jueves, 10 de septiembre de 2020

Entre la Catedral y el Museo, en lo más alto de Huesca.



Saliendo de la Plaza de la Catedral, entre la Antigua Universidad, que entregó al Conde de Aranda el título de Abogado y la Residencia de Sacerdotes, en otros tiempos convento de las Siervas de Dios, hemos  pasado por el Ayuntamiento  de la ciudad y por esa salida de la Plaza de la Catedral se  dirige uno a otra Plaza histórica, donde te encuentras, a tu derecha, con el antiguo Hospital, hoy convertido en parte de la Universidad. Al entrar en esta Plaza, a la que rodean el Palacio Real,  hoy Museo, el antiguo Seminario  y hoy una nueva Residencia Universitaria, se acuerda uno del antiguo Hospital. Me da la impresión de ver al, en aquellos pasados tiempos, al señor Del Cacho,  consolando  a los enfermos y a los heridos en aquel laberinto de camas de hierro. También recuerdo a mi hermano mayor Manolo, que hacía prácticas de medicina. Entre ese  desaparecido Hospital, hoy nuevo edificio al servicio de la  Universidad y el Seminario se alza una estatua de Don Santiago Ramón y Cajal,  que da la impresión de que está pensando, como lo hizo durante toda su vida y que parece que te recuerda el pasado  y te hace soñar con el futuro. Desde  aquel mirador se contempla,  hacia el Este, el Castillo-Monasterio de Montearagón.  ¿Cómo se plantea el problema del desarrollo,  entre la ruinas de ese Castillo y la cabeza pensante  de Ramón y Cajal, que allí se contemplan?.  Al salir de la Plaza Catedralicia y entrar en la Plaza del Museo,  da la impresión de despedirse de  la ciudad de Huesca, pues  parece que se apoderan de uno, los recuerdos del  Rey Don Ramiro el Monje. Si, fue la Campana de Huesca,  que con  esos sangrientos  restos humanos, la que dio impulso  a la Reconquista del Reino de Aragón. Se ha convertido aquella Casa Real en Museo Provincial, pasando por Instituto de Segunda Enseñanza,  mientras el Castillo de Montearagón,  parece que anuncia la decadencia del progreso en este Reino  aragonés.
En la calle intermedia entre la Plaza de la Catedral y la del Museo Provincial, el Viejo Seminario y el viejo Hospital convertido en apartado universitario, se ven casas misteriosas, porque inspiran visiones medievales y figuras humanas,  que allí vivieron y desaparecieron, como lo hizo mi amigo el agricultor Marcelino Ortas.  Murió éste, hace unos dieciocho años, pero siempre me acuerdo de sus conversaciones en el comercio de Escartín, en que me aconsejaba sobre los cultivos que yo realizaba en Siétamo. Su hijo se quedó huérfano,  pero de vez en cuando tengo la alegría de saludarlo.
 Pero  hace ya unos años, Luis Mairal, que fue yerno del difunto Marcelino, abrió un restaurante –bar  e hizo que sus veladores, estuvieran separados tan sólo  por una pista, por la que los coches entran en   la Facultad Universitaria,  que fue  antiguamente Hospital. Y  Luis tiene organizado el funcionamiento de su  Restaurante - Bar, en ambas partes de la calle, pues frente a él, su amigo  el Arquitecto Don Eduardo Cuello Oliván,  ha autorizado a Luis, a crear esa terraza con sus veladores, que acabo de nombrar. Sentados  alrededor de ellos, encuentran el placer de tomar un café o una cerveza, contemplando las antiguas piedras de sillería, con las que formaron una base para cuidar, un árbol, que da frescura a los que allí se sientan a descansar.  En la casa de al lado asoma y se puede tocar un arco gótico, que como he dicho, parece conservar el misterio antiguo de aquel, antes corral y vivienda  y ahora acoge a los hombres y mujeres, que se sientan en sus veladores.  
En las paredes de la casa de al lado,  que fue de Rodrigo López y  fue  funcionario municipal, está colgado un cuadro, con el que Angel Claver Estaún, parece que quiso dar actualidad a los antiguos  hombres ilustres de Sieso de Huesca y de esta misma ciudad. Este cuadro representa a su tatarabuelo Don Juan Claver y Falces, que fue Catedrático de Derecho en Zaragoza y Diputado de Aragón.   
He dicho que  en esta calle, se intuyen viejos tiempos en sus construcciones, pero yo no esperaba encontrarme con  mi pariente Angel Claver Estefanía, en la parte más alta de Huesca. Me acordé, al verlo, de su padre Angel Claver Torrente, que me contó como para la Guerra Civil, entró en la  cripta, donde están enterrados los Lastanosa y el gran naturalista Azara. ¡Cómo sentía la necesidad de descubrir los misterios de aquella calle y de las dos Plazas, de la Catedral y del Museo!.  El señor don Alfonso Buil Aniés del Castillo de San Román de Morrano, en la Sierra de Guara, me contó como una tía suya se casó con un Claver.
El padre de Angel, llamado Joaquín Claver y Falces hablaba con mi padre sobre su parentesco, que tuvieron, con  Claver, que bajando de la Montaña se casó en Sieso con  Violante Almudévar. Este Claver era descendiente directo de los que ganaron, en Huesca, la Batalla del Alcoraz.
El tatarabuelo de Angel, representado en el cuadro que colgó en el espacio donde se extienden los veladores, fue por los años próximos a 1804, Catedrático de Derecho y Diputado de Aragón, en Zaragoza. Yo he escrito sobre el misterio que me inspiraban los edificios de la calle, pero ahora me encuentro con Angel Claver, que cuelga el cuadro, que representa  a su antepasado, al  lado de una casa, donde se ven arcos góticos. No puedo menos que recordar a Angel Claver, cuando,  durante la Guerra Civil, exploraba la cueva, que desde la Catedral,  no se sabe a  dónde  iría.
En presencia de Angel Claver y de un señor castellano, cuyo amor al pasado lo unía a nuestras ilusiones , me invitó Luis Mairal a contemplar el interior de la casa de enfrente  de su Bar. Una vez dentro de ella, se revelaba su carácter medieval, porque se alzaban dos arcos  góticos, que con los puntos de sus ojivas, señalaban el cielo. Según la opinión de los que los han admirado alguna vez, son arcos del siglo XIV, como los que se encuentran, bajando casi verticalmente a la calle de Pedro IV, en las ruinas de la iglesia de la Magdalena. 
Los hermanos Mairal de apellido aragonés, que equivale a Mayoral en lengua  castellana, también tienen sensibilidad para pensar en el pasado, pues en su Bar, en lugar de colocar colgadores de ropa, han instalado dos “oncins” aragoneses, que antes soportaban la carga que se colocaba sobre los asnos y ahora,  se ven orgullosos de que de ellos cuelguen, las ropas de los clientes de este antiguo y moderno Bar, al mismo tiempo.
Tienen los hermanos Mairal un cliente nacido en Siétamo, que como los que admiran este Bar-Restaurante, se quedó cerca de los cielos, al ver en una procesión, que recorría la Paul de su pueblo, como en lo alto, aparecía una Cruz, que dejó admirados a los sietamenses.
Pero no hace falta que se aparezca esa Santa Cruz, sino que los ciudadanos de Huesca, suban a su parte alta a contemplar la Ciudad Vieja, mientras beben un vaso de buen vino.

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