He viajado muchas veces por
Puente la Reina de Jaca y me ha llamado siempre la atención el hecho de ver a
los coches pasando por encima de dicho puente y por debajo el agua del río Aragón,
unas veces tranquila y otras como si quisiera salirse del cauce para inundar
las riberas.
Siempre que paso por este puente me acuerdo de cuando visité el pueblo
de Puente la Reina, de Navarra, ya hace unos años, que dejó en mí una
impresión, que nunca he podido olvidar. Tiene este pueblo de Gades, asimilado
también, el nombre de Puente la Reina, porque se queda uno impresionado de ver
un largo puente de piedras de sillería, picadas en el siglo XII , sobre el
cual pasaron en otros tiempos peregrinos
que venían de Francia y que soñaban con venerar a Santiago Apostol. Siguen pasando cada día nuevos peregrinos y en
una piedra, que se encuentra a la entrada del puente, viniendo de la Calle
Mayor de Gades, algún hombre de buen corazón, picó en la piedra, una hucha en
la que la gente caritativa echaba monedas, que recogían los peregrinos. En el
otro lado se queda uno admirado al ver dibujados carlistas a caballo, que
corrían por el puente para entrar en Pamplona para conquistarla en alguna de
esas viejas guerras. Hemos pasado con mi yerno Santiago por el puente y mirando
hacia abajo, se veían caudalosas las aguas del río Arga.
No hemos querido seguir adelante
nuestro viaje, sino que hemos recorrido la Calle Mayor que viniendo del Este,
sale al puente por el Oeste. ¡Qué calle!, con justicia recibe el nombre de
Mayor, no sólo por su prolongada
longitud, sino por las construcciones que se sientan a sus dos lados. Toda ella
está luciendo conventos, iglesias, palacios antiguos y casas solariegas, muchas
de ellas con escudos y no faltan bares ni tiendas, donde los turistas se echan un trago o los
peregrinos que acuden a Santiago de Compostela, se alimentan con bocadillos o
frutas que por esa calle van comprando.
Nos ha llamado la atención una
enorme iglesia, que por su tamaño podía ser una catedral. Se trata de la
iglesia de Santiago, toda cercada con
enormes rejas y frente a ella hay un convento abandonado. Pero sin embargo los
fieles no abandonan la iglesia, donde constantemente van entrando a rezar, en primer lugar a Santiago y después
a la Virgen del Carmen que preside un altar barroco. ¡Qué atractivo es venerar
todos los santos de los altares, pero resulta imposible no meditar sobre los cientos de tumbas que se reparten por el
suelo del templo, cubiertas por tablas
de madera, que unas con otras forman un
suelo caliente para los cuerpos y para las almas!.
Sentadas en bancos de piedra ya
muy próximos al comienzo del puente, se encuentran vecinos de Puente la Reina y
del puente de las aguas del río Arga, que viven día y noche
ése peregrinar de los peregrinos a Santiago de Compostela. Pero uno se
da cuenta de que también se convierten ellos en peregrinos, que no caminan.
Pero que se van llenando cada día del amor a Santiago de Compostela, a sus
peregrinos y a todos los hombres y mujeres.
Hoy, día siete de Octubre, con el peregrino eterno,
que vive al lado del Puente, es decir
Agustín Aldaz, nos hemos puesto a conversar y ha acabado haciéndonos entrar en un salón, en el que de vez en cuando se reúne con algún
amigo a merendar, recordando siempre a
Santiago. Nos ha hecho entrar en una habitación, donde divierte además de su
cuerpo, entre conversaciones, tragos y meriendas, su espíritu de peregrino eterno. ¿Cómo crea
esta situación de sentimientos peregrinos, de llenar de obras de arte las
paredes del pequeño salón y de compartir con los que pasan el puente, en este
caso mi yerno Santiago e Ignacio, yo mismo, el punto culminante de pasar el río
Arga, por el antiguo y bello Puente de la Reina?. Sencillamente porque Agustín Aldaz, acompañado de su esposa
Marichu Echarte, ha trabajado toda su vida de carpintero “ a las orillas del Arga y en su pecho
repetía, ¡qué hermosa tierra es mi Navarra!. Y con esos pensamientos no podía
hacer otra cosa, que con su conocimiento de la madera, tallar una figura de
Santiago Apóstol, un escudo con las Cadenas de Navarra, rodeados del escudo de
su familia Aldaz y el de la de esposa Echarte. Encima de una bella y enorme
mesa, colgado en la pared, lucía esplendoroso el Puente de la Reina, tallado en
noble madera. Por las distintas paredes de la sala, completaban su corazón de alegría, escenas de las vaquillas que en
Puente la Reina, sueltan para las Fiestas por la Calle Mayor. Hay una
fotografía, que no sé si en ella se encuentra Agustín, con dos amigos y montado
sobre tres caballos, dentro del río Arga.
Agustín, te voy a mandar un
escrito para que tú y yo, participemos de la felicidad de vivir en Puente la
Reina, yo durante poco tiempo, pero tú,
has vivido eternamente al lado de las aguas del río Arga.
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