En estos últimos
días del invierno, cuando yo voy paseando por los parques y las calles de esta
ciudad de Huesca, ¡de repente!, entre el mal tiempo revuelto y frío, que hace
correr a la gente, a la poca gente que circula, se me iluminan los ojos con una
luz solar deslumbrante, que se filtra entre las ramas deshojadas de los árboles
o atraviesa las calles, para besar una fachada, unas veces vieja, pero otras
nueva. Esa luz, que uno no sabe si es natural o está infiltrada por los
contaminantes que llenan nuestra vida, al iluminar esas dos fachadas, a saber
la vieja y la nueva señala dos aspectos de la misma, uno el pasado en la
fachada vieja y otro el presente en la fachada nueva: el tiempo actual con un
sol deslumbrante pero contaminado y el pasado con aquel sol tan apetecido y tan
buscado por personas y animales "juntamente";tiempos en los que se
cantaba:"sal, sal caracol, saca tus cuernos al sol, que tu madre
está en el sol y tu padre en la caseta empinando la boteta".Y como
los caracoles, se unían después de la lluvia para bañarse en el sol, las
mujeres, unas jóvenes y otras viejas, también buscaban un carasol y cosían y cosían unas, mientras otras se
peinaban a sí mismas o a sus vecinas, sentadas en sus pequeñas silletas que el
domingo llevaban a la iglesia, para asistir a misa y algunas limpiaban el pelo
de los niños para evitar que en él
organizasen su vida los pequeños liendres de los piojos.
Huesca tiene su
pasado, su presente y su futuro, pero siempre es y siempre será Huesca, y
queremos que sea una Huesca mejor y por esa razón los oscenses tenemos que
recordar los ricos tesoros de historia, de cultura y de civilización de nuestra
ciudad, recordando a San Lorenzo, a San Orencio, a Santa Paciencia y al Santo
Cristo de los Milagros, al que ahora veneramos como lo veneraron nuestros
antepasados y antecesores hace ya, quinientos años. Tenemos que recordar
también a los primitivos vasco-ibéricos, a los celtas, a Sertorio y a los
romanos, a nuestros reyes navarros y aragoneses, a nuestra Universidad, al
Temple, a los hermanos Argensola, a San José de Calasanz, a Artiga, autor de la
construcción del pantano de Arguis y a tantos otros como a Joaquín Costa.
Si, es precisa una
actitud, enclavada en el pasado y en el presente para que el futuro de nuestros
hijos sea feliz, como escribe Valle Inclán en su poesía que dice
así:"Tañía en la gloria del alba-una campana celestial-y el alma de( las
yerbas)los hombres iba-trémula de amor y de humildad-a juntarse con la campana
-en el aire lleno de paz".Si, un aire lleno de paz y de felicidad.
Hemos de
acordarnos de aquellas mujeres y de esos hombres que vivían en esas casas
viejas a las que besa el sol, igual que besa la Iglesia del antiguo convento de
Santa Rosa, que nos debe recordar a la Madre Berride, a la que le pasaba como a
nosotros "cuando llevan al Señor Sacramentado por las calles en las
procesiones de la Catedral, San Lorenzo y Santo Domingo", que toda ella se
llenaba de gozo y de paz. Para la Madre Berride todo era templo, desde la
Catedral de piedra, pasando por Santo Domingo, por Salas y por ella misma
"parca en el sueño", trabajadora en su casa, asistiendo a los pobres
con lo que renunciaba para ella, escuchando la lectura de "la doctrina de
Fray Luis de Granada, de Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz, pasando
los distintos grados de las Moradas, gozando de los éxtasis místicos, rezando
por España, por Aragón y por los problemas de Huesca, a saber pestes y
sequías".
Si nos acordamos de Arguis, construiremos los
pantanos de Montearagón y de Biscarrués, que harán que no sean necesarias
tantas rogativas, pero si hay que organizarlas nos acordaremos de la Madre
Berride, que las hacía en Santo Domingo, en los Dolores de Monflorite, en el
Viñedo del Somontano, en Salas y en la Catedral dirigidas al Santo Cristo de
los Milagros. En cierta ocasión se organizó una romería para pedirle a San
Orencio la lluvia y fueron los oscenses a Loreto; al acabar la rogativa empezó
a llover intensamente, de tal forma que los munícipes y el clero se quedaron a
dormir en Huerrios, pero la Madre Berride, sacrificada ella, se fué a Huesca.Y
en Huesca siguen los restos de la Madre porque primeramente se enterraron en
Santo Domingo, luego en Santa Rosa la vieja y por fin, esta depositada en el
nuevo Colegio de la misma Santa. Ahí podéis ir a rezarle.
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