Estos días se han instalado en el
Parque, varias garitas para recreo de los niños. Aquella tarde una multitud de
ellos, acompañados por sus padres, entraban y salían de ellas. Había espacios
bajo el cielo, en que algunos jugaban y otros pintaban sus inocentes cuadros, llenos
de ingenuidad. Pero noté un defecto en la discriminación que se hizo a los
ancianos. En una de las entradas de las garitas, dos bellas jóvenes, estaban
encargadas de la entrada del público. No sé quien les daría las normas a
seguir, pero me di cuenta de que cuando un abuelo de Loporzano, elegante y bien
vestido, quiso entrar, las dos “Marichuanas” le preguntaron: ¿está usted
invitado?, y al contestarles que no había recibido ningún documento, ni del
ayuntamiento ni del “banco”, cuyas siglas se ostentaban sobre las entradas a
dichas garitas, le respondieron las dos a coro: entonces no puede usted entrar.
Así como la verdadera “Marichuana, quereba y no quereba”, estas “lindísimas
señoritas”, manifestaron sin dudas que no “quereban” viejos, que los “quereban”
jóvenes, es decir niños con sus también jóvenes padres, pero los abuelos que se
mueran, que sólo sirven para hacer estorbo.
Como aquel matrimonio joven, que
al “agüelo” no lo querían en casa y lo metieron en una residencia de ancianos.
Claro está que en estos difíciles tiempos, perdieron sus puestos de trabajo y
lo fueron a buscar, decían que para cuidarlo, pero en realidad era para
mantenerse con su paga.
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