Yo, no soy sabio, pero me
han dicho otras personas conscientes de que el Doctor que trata mis años de
vejez, es un Docto Sabio. Gabriel García Márquez, que murió en 2014, escribió:”
El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado en la
soledad”, pero esa soledad es el abandono del hombre viejo por los suyos, ya
difuntos y el Doctor, al que me atrevo a llamar amigo mío, no quiere dejar al
hombre en su soledad. Y me pregunta cosas de la vida ordinaria, como en qué día
de la semana nos encontramos y yo, que ya no me preocupan, las actividades de
cada día, no le sé responder, en que día, si lunes, martes o miércoles nos
encontramos. Esa situación mía de ignorar en que día nos encontramos, al Doctor
le preocupa y a mí me somete a una situación de “despiste en la vida”. ¿Se
trata realmente de un despiste o de una falta de preocupaciones por los
problemas de la vida, en que uno se da cuenta, de que se está acabando?.
Hay ocasiones en que yo acudo a su despacho,
para que me dirija por el camino de la vida y yo acepto mis terminales
ocasiones de prolongar mi vida y el Doctor juicioso, prudente, entendido, intelectual,
sabiendo que todo tiene fin, se empeña en hacer durar mi vida con conocimiento.
Yo sé que no se quedaría su sabiduría satisfecha de ver a un hombre, con su
cuerpo todavía vivo, pero con un espíritu muerto.
Yo, como veterinario, cuando veía a un hermoso
caballo, con su vida perdida, convertido en un cadáver, me encontraba sólo en
el mundo, y mi amigo el Doctor, cuando me ve perdiendo el significado de las
palabras, parece empeñarse en que vuelva mi memoria a hacer de este hombre una
persona, que se vaya prolongando por el calendario de la vida.
Me acuerdo del caballo del Doctor Tordesillas,
al que contemplé en mi pueblo de Siétamo, montado por él mismo. Iba con varios
caballistas, haciendo una excursión desde Huesca. Abrevaron sus caballos en el abrevadero de Siétamo y estuve unos momentos conversando con
él, que estaba montado sobre su caballo, despejando su espíritu de los trabajos
de medicina semanales. Me alegré de ver al Doctor Tordesillas sonriente,
montado en su caballo y recordé cuando me veía a mí mismo, montado en otro
caballo alazán, que ahora no podría montar con tranquilidad.
En Agosto
de 1978, en mi artículo:” El ballet de
los caballos”, introduje un antiguo verso, que así canta: “Ay, cuanto de
dolor-Está presente- Al infante valiente, - a hombres y a caballos, juntamente”.
“Ahora el Doctor Tordesillas, unas veces juntamente y otras separadamente, sufre
los dolores de su caballo y los de sus clientes, pero no puede disimular el
gozo que le produce, montar a su caballo” y añade “la compenetración entre dos
seres vivos (caballo y caballero), para mí constituye una amistad muchas veces
superior a la que existe entre dos personas”.
Parece que el Doctor, que es un caballero y su
caballo, en la “Plaza de la Vida”, se unen amistosamente, para defenderse de
los ataques del toro bravo, que parece identificarse con la “Patología negra
que ataca al Doctor Tordesillas y a su amado caballo”, que es el negro toro.
En la arena de la Plaza de Toros y en la arena
de la Vida, el Doctor y su caballo, se unen para defenderse del Toro Negro, portador
de las heridas y de la muerte, que puede provocar al Caballo y a su Caballero,
las enfermedades y la muerte. “Hasta el caballo tiene elegancia y coquetería,
arqueando el cuello y la cola, con sus crines trenzadas”.
Pero el Doctor Tordesillas, estuvo en el pueblo
de su mismo nombre y no amaba el trato que en dicho pueblo vallisoletano, le
daban a un toro, sacrificándolo en público, para divertirse. En sus fiestas, al
Doctor Tordesillas, no le gustó esa falta de respeto al “Juramento Hipocrático”
“Este Juramento es un catecismo del ejercicio de
la Medicina, que ha sido respetado por el Universo a través de cien
generaciones”. Dice este Juramento: “Para el tratamiento me inspiraré en el
bienestar de los enfermos, en lo que yo pueda y sepa, jamás en daño suyo, ni
con mala intención”. Y en el Capítulo 5,
dice: “Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte”.
Este Juramento de Hipócrates en favor del
tratamiento amoroso a las personas, el DOCTOR TORDESILLAS lo extendía a los
caballos, que con su nombre, forman con el hombre la unidad de los CABALLEROS.
El Doctor Tordesillas sigue cabalgando y yo voy por la “Plaza de la Vida” y él se da cuenta
de que poseo un desplazamiento lento, pero progresivo del cerebro, que afecta
poco a poco mi memoria, mi capacidad intelectual e incluso mi comportamiento
con él, que es un Doctor que piensa en el comportamiento del enfermo, ”para que
su tratamiento se inspire en el bienestar de los enfermos, en lo que él pueda y
sepa, jamás en daño suyo, ni con mala intención”.
En cambio yo, con mis ochenta y siete años, tengo
un trastorno progresivo de mi cerebro, que afecta a mi
memoria, a mi capacidad intelectual y ya habrá quien juzgue mi comportamiento.
Pero el Doctor Carlos Tordesillas se ha dado
cuenta de que la “ribastigmina”, acompañada de otras fórmulas químicas, bloquea
esas enzimas, ayudando a que aumente la acetilcolina en el cerebro, que afecta
poco a poco, la capacidad intelectual, la memoria y el comportamiento.
Es
un sabio Doctor Don Carlos Tordesillas y su sabiduría me transmita confianza en
una larga vida, pero cuando me acuerdo del romance medieval , que dice: ”Ay,
cuanto de dolor- Está presente- Al infante valiente,- Y a hombres y caballos,
juntamente”, le deseo al Doctor Don Carlos Tordesillas, que siga siendo feliz,
prolongando la vida de los hombres, y contemplando la vida de su caballo.
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