domingo, 30 de agosto de 2020

El ocaso en San Jorge.-(De mi libro Claroscuros)



Mi tía Luisa, Penélope para los leñadores, aseguraba que, según opinión de Zuloaga, las puestas de sol del Cerro de San Jorge eran las más bellas en variedad de color o de toda España. No tengo noticia de que llegara a conocer a tan eximio pintor; tal vez escuchara  esa opinión de boca de don Manuel Bescós Almudévar( Silvio Kosti), pintor además de escritor y rico en relaciones humanas de todo tipo.
De todas formas, no creo que se sacase la opinión de la manga, pues las mangas, por sí solas, constituían en aquellos tiempos una cuestión de moral conflictiva y que hacía que las pobres modistas unas veces tiraran de ellas hacia arriba y otras hacia abajo. En aquellos tiempos la moral se calibraba, se ponderaba escrupulosamente, y por tanto, el dejar al descubierto unos centímetros más o menos de tejido epitelial de las extremidades superiores constituía materia de consulta en el confesionario.
En cuanto al tejido epitelial de las extremidades inferiores, más vale no menearlo, porque mi tía se levantaría de su tumba para amenazarme como a los leñadores que talaban los populares y copudos árboles de la carretera de Zaragoza. De esta anécdota le vino que un sobrino la llamara Penélope por mal nombre; si se mete uno a redentor, sale crucificado.
¡Pobre tía Luisa!. Tenía una borrachera de belleza ambiental, a la puesta del Sol refulgente, se unía la frondosidad de aquellos enormes árboles y, sobre ellos, el ”triunfo de los pavos reales”, que con su rueda erótica, competían en color con el ocaso. Los pavos reales fueron uno a uno, aplastados por el tránsito en aumento de los vehículos de motor; los enormes árboles, cuya tala no pudo evitar mi tía, cayeron estruendosos, víctimas de la sierra, también de motor. En cambio su prima María Cruz Bescós consiguió que se respetase el plátano de Indias gigante que aún alza su ramaje frente a la puerta de su casa.
El ocaso sigue cada día teniendo lugar, y seguirá mientras exista el Sol, pero su colorido espectacular y cambiante se ve oscurecido y como emborronado por el humo que vomitan las altas y negras chimeneas que por aquella zona proliferan. Me queda el consuelo que tantas veces, y en plan irónico, se aplican las gantes entre ellas; ¡Ya vendrá el verano para que no se eleven esos humos negros que velan la hermosura de nuestras puestas de Sol en el Cerro de San Jorge!. Las más bellas de España.

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