lunes, 18 de enero de 2021

El Universo.-

 



 ¡Señor!¿por qué tientan a los hombres las alturas de los montes y nos atraen las profundidades abisales?.¿Qué hacen los fósiles marinos impresos en las laderas de la Sierra Guara? y ¿qué hacen los abetos y los pinos, transformados en naves en el fondo de los mares?.¿Qué hacen las tendencias atávicas impresas en las circunvoluciones del cerebro?.

Del pico montañoso al piélago proceloso bajan la duda, la angustia y el dolor humanos. Del mar al monte suben la pregunta ansiosa, la búsqueda de la luz y el deseo de encontrar a Dios.

Envuelve la niebla los cabezos de la sierra y las cabezas de los hombres. Se ven borrosas las bíblicas escenas labradas en románicos capiteles y están confusas las mentes de las gentes. Llegan al mar los residuos del petróleo y los detritus urbanos, y lo convierten todo en basurero marítimo. No se ve el sol en el cielo y no se ven sus reflejos en la mar. No se ve luz en la vida de los hombres y no asoman las sonrisas a sus labios.

De los pinos del monte salen los papeles, que debían transmitir las noticias cordiales a los nautas y a los que todavía pisan tierra firme. Pero el papel nos agobia y nos oprime, en cárcel celulósica nos sume, con sus mandatos, lo que hemos de hacer define y poco a poco nos consume. Los papeles llegan al mar y se convierten en papel mojado. Se evaporan las aguas y se tornan nubes que derraman su lluvia por las cordilleras. Y el hombre se olvida de las aguas marinas y de nieves serranas y se va a la ciudad. Y la ciudad tiene sus plazas circulares, sentidos de giro obligatorios y circunvalaciones. Ir y venir, girar y regirar, revoltijo de gentes y confusión mental.

A mí me gustan las ideas y recuerdos que van del monte al mar y de este al monte. Monte y mar. Mar y monte.

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