Me asomo al balcón, para contemplar
el Parque, al que parece que la nieve lo ha dejado muerto. Estos días pasados
se veía algún anciano tomando el Sol, algunos matrimonios que iban a pasearse,
para recrearse en la contemplación de sus bellos árboles y algunos niños qué
acompañados por sus padres, escalaban por esos juegos o jugaban con pelotas.
Había pocos visitantes porque en la ciudad de Huesca, se había declarado una
Peste.
Pero en el día, que una nevada, que
siempre produce belleza, inspiró lo contrario es decir el “terror”, en los
amantes eternos de los Parques y yo, salí al balcón y me fijé en la Sierra de
Guara, pero no la vi, porque un nublado que ya duraba dos días, me impedía su contemplación. Son las nubes
que cubren el cielo de Huesca, las que hacían de pantalla que impedían verla.
No sólo no se veía la Sierra de Guara,
porque las nubes que cubrían el cielo de Huesca, hacían de pantalla que impedían su visión. Pero no se
veían con facilidad los jardines del Parque, porque su suelo está todavía blanco,
ya que la nieve se ha posado lentamente y casi continuamente sobre sus paseos y
jardines. Pero no sólo están blancos por la nieve los paseos y jardines del
Parque, sino que la superficie de la Piscina del Parque, en la que suelen nadar, los patos, presentaba
su superficie de un blanco más
oscuro que el de la nieve, no tan claro
como el níveo, sino que helado, como nos muestra la superficie del agua helada.
Los vegetales, unos como los pinos,
con hojas verdes todavía, que tienen sus ramas inclinadas hacia abajo, porque
están soportando con la nieve, toda la vegetación teñida de blanco, con sus
ramas dirigidas al cielo.
Al rededor de la Valla, que rodea el
Parque, se alzan por el Norte, el Este y el Sur, otras vallas elevadas formando
un barrio de casas casi enanas, que luego se elevan al cielo, porque a continuación las casas son elevadas, tanto que
uno duda si el Señor ha colocado un “blanco sombrero imitando la nieve
movediza”, cerca de la real helada, al lado del Parque. Pero no permanece
quieta en el aire. De tal aparato brota una mancha blanca, que parece jugar con
la nieve en aquel espacio, separada por la calle y jugando en el ambiente, como
la nieve blanquea todo el Parque.
Al Este, se asoma la Catedral, que alza su torre acompañada por
varias columnas de piedra labrada, que indican la sacralidad de dicho Santo
Edificio de la ciudad. A su izquierda,
aparece también blanco el noble tejado del Ayuntamiento de Huesca.
Estamos a siete u ocho de Enero del
año 2.001, pero el Parque y las ventanas y balcones de los edificios están
solitarios, pues nadie se asoma a contemplar ese paisaje tan humano, hoy
deshumanizado.
Es que ese aspecto níveo, hace huir a
los habitantes de sus edificios a su interior y parece que el Mundo se ha
quedado desierto.
Pero no hay víctimas del Invierno,
porque en el Alto Tejado de una elevada casa de la Calle Don Vicente Campo, en
lo más alto de ella, hay una máquina que lanza humo, procedente de la
calefacción, que calienta a sus ocultos vecinos.
Pero a pesar del frío, de la nieve y
del olor blanco de sus arboles, jardines y de sus flores, en el Parque se ven
algunas escasas palomas, que vuelan desde unos árboles a los otros, y yo me
pregunto: ¿dónde encuentran el alimento que necesitan?.
En unas ocasiones pasan por el cielo,
que cubre el Parque algún vuelo de palomas más numerosas, que vienen del Sur,
donde yo me pregunto: ¿de dónde sacarán su alimento estas infelices palomas?.
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