¿Dónde te metes petirrojo, que te
busco por los campos, por la sierra, entre los artos, las gabarderas y
ontinares? ¿Es que huyes en verano de estas tierras en las que el agua parece
que se reserva caprichosa para el otoño y el invierno? Me han dicho que te han
visto este verano en las montañas de Bielsa, que saltabas a intervalos por el
suelo y por las ramas de los pinos, te deslizabas ligero por las espesas
malezas y buscabas los insectos: ¡Rubecula pinetorum! A tu definición de
rubecula añaden, en latín, las palabras latinas pinetorum, porque te gusta
volar por los pinos, foliorum porque te escondes tras las hojas y silvestris,
porque eres silvestre y al mismo tiempo de trato familiaris, porque
familiarmente te aproximas en invierno a las puertas de las casas. Y es que
eres familiar con los humanos, no les temes y a ellos te aproximas. Me contaba
un leñador o leñazero que buscabas su compañía cuando comía en la puerta de su
borda y al llegar la nieve en el invierno a nuestro Somontano te acercabas a
las puertas de las viviendas en los pueblos, como buscando la comida y el calor
de nuestras gentes.
Hoy estamos en otoño y te he visto
describiendo curvas con tus vuelos, entre las plantas del maíz, y es que tal
vez hayas previsto la llegada de la nieve a la montaña y hayas bajado a este
Somontano, a comer los insectos y las bayas que maduran abundantes en arbustos
de caminos y de huertos.
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