El veintidós de Enero del año 304 ó 305 murió el oscense San Vicente, en un lecho cómodo ,en el que ordenó acostarlo el cruel Daciano, gobernador entonces de Tarragona, a cuya jurisdicción pertenecían entonces Zaragoza y Valencia, ciudad a la que mandó conducirlo, acompañando a el obispo de la Iglesia Cesaraugustana, San Valero. El santo Valero era ya viejo y padecía dificultades en su lengua para expresarse correctamente y mandó a Vicente que era joven, inteligente y acostumbrado a dirigir la palabra al pueblo, que contestara a la preguntas del tiránico Daciano. Entonces se dirigió éste a Vicente, diciéndole :"Ven, hijo mío, ríndete a lo que ordenan los Emperadores y no te expongas por una necia obstinación a una muerte anticipada y afrentosa."Tomando Vicente la palabra, le contestó: "No creas que las amenazas de muerte nos han de acobardar, ni que las despreciables honras de la vida puedan movernos a faltar a nuestra obligación; porque has de tener entendido que no hay cosa tan estimable, ni tan deliciosa en el mundo que se acerque de mil leguas al consuelo y a la honra de morir por Jesucristo". Daciano se enfadó como un energúmeno y sometió a Vicente a diversos martirios, como el caballete, la descoyuntura de sus miembros y le aplicó diversas planchas y grillos de hierro recalentados aplicados a su cuerpo, pero a pesar de tantas torturas, Vicente sonreía y mostraba su fortaleza, hasta que Daciano lo mandó meter en un lecho, donde ,a los pocos instantes murió.
Ermita de Liesa. (Huesca).
Huesca ha sido
la patria de ilustres mártires, no sólo de San
Vicente y de San Lorenzo, sino de las Santas
Nunila y Alodia, martirizadas el 21 de
octubre del año 851; pero con todos ellos nos encontramos que en otros lugares, se atribuyen su nacimiento; en Zaragoza el de
San Vicente, en Roma el de San Lorenzo y en Huescar, provincia de Granada se
adjudican el que las Santas Nunila y Alodia eran hijas de tal población. La
tradición de que San Vicente nació en Huesca, la ha mantenido siempre esta
ciudad, en la que tenía dedicadas dos iglesias, una la de la Compañía en el
Coso Alto y otra de la que quedan restos, que se ven en algún piso de una casa,
que se encuentra al lado del convento de la Asunción. Don Antonio Durán Gudiol
descubrió en un libro antiguo de maitines y que se encuentra en la Catedral de
Huesca, un pasaje en que se reconstruye "casi literalmente el acta
judicial del protocolo árabe".En él se dice que murieron en Huesca y
que nacieron en Adahuesca. Y como San Vicente tienen dedicada, también en Huesca,
una iglesia en el Tozal de las Mártires. A San Vicente, después de muerto lo
arrojaron al campo, donde un cuervo impidió que otros animales hicieran
desaparecer su cuerpo y para evitar los mismos hechos, a las santas las
arrojaron a un pozo, que está encima del Mercado.
San Vicente
estuvo mucho tiempo en Zaragoza, acompañando con San Lorenzo al obispo Valerio,
que iba cristianizando al pueblo; por ejemplo estuvieron en Velilla de Cinca,
donde están sus tres figuras y juntas en el altar mayor. Se conservan romances
con los que el pueblo los veneraba y trataba de conservar los datos históricos,
que de ellos se conocían. Como ejemplo, he sacado parte de uno de ellos del
Cancionero Popular de Blas Coscollar y que dice lo siguiente: "Ejemplo de
los ancianos-por tu santidad y celo, -arzobispo en Zaragoza-fue elegido San
Valero.-Apenas lo elige-con vivas la gente,-ordena a Lorenzo,-también a
Vicente.-Ya Daciano se prepara -para sacarme del puesto-y dejarme a Zaragoza
sin culto al Señor Eterno.-Por todo Aragón -llevan a Valero,-también a
Vicente-con gran menosprecio.-Dice el tirano a Valero:-Deja al Dios que tu
veneras, -que si no lo haces así-te cortaré la cabeza.-Viendo a Valero y
Vicente-aquel tirano atrevido, -a Vicente arroja al mar -con un ruedo de
molino."-
Hemos visto como
Daciano se preparaba para sacar a San Valero del puesto de Arzobispo para dejar
a Zaragoza sin culto al Dios eterno, como está ocurriendo ahora en toda
Europa, que parece acostumbrarse a vivir como si Dios no existiera. Cada vez se
hace más uso de videntes, de curanderos y de brujas, sabiendo cada vez más
cosas del Ramadán (actitud religiosa muy respetable), pero ignorando las
fiestas cristianas, como esta de San Vicente o el Miércoles de Ceniza. Estamos
dejando el campo religioso, que con el moral y el político forman parte de la
vida humana.
En cambio hace
ya muchos siglos que el poeta latino Prudencio escribió un magnífico Himno al
martirio del oscense San Vicente y San Agustín, Obispo de Hipona, ciudad romana
del norte de Africa y proclamado después Doctor de la Iglesia, escribió seis
sermones sobre San Vicente, Diácono y Protomártir de Valencia. En el quinto
sermón dice: "Cristo nos manda celebrar con solemnidad la valerosa y
gloriosa pasión del mártir Vicente y ensalzarla sin ahorrar palabras. Con la
mente y el pensamiento hemos visto y contemplado cuanto sufrió, el
interrogatorio al que le sometieron y las respuestas que dio, y, ha aparecido
ante nuestros ojos un espectáculo maravilloso: un juez malvado, un verdugo
sanguinario, un mártir invicto y un combate entre la crueldad y la piedad; de
un lado la locura, y del otro la victoria".
Este es un
ejemplo para todos los hombres, que cuando nos sentimos perseguidos o
maltratados por otros, debemos pedir al Señor: "Líbrame de la mano del
pecador, de la mano de quien quebranta la ley y del malvado".
Es cierto que
los miembros de San Vicente fueron maltratados, que sufrió en sus vísceras que
fueron atormentadas, pero a pesar de una realidad tan cruel "los
padecimientos de este mundo no admiten comparación con la futura gloria que ha
de revelarse en nosotros".
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