Yo tengo el libro Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Becquer, editado el año de 1.949, que compré unos tres años más tarde. Su lectura me ha acompañado toda mi vida y hoy, lo abro una nueva vez, para acordarme de las golondrinas que anidan en la Ermita de la Sierra de Guara, que me llenan de emoción cuando subo a Castilsabás, que parecen una copia de las que, como escribe Becquer : “Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar”. Nació el año 1.836 en Sevilla y murió en 1.870 en Madrid. Quedó huérfano a sus diez años y se hizo cargo de él y de su hermano Valeriano, una tía de ambos.
Bécquer
lo veía todo desde la “Poesía”, porque su mente espiritual, creía que el origen
primero de la existencia, no podemos contemplarlo desde aquí abajo, con la
vista, sino con la nombrada “Poesía”. Además
no comprendía como la Revolución francesa, trató de negar la existencia de
Dios, creyendo a la mente humana como una potencia capaz de desterrar a Dios de
la Creación, para practicar la idolatría de su constante y luctuoso progreso,
con las cabezas de los ciudadanos, arrastradas por el suelo.
En
1.854 Gustavo Adolfo marchó a Madrid, y su hermano Valeriano se trasladó a
vivir con su hermano, lo que les hizo vivir con alegría y entusiasmo. Vivían el
uno para el otro, de tal forma que Adolfo le hizo un retrato a Gustavo, que se
conserva en Sevilla, en el Museo de Bellas Artes.
Enfermó
de tuberculosis y se desplazó a ser tratado de tal enfermedad, en el Monasterio
de Veruela, acompañado por su hermano Valeriano.
En
cierta ocasión, los veterinarios que habíamos sacado el título en Zaragoza,
fuimos de excursión al Monasterio de Veruela, en las laderas del Moncayo y
recordamos las figuras de los hermanos Bécquer, que vivieron esperando la
muerte en aquel ambiente religioso de aquel Monasterio. Allí se conservan
recuerdos de las habitaciones que ocuparon y que les hicieron meditar sobre su
poesía espiritual. Uno se sentía como anonadado por el volumen inmenso de
aquella iglesia, enorme como una catedral, donde Gustavo Adolfo Bécquer,
soñaría con un mundo celestial y enorme. Becker se encontraba nostálgico de la
Edad Media cristiana y estaba absorto de que la Revolución francesa hubiera destronado
a Dios para idolatrar el progreso. Entonces se puso a escribir un primer tomo
de la Historia de los templos de España, con dibujos de su hermano. Escribió “
El amor es poesía: la religión es amor”. Sus rimas soñaban con un amor
infinito.
No
podía Gustavo Adolfo Bécquer olvidarse de aquellos lugares sagrados, como el
Monasterio de Veruela y cuando escribe sobre él, se expresa así : ”Cuando el
Moncayo se cubre de nieve, los lobos, arrojados de sus guaridas, bajan en
rebaños por su falda, y más de una vez los hemos oído aullar en horroroso
concierto , no sólo en los alrededores de la fuente, sino en la mismas calles
del lugar; pero no son sólo los lobos los huéspedes más terribles del Moncayo.
En sus profundas simas, en sus cumbres solitarias y ásperas, en su hueco seno, viven
unos espíritus diabólicos, que durante la noche bajan por sus vertientes como
un enjambre, y prueban el vacío y hormiguean en la llanura”. Bécquer en aquella
montaña cubierta de nieve en el invierno, esperando que se curase su enfermedad,
en aquellas noches invernales, se acordaba de lobos y de espíritus diabólicos.
El gran escritor estaba enfermo en aquel Sanatorio del Moncayo, en cambio doña
Ana Francisca de Bolea, deseaba el progreso de las monjas del Convento de
Casbas, en 1.679, escribió una narración titulada “Vigilia y Octavario de San Juan Bautista”. Es esta obra una de las
últimas novelas pastoriles de la literatura española.
Mi
amigo Santiago, que ha participado en excursiones por los terrenos de la
Montaña sagrada, se acuerda de la ermita de nuestra Señora del Moncayo y confía
en el amor que esa Virgen inspiró en las mozas que acudían a visitarla. Gustavo
Adolfo Bécquer y su hermano, desde el Monasterio que con su hermano habitaban,
esperando del Señor que le librara de su enfermedad, escuchaba a los lobos que
vivían por aquellas enormes alturas de la Montaña del Moncayo.
Pero
se salía en el verano de aquel ambiente oscuro, porque en esta estación
atmosférica, a veces se ve el Moncayo desde Siétamo.
Y
por dicha estación suben tropas militares que hacen recorridos por esta Montaña
histórica, en qué la sobrina
del Conde de Aranda, convirtió en Teatro, su “Vigilia
y Octavario de San Juan Bautista” (1679). Y esta obra fue representada en la
pradera de la ermita y Doña Ana
Francisca de Bolea , quiso dar una corrección de la humanidad, haciendo que
festejaran los nobles , montados a caballo con las mozas sencillas que cuidaban
las vacas en el Moncayo. Ella quería buscar una corrección social, haciendo que
el matrimonio se celebrase entre ricos caballeros y hermosas y trabajadoras
mozas.
El
Moncayo fue el púlpito desde el cual Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano,
unidos a Ana María Abarca de Bolea, dieron su opinión a los españoles de que ambos
buscaban el orden de la Sociedad, pues los revolucionarios buscaban otra
sociedad, que tanto le cuesta arreglar el bien de la misma.
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