En el parque de Huesca, los Soufleurs.
Esta dulce mañana de principios del Otoño, me he
encontrado con un grupo, ¿de qué?. No lo
he sabido hasta que me han invitado a sentarme sobre uno de los hermosos bancos
de mosaicos árabes, dentro de la Rosaleda del Parque, en la que todavía lucen
unas rosas amarillas y otras rojas.
Iban damas y caballeros
vestidos de negro y con unos tubos, en sus manos, también negros, con los que
apuntaban al cielo, otras veces a algún compañero o compañera, de tal forma que
parecían representar un ejército en que sus miembros, se dominaran unos a
otros. Pero no era así, porque me invitaron a sentarme en uno de los citados bancos y pusieron en comunicación los
tubos negros, desde las bocas de unos
pregoneros y pregoneras a los oídos de los demás.
En un momento dado un
caballero me abanicó con un abanico también negro y ante tal signo, se pusieron
en mis oídos sus palabras a través de los tubos. ¿Qué decían?. Eran auténticas
poesías que hablaban de amor, lamentándose de la desaparición de las manos que
acariciaban al que recitaba la
poesía. Et toujours, avec ses
parapluies ouberts, regardaint sur le ciel, quand une dame disait :
siempre hay que apuntar hacia la luna porque, aún en caso de fracaso se llega a
las estrellas. Si el hombre siempre las ha mirado y aspira a llegar a ellas,
como ya ha llegado a la Luna y está
estudiando la forma de llegar a Marte.
Dicen que el cielo está
lleno de agujeros negros y por ellos desaparecerán aquellas estrellas que
contemplaban mis amigos, cuya amistad nos ganamos mutuamente en escasos
minutos.
Hoy día las artes y la poesía no
proliferan en el Mundo, pero estos amigos de Les Souffleurs son poetas y
poetisas vivientes, aunque van vestidos de negro.¡Tal vez lamenten con ese
color con que en Europa se han vestido los sacerdotes cristianos, la posible desaparición de las estrellas,
como desaparecieron las manos de la persona amada!.
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