Este mes de Junio del año 2010, he
visitado un gran almacén de comercio de
materiales eléctricos. Su fundador me reconoció rápidamente y yo me alegré al
identificar a dicho señor, que conocí sencillamente cuando era un muchacho
joven. No me extraña que haya llegado a extender la energía eléctrica, obra de Dios, como hemos visto
tantas veces al sorprendernos el brillo de los rayos en las tormentas, que se daban en verano. Hombres como éste,
hacen falta en la sociedad actual, para que todos tengan trabajo y les llegue
“el pan nuestro de cada día”.En la provincia de Huesca ha habido siempre kmuchos
hombres y mujeres, que han influido en la religión, en la sabiduría, en la
literatura, en la medicina, en la agricultura y en la ingeniería. Aquí, en
estos momentos, me encuentro con un hombre, que con su sonrisa ilumina a los
que con él se encuentran, en su espíritu
y en su vida diaria, como ocurre con la energía eléctrica, que también
mueve las cocinas, las lavadoras, las máquinas industriales y que ahora
interviene en el problema del petróleo, haciendo que los automóviles circulen, movidos por la electricidad. Ente esos hombres
se encuentran San Lorenzo y San Vicente, Miguel Servet, San José de Calasanz, el
escritor Llanas, Ramón y Cajal, Costa, y en estos momentos trabajan para el
pueblo Arenas, Carlos López Otín, Barluenga y tantos otros. Entre las mujeres, no
puedo olvidar a la poetisa Ana María Abarca de Bolea, tía del Conde de Aranda. Pero
ahora, los jóvenes necesitan guías, que
los iluminen y despierten en ellos el deseo del trabajo, de la prudencia y del
buen obrar.
Antes, en el Seminario de Huesca, llegaron a
estudiar dos mil setecientos seminaristas, desde 1951 a 1970. Estos eran “hijos
de hombres de bien, de buena habilidad y bien inclinados” y luego instruidos y
dirigidos por aquellos sacerdotes, que desgraciadamente
van desapareciendo de nuestra vida. No sólo estudiaban, sino que los jueves y los sábados, iban a las
cabañeras de Apiés, a jugar al fútbol y allí iban andando y volvían al
seminario, corriendo. Iban también al
río Isuela, cerca de la Ermita de Santa Lucía y de
las fuentes de Marcelo y Jara. Entonces aquellos ríos y fuentes eran de aguas
limpias, no como ahora, que están contaminados. En aquellas fuentes saciaban su
sed, que les daban vida y ánimos para trabajar en sus estudios y en sus
diversiones.
Entre las normas para seleccionar
seminaristas, estaban las palabras de San Alfonso María de Liborio, que dijo:
“mejor pocos y buenos que muchos y malos e inútiles”.
En el Seminario se organizaban
veladas artísticas, musicales, actos de magia e ilusión y sobre todo el canto
musical. Hacían excursiones, como peregrinaciones a la Virgen del Viñedo, a
Siétamo, a Bellestar, pero “corriendo”,
no caminando lentamente. Se levantaban todos los días a las seis y media de la
mañana y se acostaban a las diez de la noche, lo que formaba sus cuerpos en la
disciplina y en la grandeza de su espíritu.
Varios de estos antiguos
seminaristas no han podido olvidar sus años de formación y decidieron publicar
un libro, que relata la verdad de algunas historias y anécdotas de la vida
vivida en el Seminario.
Este libro no se ha publicado, pero
en estos momentos de crisis moral y económica, serían un ejemplo a seguir por
los jóvenes actuales, para que este país no cayera en la indisciplina, la droga,
la corrupción y en el abandono de la
moral y del trabajo, que traen la
injusticia entre los hombres.
Ese libro demuestra que “la
filosofía es útil en tanto mantenga una innovación de las imágenes
fundamentales que ilumina el sistema social”. Esto lo escribe Arias de la Canal , pero lo han
practicado los ex seminaristas, que con el dueño del gran almacén de productos
eléctricos, escribieron el libro sin publicar, después de varios años de estudiar
filosofía y que él me mostró con el nostálgico recuerdo
de su vida de seminarista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario