Ha
recibido este conocido y querido doctor, la Medalla al Mérito Profesional de la
Real Academia de Medicina de Zaragoza. Y los ciudadanos que hemos contemplado
su vida, como él mismo ha contemplado la nuestra, en periodos de salud y de
enfermedad, nos hemos encontrado con una satisfacción, en nuestros corazones.
Porque hemos estado pendientes de nuestra salud, a través de su fonendoscopio, aparato
explorador de nuestra respiración y a través de sus manos, de nuestra
circulación sanguínea y, dentro de su actividad vital, en la Medicina, en la
política y muchas otras actividades, él demostraba un interés enorme por
nuestros cuerpos y por qué no decirlo, en nuestra sicología, en nuestras
actividades, en nuestra vida. Porque a “Lacleta”, como lo llamaba la gente, lo
encontrabas, lo mismo en algún acto religioso, ya dedicado al Santo Cristo de
los Milagros o al Patrono de Huesca, San Lorenzo, como podías encontrarlo en
actos políticos en el Ayuntamiento o en cualquier acto humano, que a veces no
puedes olvidar. Por ejemplo, cuando murió mi padre en la ciudad de Huesca, en
medio de la tensión dolorosa del momento, llamé a Don Antonio Lacleta, que a
los pocos instantes, apareció con su porte tranquilo y sereno, y en pocos
minutos, hizo que el cuerpo de mi padre, se encontrara en Siétamo. Y ahora, yo,
te encuentro en el ambiente amplio, donde se respira a café, sentado en un
corro de sillones, donde te reúnes cada día, con varios amigos, ya jubilados de
las actividades de sus vidas, como tú,
de tus múltiples actividades médicas, políticas, urbanísticas, de preocupación
por el pasar de los desgraciados, por las festivas en que en cierta ocasión, en
que estabas bailando con María Antonia Vázquez, esposa de José Antonio Llanas
Almudévar, tu enamorada esposa Luz, os separó. Tu esposa ha sido verdaderamente
la luz de tu vida y entre ambos habéis traído a la vida, otros hombres que os
imitan vuestras cualidades. Y allí
estabas, sentado en el sillón hotelero, con tus noventa años, encima tu cerebro y en el interior tu anatomía. Esos noventa años no le pesan, si
no todo el amor que ha tenido a los que conoció en su paso por esta vida. Ese
interés humano no lo debe a sus noventa
años, que no le pesan, si no a su
pasado, ya que siempre se ha interesado por los que sufren algún dolor en sus
cuerpos, pues siendo Doctor en Medicina, se ha interesado por el destino del
hombre, pero no sólo del físico, sino de
su psicología, ya que llegó a ser Alcalde de la ciudad de Huesca y quedó
relacionado con todos los seres humanos de esta ciudad. Al pasar por el Hotel,
sentí una larga ausencia de su personalidad, porque siempre que tuve una
conversación con él, me llenaba de satisfacción su amabilidad, su rectitud y sobre
todo el amor que ha tenido a lo largo de su vida con todos los que se cruzaron con él, en el
camino. A pesar de su avanzada edad, está en el sillón del Café, como un rey en
su trono y domina la conversación entre todos sus compañeros, que cada día
acuden a escucharle. A veces, calla y agacha la mirada, pasándose una mano por
el rostro; parece ser una mano fuerte, una varita mágica, que se pasa por
delante de sus ojos, iluminado su cerebro. Es un aragonés puro, pues con su apellido no puede confundirse con
un individuo de lejana raza, pues su apellido de La –Cleta, en las lenguas pirináicas,
quiere decir puerta y valla, que rodean un espacio, en el que se cuidan reses
de ganado. Es un apellido simbólico porque en su vida ha cuidado siempre el
ganado con espíritu, amor e nteligencia,
de sus compañeros en la vida. He comentado su trabajo y sus festivales
en su paso por la suya, pero nunca le he oído quejarse del accidente mortal de
un hijo suyo, que lo está esperando, allá arriba, en la Gloria.
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