lunes, 17 de mayo de 2021

Mi sobrino Luis Manuel, ama el Mundo y a sus pequeños habitantes.-

 


                    Escultura realizada y pintada por mi hermano Luis Almudévar Zamora         

Yo tengo muchos recuerdos de mi sobrino Luis Manuel, de sus padres Luis y María Pilar Arnal y de sus dos hermanas Natalia y Marina. Nacieron en Bilbao, Puerto Marino, donde tenían un piso, iban a sus colegios y acompañados por su madre María Pilar Arnal, casi siempre esperando a su padre  Capitán de Barco. Cuando ya llevaba muchos años navegando, se quedó en el mismo Bilbao, trabajando en las tareas que requería su puerto. Pero un día, estando yo mismo escuchando la radio, quedé con mi corazón muerto, al escuchar a la Emisora, que habían explotado bombas en el puerto de Bilbao. Llamé inmediatamente a mi hermano Luis, que no se había enterado de la cruel noticia y se quedó absorto, extrañado y asustado.

Se le acabó aquella vida familiar en Bilbao, porque tuvo que volver a navegar por el Mundo, pero él, capaz de navegar por los desiertos mares, aguantó hasta que lo jubilaron.

Luis Manuel de una curiosidad humana indescriptible, aprendió inglés y todo lo que encontraba por el Mundo, le despertaba una gran curiosidad.

Bastaba  observarlo  cuando venía a Siétamo, como sentía una curiosidad de las serpientes que en la Era, debajo de los pajares, se sentaba encima de una piedra como asiento, frente a los agujeros por los que él había visto entrar o salir alguna culebra. Y en su humilde asiento esperaba ratos y ratos para poder ver y apoderarse de alguna serpiente, que debajo de la pared de la era, se había refugiado. El quería cazar alguno de esos animales, a los que se sentía atraído por su forma especial de vivir una vida, sin patas, que se desplazaba por la era reptando.

Su forma de ser le dotaba de fortaleza, para esperar el momento oportuno en que podría capturar a una de ellas. ¡Qué amor a la naturaleza tenía Luis Manuel, pues después de sentarse, como he dicho sobre una losa de piedra, era capaz de esperar no a su enemiga, la culebra sino a su amiga, para hacérsela compañera de la vida!. Yo como persona nerviosa no podía estar a su lado, pues no podía hablar con Luis Manuel. Solamente lo observaba y lo dejaba sólo, comprendiendo su paciencia. No me hablaba, pero me sonreía en tanto yo lo acompañaba.  

Dios había puesto en su corazón un atractivo hacia esas culebras y necesitaba vivir con ellas y dedicaba el tiempo que tenía para convivir con ellas, porque a él no le causaba soledad ni miedo en su corazón, sino que su presencia le hacía compañero en este Mundo de tan misteriosos animales. El Señor le había dado el poder convivir con ellas y él buscaba la ocasión de sentirse más cerca del Creador, conviviendo con las mismas.

La culebra es un animal misterioso y el diablo, adoptando un cuerpo serpentino, se presentó ante Adán y Eva para tentarles que comieran un fruto prohibido y a estos primeros hombres originarios de la humanidad, les hicieron perder la vida humana en el Paraíso. Pero mi sobrino Luis Manuel, sabía que las culebras no habían provocado la Expulsión de Adán y Eva del Paraíso y él estaba enamorado de la imagen original de tales animales. Y él centró su atención, la dirigió a las culebras y no podía hacer otra actividad que sentarse en una piedra frente a las paredes de los pajares en la era de Siétamo por cuyas bases, salían agujeros en los que se escondían las culebras.

 

                       Caricatura realizada por mi hermano Luis Almudévar.

Además de coger las culebras en la era, bajaba con su primo Mariano al río Guatizalema, donde mi hijo no podía ver dichas culebra y Luis Manuel las captaba prontamente.

 Su compañía no les faltó nunca, pues  su eterna sonrisa aliviaba la enfermedad, que padecía su madre María Pilar. Cuando mi esposa y yo estuvimos en Bilbao, su hija Natalia se preocupaba de que su madre fuera feliz.

Mi esposa y yo nos volvimos a Huesca y a los pocos días tuvimos que volver a participar en el funeral de María Pilar.

Luis mi hermano, ya estaba jubilado y pensó en vivir en su Tierra Natal y con su hija Natalia, vinieron a vivir al piso de Huesca. No estaba sólo, sino que le  hacía  compañía su hija Natalia, y él se dedicaba a colocar símbolos de la Navegación, en pequeños armarios, para poderlos contemplar. Construía barcos, que colgaba por diversas habitaciones familiares. Tenía muchos amigos, que lo hacían feliz a él, como él mismo los hacía a ellos y cocinaba preparando meriendas sabrosas, cuya preparación había aprendido en los barcos en el curso de sus viajes. Luis cogió uno de los soldados de plomo, ya medio destrozados por el juego y escribía artículos, que estaban llenos de humor, acompañados por una gran humanidad.

Cuando murió María Pilar, sus restos fueron llevados al Cementerio por su esposo Luis, acompañados por toda la familia. Cuando Luis murió, se incineró también su cuerpo junto con el de su esposa. En el Panteón de los Almudévar de Siétamo, permanecen juntos gozando del descanso eterno.    

Luis Manuel, hermano mayor de los Almudévar-Calvo, marchó de Bilbao a Málaga, donde ha vivido feliz con su trabajo y con su placer de convivir con pequeños reptiles en su casa. Marina, casada con el buen Gabriel, vive en Zaragoza, donde se ocupa de la educación de los niños. Natalia que mientras vivía su padre en Huesca, no lo abandonó. Y estando sola en la vida, se marchó a Madrid y después de casada con el buen Juanma, se trasladó a Barcelona,donde trabajó con su esposo , también abogado. Cuando van a Alicante a convivir con la familia de Juanma, los niños gozan, unidos a sus abuelos, de su clima y corren por debajo de los naranjos.

Han crecido su hijo y su hija y Natalia, sufre para que no sufran el niño y la niña.

Hoy Luis Manuel llega a Huesca y a Siétamo a rezar en la tumba por sus padres y yo animaré mi corazón al ver a Luis Manuel, que soñará estar junto a sus padres.       


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