Yo siempre he tenido un gran amor a este apellido, entre otras razones porque forma parte de mi genealogía. Efectivamente, mi bisabuelo Don Manuel Almudévar Cavero era hijo de una mujer de casa Cavero de Siétamo y yo desde antes de la Guerra me miraba el escudo noble y con corona, no sé si condal, en su parte alta. Tenía ocasión de mirarlo dos veces porque la casa de Cavero, estaba en la Calle Baja y otra en la Calle Alta en casa de Felipe Cavero, que fue la primera casa que se hicieron éstos en Siétamo. Ahora, después de pasados sesenta y seis años de la terrible Guerra Civil, sólo tengo una ocasión de mirarme en el noble escudo aragonés, en la cerrada casa de Felipe Cavero, pero restaurada por la hija de Ramón Puyuelo Cavero. ¡Hermoso escudo, en el que tras mirar sus distintos cuarteles, me esfuerzo en leer sus últimas palabras, que dicen: Armas de los Caveros de Siétamo!. Este escudo parece ser que representaba las armas originarias de los Cavero y éste era el escudo del Conde de Sobradiel. Ramonito me dijo que cuando los Cavero vinieron por primera vez a Siétamo, quisieron hacer honor a su apellido y al Conde le pidieron permiso para copiar su escudo. Eran una familia próspera, porque venía de buena casa; unos decían que de La Perdiguera y otros que de Berbegal y debieron de traer buena dote, pero al ser grandes labradores, prosperaron más y se encontraron con la necesidad de aumentar el tamaño de su casa e hicieron la de la Calle Baja, dejando la de la Calle Alta para un hermano, que puede ser que se llamara Juan, según dicen algunos o Felipe, según otros, con cuyo nombre hablan de dicha casa Yo tengo una Infanzonía de los Cavero, porque cuando algún miembro de su familia se casaba, le entregaban una copia. Para la Guerra destruyeron en Siétamo todos los documentos, pero el señor Trisán de Fañanás que venía con los nacionales, estuvo en nuestra abandonada casa y metió en un saco todos los papeles y escrituras que encontró y lo llevó a la farmacia de Llanas de Huesca, que eran parientes de los Almudévar.
Esteban Almudévar y Escabosa se casó con Francisca Cavero y Abad. Su primera hija María Teresa nació en Mayo del año 1803. El heredero Manuel Almudévar Cavero nació el ocho de Diciembre del año 1805 y fueron sus padrinos, sus abuelos maternos Don Marcos Cavero y doña Ignacia Abad. Tuvieron tres hijas más, a saber Manuela en 1808, María Francisca, nacida el día 9 de Julio del año 1815 y Agustina, nacida el 23 de Abril del año 1818, de la que fue madrina su tía Agustina Cavero. El último hijo fue José María, que nació el día 9 de Febrero del año 1821. cuyos descendientes viven en Cataluña y vienen a veranear a Siétamo a una casa, que poseen. Hoy, día dieciséis de Septiembre del año dos mil seis, está mi esposa acompañada de mi hija Pilar y de su novio, en Gerona, asistiendo a la boda de una descendiente de José María; igual que vosotros los Cavero de Berbegal celebrais la boda de un sobrino vuestro en las alturas de Berbegal. Don Manuel Almudévar y Cavero falleció en Siétamo el día cinco de marzo del año 1873.
En la casa principal de los Cavero de Siétamo, era el dueño don Domingo Cavero, casado con doña Pascuala Peña y no tuvieron hijos y convivían con un hermano soltero. Su casa, para la Guerra, la destruyeron, pero él siguió cultivando las tierras, teniendo mulateros e incluso yo me acuerdo de que compró, cuando no se veía ninguno todavía, un tractor. Me acuerdo que estando enfermo, lo fue a visitar mi hermano médico Manolo; se quedó agradecido y le dio dos objetos de lujo antiguos, de los que todavía recuerdo una especie de petaca de puros. Esos objetos todavía los guarda su mujer en Canadá.
Se acabó su vida y todavía le dejó a un Cavero Cavero, unas fincas. Este Juan Antonio era hijo de un Maestro Nacional de Novales y de una hermana de Domingo. Yo me acuerdo de ver a un primo suyo de Laluenga que se apellidaba Planas, apellido que parece ser era el segundo de Domingo. Una vez vino a Siétamo el Jefe del Servicio Nacional de Cereales, Don Miguel Cavero de Berbegal, a sacar una fotografía del escudo que todavía preside casa Felipe Cavero. La fotografía que Miguel sacó del escudo de casa Felipe Cavero la hizo conversando con su pariente Doña Carmen Cavero, señora cuya imagen recordaba la de una abadesa de un convento, por ejemplo, del de Casbas. Dicha respetable señora era la madre de Ramonito. No se encontraba ya el escudo de la arruinada casa grande de Cavero, que había guardado Domingo Cavero y al morir lo recogió su sobrino Juan Antonio Cavero Cavero.
Ramón Puyuelo Cavero, es ahora el representante en Siétamo de la noble estirpe de los Cavero, porque además de ser un hombre alegre y conversador, ama la casa de Felipe Cavero y no quiere que se venda y tiene varias fotos y dibujos de su escudo. Dicha casa, con su noble, con su corona en la parte superior, ha pasado a la hija de Ramonito Montse, casada con José Luis de Antillón.
En el escudo de los Cavero aparecen las campanas de Ahonés, de las que en otros escudos pone debajo de ellas: “Campanas de Ahonés, ya non sonarés més”. En Siétamo desde luego que sólo suenan en el corazón de “Ramonito de Felipe Cavero” y en el mío y se podrán ver sin oírlas, mientras esté ese escudo de Cavero a la vista de la gente. Pero esta noble familia procedente de Jaca, se extendió a Zaragoza en el siglo XV y después fue a Casbas y a La Perdiguera y a Ortilla y a Siétamo Se extendió por todo Aragón y luego por toda España. Tuvieron tal apellido los Condes de Sobradiel y Gabarda.
Basta leer la Historia de España para comprobarlo. Y si nos interpretaran el escudo, daríamos muchas vueltas a nuestra imaginación, porque como dice la Enciclopedia Aragonesa: “Las armas de los Cavero eran un escudo de gules con un castillo de oro y en jefe dos campanas de oro sin badajo”. Alguien se los cortaría porque ya no sonaron más. Sigue la Enciclopedia diciendo: “ pero ulteriores parentescos complicaron este escudo, que se acuarteló: primer cuartel una cruz de gules con media luna en el centro y en los cuatro espacios de la cruz de cuatro alas de plata perfiladas de oro y todo el campo de sinople; segundo cuartel partido en faja arriba el escudo de la familia Ahonés y abajo, sobre sinople, una cabeza de sultana destilando sangre”. Esta cabeza por alguien fue cortada, como los badajos de las campanas de Ahonés y en estos tiempos en que se reivindican los musulmanes a sí mismos, cualquier día reclamarán que se retire esa cabeza del escudo. Sigue la descripción del escudo, diciendo: “ tercer cuartel partido en faja arriba el escudo de la familia Ahonés y abajo sobre sinople un ramo de oro, y cuarto cuartel en gules cinco escuditos de oro colocados en cruz”.
La vida en este mundo va cambiando y de la misma forma que en el escudo vemos una cabeza cortada, a todos nos la cortará la vida y desde las alturas de Berbegal, desde aquella pequeña meseta rodeada por una especie de balcón, se está muy cerca del cielo, como parece recordarlo aquella antigua y bella iglesia parroquial. Uno se da cuenta de tener la oportunidad de pensar en el pasado, pero para preparar el futuro de Aragón. Parece que los corazones se tienen que entristecer al pensar en la vida que han llevado muchos hombres y mujeres de apellido Cavero, como mi tío Domingo, que murió arruinado y la triste historia de muchas casas de aspecto histórico, como la Casa de Felipe Cavero de Siétamo, hoy sin habitar por ningún pariente de los Cavero, como señala en su fachada un noble escudo. En la Casa de Cavero de Berbegal uno se recrea viendo aquellas salas, con cuadros colgados de caballos con sus jinetes, las imágenes de Cristos y de Vírgenes, los juegos y los libros, en que uno podría reconstruir muchos capítulos de la historia de la agricultura, de los tributos, de los abonos, de las caballerías y de los aperos agrarios. Siente uno la nostalgia de los tiempos pasados, pero ahora contempla como no sólo se acercan los Caveros a esta casa en el verano, sino que acuden con frecuencia desde Madrid. Están los Caveros por todo el mundo, trabajando en todas las actividades humanas o jubilados, como “Ramonito de Felipe Cavero”, que conserva en su corazón la tradición que aprendió de su buena madre doña Carmen Cavero.
Pero no basta con pensar en el pasado, porque hay que tener además de memoria, inteligencia para resolver los problemas actuales y voluntad para trabajar en esa noble tarea. En el pasado tenemos que fijarnos en el hermano heredero del patrimonio Cavero de Berbegal, que viviendo en Madrid acudía frecuentísimamente a dirigir las faenas, que necesitaba el patrimonio que le hiciesen y en uno de esos viajes murió de accidente. Hay que buscar luz en su vida y en su muerte, para preparar el porvenir de Aragón y me acuerdo de que en la descripción del escudo no se nombra la linterna, que figura en la parte alta de la derecha de dicho escudo y ahora es cuando más necesitamos su luz, para que nos ilumine las numerosas faenas, que debemos emprender para hacer progresar a Aragón.
Se puede pensar en las alturas de Berbegal, mirando todo el Somontano, desde Siétamo a Binéfar y desde el Pueyo de Barbastro hasta los profundos Monegros y hay que pensar no sólo en la agricultura, sino en la industria, como han hecho los catalanes y ocurre ya en Binéfar , en Monzón y en Barbastro y ahora que va a pasar la autopista de Lérida a Pamplona, habría que crear actividades industriales y veríamos, subidos al alto balcón de Berbegal, como aquellos valles estaban habitados y recorridos por personas, que da igual que se llamen Cavero o tengan un apellido de origen extranjero.
Hay que intentar crear industria en aquel paisaje inmenso, porque los catalanes, que tienen ya casi ocupado todo su territorio, aspiran a comprar el nuestro, para descongestionar su Cataluña. Cataluña formó parte del reino de Aragón, pero la nacionalidad aragonesa no debe pasar a formar parte de la catalana.
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