Observando su salud, un tanto
deteriorada, pues he visto como se sienta en un velador muy alto, con sillas
también elevadas, que me ha dicho que lo hace así por las dificultades anatómico-físicas
que él mismo sufre. Yo observo “su soledad bajo cero”, ”acompañado y solo, muerto en vida. Enfermo de bondad.
Manipulando lo que queda de existencia consentida…y dormir sin
soñar…especulando, CONVOCANDO A SUS
DEMONIOS COTIDIANOS”.
Yo ignoro el Mundo de la Guerra,
pero ésta me ha enseñado a luchar y a tropezar con el enemigo y yo hombre que ha
luchado, en estos momentos, ”cuando el cuello ya no aguante con mi testa” debía
cortar aquellos recuerdos crueles e “imaginar grotescas formas de disfrazar
aquellas agonías”.
Recordando aquellas luchas “me
volví impertinente, sé que soy galán, queriendo ser decente, me quedé después
con mis ojos tristes y cesé de patán”. Y ahora después de tanta lucha “ me veo
necesitado de tan sólo un par de palabras, un “te quiero”. ¡Dios mío como pide
Juan Mantero, yo creo que al Señor: “Desgárrame el alma, si la encuentras. La
oferté en pública subasta y, rechazada vaga en almoneda, reclamando su cura.
Pero no existe medicina para el cáncer del alma. Y vaga, paraliza mis pies o desborda mi
estómago, haciendo que vomite mis versos más malditos. Después sube a mis ojos
y entonces eyaculo mis lágrimas amargas. Tú desgárrame el alma, si la
encuentras…”
Este hombre está arrepentido de
guerrear, obligado por el poder y sigue viviendo arrepentido de las tristes
consecuencias de las armas, pero su corazón está triste como se entristeció
todo el Mundo. Y en el fin de su obra tiene una gran Cruz, sobre una roca, con la que su corazón
implora a Dios que la Paz reine en los corazones de los hombres.
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