Yo no sabía que a la Caseta de
los Pobres de Siétamo, la llamaban en otros tiempos el Lazareto de San Lázaro.
Los mayores de quince años, nacidos en Siétamo aún conocen el lugar donde
estuvo asentada la Caseta de los Pobres, pero los niños pequeños y los que irán
naciendo en el pueblo, ya no conocerán que existió una caseta para acoger a los
pobres caminantes. Yo, ya mayor, tampoco
sabía que a aquella caseta la llamaron en
tiempos pasados Lazareto de San Lázaro. ¿Cómo me enteré de dicho
nombre?, sencíllamente, nos encontramos
con Vicén D’o Río y me preguntó que donde estaba dicho Lazareto. Yo no
lo sabía y en cuanto llegué a Siétamo se lo pregunté a varios vecinos y
vecinas, ya mayores y tampoco lo sabían,
pero al interrogar al Señor Escartín, me dijo que hace ya más de setenta y
bastantes años, dicho nombre estaba escrito encima de la puerta del portal de
la Caseta de los Pobres.
Siétamo está emplazado sobre una
meseta de un kilómetro aproximadamente de longitud, desde el Norte hasta el
Sur, donde se encuentran los restos del Castillo-Palacio, parte de la muralla y
un torreón desde el que se vigilaba la llegada de amigos o enemigos al Palacio. Por el Norte se va dibujando el
emplazamiento de la meseta de Siétamo; comienza poco más o menos por la era de
Gabardilla, que es como la boca por la que empieza a ensancharse el resto de
dicha meseta hasta el Palacio. A los lados de la citada era, por el Este, el
terreno se va rebajando hacia el Valdecán
y por el Oeste se rebaja, hacia la caseta del manantial de la Fuente y se
va entrando en la que ahora llaman la Arboleda, pero que realmente en aragonés es la Paul, que
quiere decir terreno húmedo, en el que brotan árboles. Desde la entrada a la
era de Gabardilla y junto al primer depósito de agua corriente de Siétamo,
empieza la Calle Alta, que llega hasta
la Plaza Mayor.
Desde la carretera general o
desde la fuente el antiguo camino que va
a Castejón de Arbaniés, va subiendo hacia
la meseta y a su derecha existen
unas laderas y en alguna parte de las mismas, se ha edificado, dejando medio
escondida la parte Oeste de la muralla.
Detrás del Restaurante de la Aboleda se eleva parte de la misma, con las
Escuelas antiguas, elevadas sobre dicha muralla. En casa de Puyuelo, cuya puerta principal se
abre a la Calle Alta y por la Paul, se abre otra puerta, que da entrada a una
sala abovedada, donde en otros tiempos dormirían y harían su vida algunos
defensores de la organización defensiva. En casa de Bergua aparecen trozos
íntegros de la muralla, que como he dicho continúan por debajo de las Escuelas.
Por donde ahora pasa la Carretera de
Castejón de Arbaniés había una laguna o balsa, donde se acumulaba el
agua que brotaba y todavía sigue manando de varias fuentes que proliferan por
la ahora llamada Paúl, aunque otros la
llaman la Arboleda. El Conde de Aranda ayudaba, según documentos antiguos a
limpiar dicha balsa, pero como era un criadero de mosquitos que transmitían
fiebres a los habitantes de Siétamo, se suprimió la balsa y se condujeron las
aguas a la Fuente de siete caños, con su lavadero y su abrevadero.
Desde el frente Sur, al lado del Castillo se observaba “a fondura” u hondura a lo largo de la cual corría el río Guatizalema y por el Este salía la antigua Vía Romana , que iba a Alquézar. Al lado mismo de la Vía romana convertida después en cabañera y apoyada en el muro que sostiene la finca del Valdecán, estaba la “Caseta de los Pobres” o Lazareto de San Lázaro, en que se refugiaban los caminantes que por ella caminaban, Tenía una bóveda de piedra y sobre ella una capa de tierra arcillosa o “buralenca” en aragonés, que en su día apretarían para que no calase el agua de lluvia y mirando al Sur esta una entrada sin puerta, que invitaba a entrar. Yo me quedaba en dicha entrada y miraba hacia dentro, pero daba miedo de entrar por el temor de que me invadiesen las pulgas u otros parásitos, que me había dicho la abuela Juana de Santolaria, que allí proliferaban. Por lo visto había dejado de ser lazareto, pues faltaban los Lázaros voluntarios para limpiarla y cuidar a los pobres caminantes. En sus últimos días no se acogían en dicha caseta los pobres, sino que se refugiaban, debajo de la lonja de la parroquia y después de construido el Ayuntamiento, en los porches del mismo. Bien se valió de esta circunstancia porque un buen día sin esperarlo nadie, se cayó la caseta. Como no entrábamos a visitarla se debió abrir alguna grieta en sus paredes, que no vimos los vecinos de Siétamo y un buen día se cayó. ¡Adiós Lazareto de San Lázaro, construido en unos tiempos difíciles, perko en los que había caridad y humanidad para ayudar a los necesitados, que han hecho posible el funcionamiento de los servicios de la actual Seguridad Social!.
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