“Ilmo. Sr. Don Domingo Buesa.
Respetado profesor y digo respetado porque es el pensamiento que me inspira
verlo después de haberlo oído hablar durante las conferencias que ha
pronunciado en Huesca en el Genaro Poza, sobre el Románico y el Gótico. No sólo
habla de capiteles y ojivas sino que le preocupa el Poder Supremo y lo está usted,
viviendo en la Naturaleza, en el hombre y sus filosofías, en los pensadores
clásicos como Aristóteles en los cipreses elegantes y en las más rústicas carrascas; lo está viendo en la
Arquitectura y en las artes ornamentales y se aproxima al sonido de la música,
ya sea civil o religiosa.
En una de sus fotocopias están
dos rostros humanos como modelos para sacar de ellos motivos de arte y en consecuencia, me atrevo a mandarle una
fotografía no muy buena, completada con un dibujo de una pieza ornamental de no
sé qué iglesia, que representa un ser humano o que pretende serlo con su
cabeza, sus insinuantes ojos y orejas, su cuello, sus hombros, su camisa, su
pecho, dos manzanas… y una granada, que puede recordar el órgano productor
de óvulos y los pies pequeños, que no le
permitan correr su curso de marcha por el Mundo.
La lucha por la economía es
consecuentemente por el poder entre las catedrales y los monasterios, que me
hizo recordar lo que ocurrió entre la Catedral de Huesca y el Monasterio de
Montearagón.
Sancho Ramírez, antes de
conquistar la ciudad, prometió al Monasterio que estaba construyendo y que le
iba a hacer entrega de la Mezquita Mayor
de Huesca, donde hoy está situada la Catedral. Sancho murió en la muralla de
Huesca, pero su hijo Pedro al entrar en la misma, quiso cumplir la promesa de
su padre y, tras veinte días de discusión, tuvo que entregar la Mezquita a la
Catedral, comparando a Montearagón con otra obra. Después de este primer
incidente, estando siempre el Obispo y el Abad, discutiendo la adjudicación de
las cuentas religiosas que se iban a establecer en los pueblos a medida que se
conquistaban a los moros. Felipe II, al parecer fue quien devolvió el mando a
la gótica catedral oscense.
Me ha hecho meditar mucho la
exposición del difunto alemán,(Carlos primero) que no se mueve nada, la del que
es llevado a hombros por unos pobres hombres tapados, para ensalzar la figura
del difunto con su casco y con su espada y ambos difuntos ¿consolados?, por la
música, no recuerdo si dijiste redonda,
que pretende recordar la resurrección particular de cada difunto o la de todos
unificados en el Hombre- Dios, que no ha muerto.
¡Cómo hablas de la Virgen!, la
ves como trono de tu hijo, como parte de la vida del Niño-Dios, como su
consuelo, como parte de la Redención. De todo esto me acuerdo cuando hacías
sonar el Stabat Mater Dolorosa, juxta
crucem lacrimosa, dum pendebat Filius.
Y para acabar te tengo que dar
una explicación y es que mi memoria ha padecido un bajón al ser operado de
la cabeza y entonces, en lugar de subir
a Jaca el sábado , día 11 de Mayo de 1.996, creí que debíamos hacerlo el
domingo, día 12. Llamé a María Teresa Arroyos para preguntarle la hora y me
dijo que el viaje estaba realizado y que, además de otros, tú habías
preguntado. Lo siento enormemente, porque la Catedral de Jaca la he visitado un
día , para la Guerra Civil, en la que durante un bombardeo, entré en ella ,
acompañado por mi noble madre, tirados en el suelo de la Catedral, horrorizados
por los estallidos de las bombas.
Me hubiera gustado despedirme de
tal obra Románica, bajo la inspiración de tus palabras, pero en fin, hágase la
voluntad de Dios.
Sólo me queda haciéndote caso de
tu amor a la música sagrada, rekzar el Veni Creator Spiritu, mentes tuorum
visita-Imple superna Gratia, que Tu creasti pectora. Amen.
Domingo Buesa Conde, recibe el
testimonio de un discípulo tuyo, que ya mayor ha recibido el bien de tu
palabra.”
Pero todavía faltaba tiempo el 25
de Junio de 2.002, que se imprimió el día de Santa Orosia, para que yo
escuchara los hechos históricos relatados por Domingo Buesa Conde, pero el día
12 de mayo de 1-996, yo le escuché, en Huesca, una conferencia que
relataba la Antigua Historia de Jaca.
Yo estaba en Jaca, siendo un niño
y con mi padre, don Paco Ripa y mis hermanos, contemplé la unión de los
jacetanos con los de Yebra de Basa, en la procesión a la que asistían personas,
a las que se tenía por endemoniadas.
El jacetano que me regaló el
libro Historia de una ciudad es Miguel Lagrava Gastón con apellidos frecuentes
en la Jacetania. El nació en Jaca y sus pensamientos giran por los Pirineos.
Tengo unos recuerdos, que Domingo
Buesa Conde, ha “pintado” como escenas de Jaca, que le hacen conservar un
recuerdo histórico a todos sus ciudadanos.
Pero hoy es Jaca el retrato de
una superpoblación moderna, de los que acuden a esta ciudad, buscando la ciencia y la felicidad.
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