jueves, 21 de enero de 2021

Urbs victrix

  


En cierta ocasión, dos señores, ya jubilados, estaban hablando de lo bien que lo pasaban y uno de ellos, para acabar su tertulia exclamó: ¡vivimos muy bien pero esta situación debería durar, por lo menos, veinticinco años!. Es de suponer  que este acontecimiento tuvo su acontecer en una época reciente, cuando se puso en movimiento el cobro de los jubilados, y dos de éstos más o menos felices señores, según la cantidad que les quedara, hablando de su dichosa situación, acabaron con el problema que la vida nos trae a los hombres al presentarnos su fin.  La jubilación, normalmente,  tiene lugar a los sesenta y cinco o setenta años, a los que añadiendo veinticinco, resultaría que tendríamos para vivir unos noventa o noventa y cinco años. Estos casos que ocurren todos los días y, al parecer, desde hace siglos, ponen de manifiesto que el hombre quiere vivir bien y mucho tiempo y aunque algunos lo alcanzan, a otros "los llevan como trapos, que no hacen pié", según expresión manifestada por una señora de Angües.¿Qué quería  decir la buena señora?,pues sencillamente que hay personas que recuerdan a los trapos, porque ni ellas ni estos tienen peso, ni tienen vigor ni energía, ni pueden actuar por su cuenta, pues como añade en su frase "no hacen pie",es decir no pueden tenerse en pie, ni andar, ni desplazarse por donde les apetezca, aunque su mente esté pensando grandes ideas.

Consecuentemente podemos vivir mucho o poco tiempo y podemos vivir bien o sufrir mucho y después de una clase de vida u otra moriremos. Ya nos lo recuerdan el Miércoles de Ceniza, cuando nos dicen: "memento homo quia pulvis es et in pulverim reverteris"

 Pero si miramos el cuadro de nuestras vidas, veremos los buenos ratos pasados, de los que a veces nos acordamos, casi de repente, como si se abriese en nuestra conciencia un telón que nos impedía verlos. Si, aquello ha pasado, pero igual que otros recuerdos tristes o creativos entraron a formar parte de nuestra historia. En estos actos creativos que hacen evidente nuestra historia, como son nuestros hijos y nuestras obras, nuestro trabajo, concretado en edificios, plazas, carreteras, parques, etc., etc., la labor es visible, y dice algo al ciudadano. Los años que hemos vivido, podemos recordarlos y juzgarlos, por ejemplo pensando como antes, hace unos años que todavía recuerdo, Huesca estaba ausente al otro lado de la vía del tren y juzgando que ahora que la ciudad se asienta ahí, como es que sigue la vía ferroviaria separando la ciudad en dos partes.(  ahora ya han desplazado la vía férrea fuera de la ciudad).

Pero a nuestras memorias particulares se suman las de todos nuestros antepasados, cuyo conjunto forma la memoria histórica, a la que tenemos que ser fieles, tratando de conservar y crear los proyectos de dicha memoria, como lo hicieron nuestros antepasados con la Universidad Quinto  Sertorio, que nos fue arrebatada por Zaragoza, pero siguiendo fieles a ella, debemos reconstruirla, porque si somos infieles a la historia, caeremos en el suicidio colectivo. Y es que el tiempo pasado existe, como un recuerdo emocionado, en el presente y si tratamos de olvidar ese pasado, perderemos lo que ahora, en el presente, ha de hacer que Huesca sea ciudad vencedora: Urbs victrix.

Y existen grandes altoaragoneses, unos alumnos de nuestra vieja Universidad, como los Azara y otros que estudiaron en Huesca, como Costa, hombre que sufrió como el “trapo que no se tenía de pié" y sin embargo ¡cuánto ha dejado en la memoria histórica de Huesca!; y esos hombres se murieron pero han impregnado nuestra historia, nuestras vidas, de unas ideas y de unos ideales, que permanecen entre nosotros, de los que muchos de los ciudadanos altoaragoneses son parientes, aunque no lo sepan o no lo puedan demostrar, de esos hombres famosos o de otros que también han contribuido a formar nuestra memoria histórica. Unos vivieron largo tiempo, otros murieron jóvenes, a veces con sus cuerpos como" trapos que no hacían pie", pero colaboraron en la formación de nuestra historia.

Los hombres fueron los que realizaron los acontecimientos históricos y crearon Montearagón, el Temple y su barrio. En Montearagón se hacían rogativas, bajo el patronazgo de San Victorián, para regar los campos y cada vez que uno pasa por la carretera N-240, se lamenta de su fin, pero la memoria histórica nos lleva a crear algo que siga haciendo Montearagón lo que hacía hace siglos, que es el riego y por eso Huesca pide su pantano.¿Se filtra la tierra o no llueve lo suficiente para llenarlo de agua?.

Montearagón se quemó y las palas excavadoras tiraron los restos del Temple y ahora en él y en su zona se ven los "trapos que no hacen pie" de la construcción, que se junta con los "trapos" que formaron muchos de los hombres viejos y es necesario que se arreglen esas situaciones para confirmar que el tiempo ha pasado, pero creando otros edificios nobles que sustituyan a aquellos que lo fueron, dejando algún resto antiguo, como el arco que se encuentra apuntalado, en el antiguo Temple, porque no puede estar en pié. Así demostraremos los oscenses que además de dejar hijos, somos capaces de dejar al tiempo futuro obras visibles, tangibles y que fomenten la memoria histórica de nuestra ciudad.

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