Mi tía Luisa, Penélope para los
leñadores, aseguraba que, según opinión de Zuloaga, las puestas de sol del
Cerro de San Jorge eran las más bellas en variedad de color o de toda España. No
tengo noticia de que llegara a conocer a tan eximio pintor; tal vez escuchara esa opinión de boca de don Manuel Bescós
Almudévar( Silvio Kosti), pintor además de escritor y rico en relaciones
humanas de todo tipo.
De todas formas, no creo que se
sacase la opinión de la manga, pues las mangas, por sí solas, constituían en
aquellos tiempos una cuestión de moral conflictiva y que hacía que las pobres
modistas unas veces tiraran de ellas hacia arriba y otras hacia abajo. En
aquellos tiempos la moral se calibraba, se ponderaba escrupulosamente, y por
tanto, el dejar al descubierto unos centímetros más o menos de tejido epitelial
de las extremidades superiores constituía materia de consulta en el
confesionario.
En cuanto al tejido epitelial de
las extremidades inferiores, más vale no menearlo, porque mi tía se levantaría
de su tumba para amenazarme como a los leñadores que talaban los populares y
copudos árboles de la carretera de Zaragoza. De esta anécdota le vino que un
sobrino la llamara Penélope por mal nombre; si se mete uno a redentor, sale
crucificado.
¡Pobre tía Luisa!. Tenía una
borrachera de belleza ambiental, a la puesta del Sol refulgente, se unía la
frondosidad de aquellos enormes árboles y, sobre ellos, el ”triunfo de los
pavos reales”, que con su rueda erótica, competían en color con el ocaso. Los
pavos reales fueron uno a uno, aplastados por el tránsito en aumento de los
vehículos de motor; los enormes árboles, cuya tala no pudo evitar mi tía, cayeron
estruendosos, víctimas de la sierra, también de motor. En cambio su prima María
Cruz Bescós consiguió que se respetase el plátano de Indias gigante que aún
alza su ramaje frente a la puerta de su casa.
El ocaso sigue cada día teniendo
lugar, y seguirá mientras exista el Sol, pero su colorido espectacular y
cambiante se ve oscurecido y como emborronado por el humo que vomitan las altas
y negras chimeneas que por aquella zona proliferan. Me queda el consuelo que
tantas veces, y en plan irónico, se aplican las gantes entre ellas; ¡Ya vendrá
el verano para que no se eleven esos humos negros que velan la hermosura de
nuestras puestas de Sol en el Cerro de San Jorge!. Las más bellas de España.
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