sábado, 22 de mayo de 2021

Al Doctor D. Carlos Tordesillas.

 



Yo, no soy sabio, pero me han dicho otras personas conscientes de que el Doctor que trata mis años de vejez, es un Docto Sabio. Gabriel García Márquez, que murió en 2014, escribió:” El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado en la soledad”, pero esa soledad es el abandono del hombre viejo por los suyos, ya difuntos y el Doctor, al que me atrevo a llamar amigo mío, no quiere dejar al hombre en su soledad. Y me pregunta cosas de la vida ordinaria, como en qué día de la semana nos encontramos y yo, que ya no me preocupan, las actividades de cada día, no le sé responder, en que día, si lunes, martes o miércoles nos encontramos. Esa situación mía de ignorar en que día nos encontramos, al Doctor le preocupa y a mí me somete a una situación de “despiste en la vida”. ¿Se trata realmente de un despiste o de una falta de preocupaciones por los problemas de la vida, en que uno se da cuenta, de que se  está  acabando?.

Hay ocasiones en que yo acudo a su despacho, para que me dirija por el camino de la vida y yo acepto mis terminales ocasiones de prolongar mi vida y el Doctor juicioso, prudente, entendido, intelectual, sabiendo que todo tiene fin, se empeña en hacer durar mi vida con conocimiento. Yo sé que no se quedaría su sabiduría satisfecha de ver a un hombre, con su cuerpo todavía vivo, pero con un espíritu muerto.

Yo, como veterinario, cuando veía a un hermoso caballo, con su vida perdida, convertido en un cadáver, me encontraba sólo en el mundo, y mi amigo el Doctor, cuando me ve perdiendo el significado de las palabras, parece empeñarse en que vuelva mi memoria a hacer de este hombre una persona, que se vaya prolongando por el calendario de la vida.  

Me acuerdo del caballo del Doctor Tordesillas, al que contemplé en mi pueblo de Siétamo, montado por él mismo. Iba con varios caballistas, haciendo una excursión desde Huesca. Abrevaron sus caballos en el  abrevadero  de  Siétamo y estuve unos momentos conversando con él, que estaba montado sobre su caballo, despejando su espíritu de los trabajos de medicina semanales. Me alegré de ver al Doctor Tordesillas sonriente, montado en su caballo y recordé cuando me veía a mí mismo, montado en otro caballo alazán, que ahora no podría montar con tranquilidad.

En  Agosto  de 1978, en mi artículo:” El ballet de los caballos”, introduje un antiguo verso, que así canta: “Ay, cuanto de dolor-Está presente- Al infante valiente, - a hombres y a caballos, juntamente”. “Ahora el Doctor Tordesillas, unas veces juntamente y otras separadamente, sufre los dolores de su caballo y los de sus clientes, pero no puede disimular el gozo que le produce, montar a su caballo” y añade “la compenetración entre dos seres vivos (caballo y caballero), para mí constituye una amistad muchas veces superior a la que existe entre dos personas”.

Parece que el Doctor, que es un caballero y su caballo, en la “Plaza de la Vida”, se unen amistosamente, para defenderse de los ataques del toro bravo, que parece identificarse con la “Patología negra que ataca al Doctor Tordesillas y a su amado caballo”, que es el negro toro.

En la arena de la Plaza de Toros y en la arena de la Vida, el Doctor y su caballo, se unen para defenderse del Toro Negro, portador de las heridas y de la muerte, que puede provocar al Caballo y a su Caballero, las enfermedades y la muerte. “Hasta el caballo tiene elegancia y coquetería, arqueando el cuello y la cola, con sus crines trenzadas”.    

Pero el Doctor Tordesillas, estuvo en el pueblo de su mismo nombre y no amaba el trato que en dicho pueblo vallisoletano, le daban a un toro, sacrificándolo en público, para divertirse. En sus fiestas, al Doctor Tordesillas, no le gustó esa falta de respeto al “Juramento Hipocrático”

“Este Juramento es un catecismo del ejercicio de la Medicina, que ha sido respetado por el Universo a través de cien generaciones”. Dice este Juramento: “Para el tratamiento me inspiraré en el bienestar de los enfermos, en lo que yo pueda y sepa, jamás en daño suyo, ni con mala  intención”. Y en el Capítulo 5, dice: “Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte”.

Este Juramento de Hipócrates en favor del tratamiento amoroso a las personas, el DOCTOR TORDESILLAS lo extendía a los caballos, que con su nombre, forman con el hombre la unidad de los CABALLEROS.

El Doctor Tordesillas sigue cabalgando y yo voy  por la “Plaza de la Vida” y él se da cuenta de que poseo un desplazamiento lento, pero progresivo del cerebro, que afecta poco a poco mi memoria, mi capacidad intelectual e incluso mi comportamiento con él, que es un Doctor que piensa en el comportamiento del enfermo, ”para que su tratamiento se inspire en el bienestar de los enfermos, en lo que él pueda y sepa, jamás en daño suyo, ni con mala intención”.

En cambio yo, con mis ochenta y siete años, tengo un  trastorno   progresivo de mi cerebro, que afecta a mi memoria, a mi capacidad intelectual y ya habrá quien juzgue mi comportamiento.

Pero el Doctor Carlos Tordesillas se ha dado cuenta de que la “ribastigmina”, acompañada de otras fórmulas químicas, bloquea esas enzimas, ayudando a que aumente la acetilcolina en el cerebro, que afecta poco a poco, la capacidad intelectual, la memoria y el comportamiento.

Es un sabio Doctor Don Carlos Tordesillas y su sabiduría me transmita confianza en una larga vida, pero cuando me acuerdo del romance medieval , que dice: ”Ay, cuanto de dolor- Está presente- Al infante valiente,- Y a hombres y caballos, juntamente”, le deseo al Doctor Don Carlos Tordesillas, que siga siendo feliz, prolongando la vida de los hombres, y contemplando la vida de su caballo.

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