Saliendo de la Plaza de la
Catedral, entre la Antigua Universidad, que entregó al Conde de Aranda el
título de Abogado y la Residencia de Sacerdotes, en otros tiempos convento de las
Siervas de Dios, hemos pasado por el
Ayuntamiento de la ciudad y por esa
salida de la Plaza de la Catedral se dirige
uno a otra Plaza histórica, donde te encuentras, a tu derecha, con el antiguo
Hospital, hoy convertido en parte de la Universidad. Al entrar en esta Plaza, a
la que rodean el Palacio Real, hoy
Museo, el antiguo Seminario y hoy una
nueva Residencia Universitaria, se acuerda uno del antiguo Hospital. Me da la
impresión de ver al, en aquellos pasados tiempos, al señor Del Cacho, consolando
a los enfermos y a los heridos en aquel laberinto de camas de hierro.
También recuerdo a mi hermano mayor Manolo, que hacía prácticas de medicina.
Entre ese desaparecido Hospital, hoy
nuevo edificio al servicio de la Universidad
y el Seminario se alza una estatua de Don Santiago Ramón y Cajal, que da la impresión de que está pensando,
como lo hizo durante toda su vida y que parece que te recuerda el pasado y te hace soñar con el futuro. Desde aquel mirador se contempla, hacia el Este, el Castillo-Monasterio de
Montearagón. ¿Cómo se plantea el
problema del desarrollo, entre la ruinas
de ese Castillo y la cabeza pensante de
Ramón y Cajal, que allí se contemplan?.
Al salir de la Plaza Catedralicia y entrar en la Plaza del Museo, da la impresión de despedirse de la ciudad de Huesca, pues parece que se apoderan de uno, los recuerdos
del Rey Don Ramiro el Monje. Si, fue la
Campana de Huesca, que con esos sangrientos restos humanos, la que dio impulso a la Reconquista del Reino de Aragón. Se ha
convertido aquella Casa Real en Museo Provincial, pasando por Instituto de
Segunda Enseñanza, mientras el Castillo
de Montearagón, parece que anuncia la decadencia
del progreso en este Reino aragonés.
En la calle intermedia entre la
Plaza de la Catedral y la del Museo Provincial, el Viejo Seminario y el viejo
Hospital convertido en apartado universitario, se ven casas misteriosas, porque
inspiran visiones medievales y figuras humanas,
que allí vivieron y desaparecieron, como lo hizo mi amigo el agricultor
Marcelino Ortas. Murió éste, hace unos
dieciocho años, pero siempre me acuerdo de sus conversaciones en el comercio de
Escartín, en que me aconsejaba sobre los cultivos que yo realizaba en Siétamo.
Su hijo se quedó huérfano, pero de vez
en cuando tengo la alegría de saludarlo.
Pero
hace ya unos años, Luis Mairal, que fue yerno del difunto Marcelino,
abrió un restaurante –bar e hizo que sus
veladores, estuvieran separados tan sólo
por una pista, por la que los coches entran en la
Facultad Universitaria, que fue antiguamente Hospital. Y Luis tiene organizado el funcionamiento de su
Restaurante - Bar, en ambas partes de la
calle, pues frente a él, su amigo el Arquitecto
Don Eduardo Cuello Oliván, ha autorizado
a Luis, a crear esa terraza con sus veladores, que acabo de nombrar.
Sentados alrededor de ellos, encuentran
el placer de tomar un café o una cerveza, contemplando las antiguas piedras de
sillería, con las que formaron una base para cuidar, un árbol, que da frescura
a los que allí se sientan a descansar. En
la casa de al lado asoma y se puede tocar un arco gótico, que como he dicho,
parece conservar el misterio antiguo de aquel, antes corral y vivienda y ahora acoge a los hombres y mujeres, que se
sientan en sus veladores.
En las paredes de la casa de al
lado, que fue de Rodrigo López y fue
funcionario municipal, está colgado un cuadro, con el que Angel Claver
Estaún, parece que quiso dar actualidad a los antiguos hombres ilustres de Sieso de Huesca y de esta
misma ciudad. Este cuadro representa a su tatarabuelo Don Juan Claver y Falces,
que fue Catedrático de Derecho en Zaragoza y Diputado de Aragón.
He dicho que en esta calle, se intuyen viejos tiempos en
sus construcciones, pero yo no esperaba encontrarme con mi pariente Angel Claver Estefanía, en la
parte más alta de Huesca. Me acordé, al verlo, de su padre Angel Claver
Torrente, que me contó como para la Guerra Civil, entró en la cripta, donde están enterrados los Lastanosa y
el gran naturalista Azara. ¡Cómo sentía la necesidad de descubrir los misterios
de aquella calle y de las dos Plazas, de la Catedral y del Museo!. El señor don Alfonso Buil Aniés del Castillo
de San Román de Morrano, en la Sierra de Guara, me contó como una tía suya se
casó con un Claver.
El padre de Angel, llamado
Joaquín Claver y Falces hablaba con mi padre sobre su parentesco, que tuvieron,
con Claver, que bajando de la Montaña se
casó en Sieso con Violante Almudévar.
Este Claver era descendiente directo de los que ganaron, en Huesca, la Batalla
del Alcoraz.
El tatarabuelo de Angel,
representado en el cuadro que colgó en el espacio donde se extienden los
veladores, fue por los años próximos a 1804, Catedrático de Derecho y Diputado
de Aragón, en Zaragoza. Yo he escrito sobre el misterio que me inspiraban los
edificios de la calle, pero ahora me encuentro con Angel Claver, que cuelga el
cuadro, que representa a su antepasado, al
lado de una casa, donde se ven arcos
góticos. No puedo menos que recordar a Angel Claver, cuando, durante la Guerra Civil, exploraba la cueva,
que desde la Catedral, no se sabe a dónde iría.
En presencia de Angel Claver y de
un señor castellano, cuyo amor al pasado lo unía a nuestras ilusiones , me
invitó Luis Mairal a contemplar el interior de la casa de enfrente de su Bar. Una vez dentro de ella, se revelaba
su carácter medieval, porque se alzaban dos arcos góticos, que con los puntos de sus ojivas,
señalaban el cielo. Según la opinión de los que los han admirado alguna vez, son
arcos del siglo XIV, como los que se encuentran, bajando casi verticalmente a
la calle de Pedro IV, en las ruinas de la iglesia de la Magdalena.
Los hermanos Mairal de apellido
aragonés, que equivale a Mayoral en lengua
castellana, también tienen sensibilidad para pensar en el pasado, pues
en su Bar, en lugar de colocar colgadores de ropa, han instalado dos “oncins”
aragoneses, que antes soportaban la carga que se colocaba sobre los asnos y
ahora, se ven orgullosos de que de ellos
cuelguen, las ropas de los clientes de este antiguo y moderno Bar, al mismo
tiempo.
Tienen los hermanos Mairal un
cliente nacido en Siétamo, que como los que admiran este Bar-Restaurante, se
quedó cerca de los cielos, al ver en una procesión, que recorría la Paul de su
pueblo, como en lo alto, aparecía una Cruz, que dejó admirados a los
sietamenses.
Pero no hace falta que se
aparezca esa Santa Cruz, sino que los ciudadanos de Huesca, suban a su parte
alta a contemplar la Ciudad Vieja, mientras beben un vaso de buen vino.
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