Dicen que
después de los años mil, vuelven a las aguas por donde solían ir; viene esto a
cuento porque después de casi cien años que los lobos desaparecieran de nuestra
provincia aragonesa y ahora los quieren volver a soltar.
Hay a quien le
resultan simpáticos los lobos y sus razones tendrán, como las tendrán, como las
tenía Rodriguez de la Fuente, que, en
sus películas aparecía jugando con ellos, supongo que después de
haberlos puesto bien “fartos”, como los domadores de leones los hartan de carne
antes de hacer sus exhibiciones en el circo.
No sé que
razones alegarán los que los quieren soltar para que se alimenten con los
ganados de otro o con su carne, pues
nuestros mayores nos cuentan como se comieron a un joven que volvía del
Servicio Militar, allá en Colungo, o a una patrulla de carabineros ,en Somanés,
durante una noche de nieve, en
que, sus fusiles de chispa, cargados por la boca, no disparaban a causa de la
humedad que impedía arder a la polvora.
El lobo es
merecedor de amor y simpatía por ser criatura de Dios como San Francisco de
Asís nos enseñó, llamándolo hermano.
En la ciudad de
Aguvio,en Italia, apareció un lobo feroz que tenía asustada a la población y el
santo hizo un pacto con él, llegando a “darse la mano” y desde entonces ya no
hizo daño a nadie, pero la clave concreta de tal prodigio consistió en que la
población se comprometió a tenerlo bien mantenido. Así lo hicieron y el lobo
murió de viejo con gran sentimiento de todos. Quedó demostrado que con la tripa
vacía no hay alegría y patente
que el que quiera poner lobos en su
vida, les de carne y otros alimentos
Ustedes se
acordarán de qué la Sociedad de Cazadores daba premios en metálico por cazar
alimañas, pero pocos se acuerdan de que, cuando no existía esa Sociedad, los
vecinos de los pueblos daban dinero, huevos, harina o carne al que cazaba un
lobo.
En un pueblo de
la Montaña, un labrador dijo a su criado, un tanto infeliz: “Vamos a cazar un
lobo, le sacaremos la piel e iremos por los pueblos a sacar “a costra”. Se
dirigieron a una lobera, que había e Monte Uruel y al llegar a ella, le dijo el
amo al “misache”: “mete la cabeza por ese agujero?¿ y mira si hay lobicos”. El buen zagal la metió con apuros
pero no la pudo sacar, porque las orejas se abrieron, haciendo de tope. Empezó
a chillar preguntando ¿qué hacemos ahora?, “no te preocupes- le respondió el
amo, le respondió el amo”,ya voy a Jaca a comprar un pico”. Al preguntarle que
debía hacer si llegaba el lobo, le dijo que se bajara los pantalones, que no le
haría nada y añadió : “ los lobos tienen el morro frío, ya lo notarás cuando te
olfatee el culo”.El hombre simuló que se iba, pero en llegar a hacerlo,cogió un
palo, le puso en la punta nieve apretada y le tocó en sus desnudeces. El mozo,
al notar ese frío, se creyó que ya había llegado el lobo y presa de pánico,
pegó un “esbrunce” y sacó la cabeza llena de arañazos. El amo, exclamó todo
satisfecho, ¡ ya no tengo que ir a buscar el pico!.
Lo mismo cuentan
de una pareja de Loporzano, pero el hecho tuvo lugar en Montearagón,donde la
falta de nieve no fue inconveniente para usar el procedimiento del palo, al que
se puso cieno del fondo de una balsa, que aunque no tan frío, tuvo los mismos
efectos.
Así que ya lo
sabe, si quiere poner un lobo en su vida,cómprele “pizca”, aunque está cara.
Antes la gente la comía para las fiestas y ahora los lobos la comerán todos los
días.
Señal segura de
que la vida marcha.
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