Cuando iba a la escuela repetía,
cantarinamente y a coro, con mis condiscípulos: “ Las lagunas de España son:
Gallocanta en Zaragoza; de Ruidera en Albacete y Mar Menor en Murcia”. En el
Alto- Aragón siempre nos hemos acordado de lo ajeno y hemos olvidado lo
nuestro. ¿Por qué no nos citaban la Laguna de Sariñena?. No tenían visión de
futuro, No se daban cuenta de que nuestra laguna iba a ser más cantada que la
de Gallocanta, pero no por gallos sino, sino por ecólogos, zoólogos y políticos
de indudable buena voluntad. Estos señores, llevados por un exceso se
han constituído en redentores de Sariñena, sin contar con la
opinión de esta villa, que hace mucho tiempo que sabe lo que le conviene. Han
hecho más “ruiedera” con la laguna de Sariñena con la que sólo hace ruido de
nombre en Albacete. Y tienen intención de convertirla no en Mar Menor,sino en
un pequeño océano, con su Atlántida sumergida , que sería Sariñena. Esta
siempre ha amado a su laguna; convivieron en armonía ecológica durante siglos,
pero un día así como el reloj del abuelo, de tan viejo se paró, y la higuera,
del mismo mal, se secó,el alcanduz de
tan antiguo, se “esclachó”. Este sobradero o aliviadero daba paso a las aguas
sobrantes y aliviaba de residuos la laguna.
Fue todo así de sencillo y nadie
de Sariñena ha descubierto que los patos, al elevar el vuelo tuvieran cuatro patas.
Ha venido la confusión, pues algunos han equivocado las patas de andar y, en
este caso, también de nadar, con las posiblemente numerosas patas, esposas de
los patos.
Al cegarse la salida de cerámica
vieja de las aguas, éstas empezaron a extender sus dominios salir con intención
de meter a Sariñena en la laguna, como ocurre con la ciudad de Méjico. Y al son
de las aguas, un romántico ecólogo, no sé si patoso, pero sí amante de los
patos, cantaba: “¡ Guatizalema en un
llano, Sariñena en una laguana, me he de comer…,me he de comer a esa tuna!”.
Sariñena que es muy tuna, pero no tunante, se defiende aunque le cueste la
vida. Porque es suya. Si no lo hiciera, en lugar de hablar de la laguna de
Sariñena, se hablaría de Sariñena bajo el lago.
A las gentes de Sariñena no las
confunden así como así, pues tienen las ideas claras. Ellos aman su laguna
porque es suya y les gusta ver a los ánades nadar tan ágilmente como torpemente
andan con su plumaje irisado. También les gusta observar los nidos, con huevos
pintados, de las polletas de agua, y de entre sus idos puede salir un ecólogo, acostumbrado
a tanta belleza.
De la misma manera que “si cantan
os porpuz, cal quitase o capuz”; si las aguas de la laguna huelen a “carnuz” es
preciso darles salida por el alcanduz. Este es el problema: que arreglen el
desagüe, y si se resuelve esto convivirán hombres y aves juntamente. En lugar
de discutir, que le hagan caso al profeta del Alto Aragón, Joaquín Costa,
poniendo en riego a todos los Monegros. Estos se llenarán de pequeñas lagunas,
que serán un paraíso para aves, para ecologistas y para todos los aragoneses.
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