
Lleva a sus “protegidos” a la Vil-la de Pau Casals, donde les hace gozar del arte, les recuerda aquellos ya viejos cuartos de baño, que a mí me producen tristeza, pero casi todos, el ver la bañera y los grifos de Paul Casals, les alegra los corazones y les da esperanza de un futuro grato. Un futuro del que hablaba Pau con “el lenguaje universal” de la música del violonchelo. Pero Ana no sólo goza con los bosques, los pájaros cantando, sino que me ha hecho reflexionar sobre la actitud de varias mujeres, durante su larga vida, que calladas  y con humildad, hicieron que Pau Casals fuera como un rey del violonchelo, y al mismo tiempo acogido por los reyes y políticos del mundo.
Estoy convencido de la inteligencia de Ana, que pensando libremente, llega a la conclusión de llamarse a sí misma, la “librepensadora”.Pero su pensamiento no le da un aspecto de mujer sabia y retraída en sus reflexiones, sino que siempre está acompañada por una actitud sonriente, acogedora e incluso bailadora y es que es una fémina, es una dama moderna y eterna.
Parece ser Ana, una explicación de la oración bíblica, que así reza :”Envía, Señor , tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra. Es como si su espíritu o su inteligencia estuviera todo el día, buscando la creación del bienestar de los cuerpos de las personas mayores y el arte para sus corazones, Así ella busca la renovación de la faz de la Tierra.
Yo,  Ignacio Almudévar, veo a Ana, como una figura librepensadora y aristocrática, al mismo tiempo, pero un hijo suyo, la ve como una “hippi aristocrática”. Es joven el muchacho y tiene razón en llamar a su madre, la “hippi” en inglés, porque cuando baila en la sala con la nariz roja de un payaso, como tal se identifica.
Si, pero su aspecto es aristocrático, por su elegancia y por sus reflexiones de una mujer “librepensadora”.

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