Yo , me acuerdo de la Guerra Civil, pero
no necesito escribirla , porque ya lo hicieron otros, como los Trisán de
Fañanás y mi doble pariente Jesús Vallés Almudévar
Los hermanos Trisán Viñuales del pueblo
de Fañanás, que limita al Norte con Siétamo, estuvieron luchando en la
Guerra Civil del año de 1936. Y fue la Guerra, no entre dos países distintos,
sino entre los mismos españoles, ya que Antonio, se puso en contacto con la
Cruz Roja, que hizo posible la liberación del “hermano republicano”. Lo mismo
pasó entre los hermanos Buil Aniés de San Román de Morrano, que uno estuvo de
oficial con los republicanos, en Barcelona y Alfonso Buil con sus trece años,
acompañado de su padre, cultivando la tierra en San Román, encima
de Casbas. El hermano republicano salvó la vida a sus hermanos de la
Sierra de Guara, pues Alfonso Buil estaba estudiando para ser sacerdote
jesuita, en Huesca, de donde se subió a San Román, pueblo de su familia, que
fue dominado por los gubernamentales y los sindicatos.
Y Francisco Trisán, con el que
tuve una fuerte amistad, que conducía un camión del Ejército de Huesca y que
llegó a Siétamo, después de que el Teniente de la Guardia Civil Manuel Lahoz,
que dirigió las tropas durante la noche y la madrugada del día 29 de Agosto,
consiguiera provocar la retirada a aquellos sindicalistas, unidos al
Gobierno, que habían ocupado las primeras casas de Siétamo. En su llegada a
Siétamo, entró en Casa Almudévar, de donde habíamos escapado a Huesca, toda la
familia, acompañados por otros muchos vecinos del mismo pueblo. En mi casa se
dio cuenta de la soledad en que había quedado, y, en lugar de recoger cuadros u
otros objetos de valor, en un saco introdujo todos los papeles
antiguos, como escrituras y documentos relacionados con el Conde de
Aranda y las distintas familias de Siétamo, como la de los Azara, Benedé
y varias otras. Llevó Francisco Trisán el saco a la Farmacia de Llanas, donde vivía
casada mi tía Pilar Almudévar. Y gracias a mi futuro amigo, pues yo tenía cerca
de seis años, he podido, con la colaboración de mi padre Manuel Almudévar
Casaus, recordar, tiempos pasados de la historia de Siétamo. Pero yo no sé si
Francisco Trisán hizo él solo o en compañía de su hermano Antonio, la visita a
nuestra desierta casa Almudévar, pero creo que la harían unidos, contando
después, cada uno de ellos, sus recuerdos y sus impresiones. El día 29 de
Agosto de 1936, los sindicalistas unidos a los gubernamentales, entraron en
Siétamo, donde sólo ocuparon las primeras casas. Pero los sublevados, volvieron
a conquistar el pueblo y éste no cayó en poder total de los gubernamentales, a
los que gobernaban los anarquistas, entre otros. Durruti se buscó un
despacho en mi casa, donde estuvo poco tiempo, por acudir a Madrid, donde
murió.
Francisco Trisán Viñuales estaba
casado con una hermana de Ciria de Arbaniés, con el que yo, tenía
amistad.
Al hermano de Francisco, el
escritor Antonio Trisán Viñuales, no he tenido la suerte de conocerlo, pero en
mis manos cayó su libro “Así fue…No sucumbí” y en él leí, lo mejor que se ha
escrito sobre la Guerra en casa Almudévar, en toda mi vida. Dice así:”En
la Plaza (de Siétamo), hay una casa señorial saqueada y una iglesia. Esta ha
sido como todas, el blanco de las iras; en su portal queda un parapeto de
sacos; en el interior dos cadáveres de los últimos defensores.
(Hay que recordar que estos hechos
ocurrieron en la reconquista de Siétamo el 28 y 29 del mes de Agosto de 1936).
Por todo el pueblo, la legión con sus cantos y sus disputas. En el centro de la
Plaza está el monumento obligado a estos pueblos del Alto Aragón: La Clásica
cruz de piedra con su escalinata. Recostado en ella, Gibbs y su pipa…
Mientras la tropa vivaquea alegremente,
me dedico a dar un vistazo por la casa y por la iglesia, que parecen más
castigadas. La capilla es pequeña, de un estilo indeterminado……Hay dos
imágenes, patronas del lugar. La primera representa a San Pedro; es una talla
corriente, de proporciones naturales, vestido de Obispo, con las clásicas
llaves del cielo.
Ilustre portero que has de visar nuestro
salvoconducto, cuando emprendamos el último viaje ¡Hossana, ¡Hossana!.
Acuérdate de este soldado que mientras el resto de sus compañeros bebía y comía
en un festín bárbaro sobre las ruinas de tu lar, sintió la dulce necesidad de
penetrar en los misterios de tu arcano.
La otra imagen es una virgencita de
rostro regordete y lleva un Niño Jesús muy diminuto entre sus brazos. Tiene un
nombre evocador, hermoso: ¡La Virgen de la Esperanza!.
Se han salvado del sacrificio sacrílego;
así lo demuestran esos jarrones de cerámica pintarrajeados, llenos de rosas y
de albahaca que son ofrendas de mozas, mayoralesas y casaderas.
Penetro en la sacristía, las ropas del culto
están tiradas por el suelo. Alguien buscó el eterno tesoro del cura rural.
¡Error de cálculo!. Sólo había ropajes litúrgicos: capas pluviales de más vista
que valor y un “cepillo” con un poco de dinero, contribución de los fieles para
las “ánimas del purgatorio”, como reza la inscripción. Tesoro,
¡ja...ja…ja¡. A lo sumo un mezquino paraíso de calderilla.
Hay una penumbra suave; tan suave que no
he visto al entrar un charco de sangre negra al pie del altar mayor. Un
defensor herido se debió arrastrar hasta aquí en un supremo esfuerzo. ¡Ya no
estaba el héroe tan lejos de su Dios y de su gloria!.
Yo, pensando en la religiosidad de
mi madre que no sabe donde estoy, mascullo una plegaria a esta imagen lugareña,
que debiera ser en estos días tristes y solemnes, nuestra dulce patrona: ¡La
Virgen de la Esperanza!.
Sin la esperanza, el mundo: ¿Qué sería?.
Se han desbordado las pasiones en esta
casa solariega; tiene pinta de casa patricia, solaz de mayorazgos y refugio de
los pobretes. En la amplia fachada, un escudo tallado en piedra con las armas
de los Almudévar, familia linajuda del Alto Aragón. En el patio ya lleno de
tropas, algarabía debida al vino noble que los combatientes han encontrado en
un torreón de lo que fue castillo del Conde de Aranda, y que el abuelo de esta
casa tenía en estima. En el primer piso, muebles, ropas y vajillas en revuelta
confusión. No ha quedado alacena ni arquimesa sin abrir.
¡Han pasado los bárbaros!.
Restos de lo que fue comedor familiar;
dos pequeños rimeros con libros vacíos; éstos sobre la mesa medio abiertos,
medio rotos: Galdós, el Duque de Rivas, Rubén…por el santo suelo.
Un solo volumen ha quedado en el
estante: Los “Epigramas” de Silvio Kosti con una dedicatoria magnífica del
autor. Reza así: “Al ilustre tío Manuel, Mayorazgo y jefe de mi estirpe. Silvio
Kosti.
Contiguo al comedor, profanado con latas
de sardinas y panes de munición, que fue el festín de la Horda, hay una sala
amueblada con gusto. Entrando se ve una foto de un caballero de unos sesenta
años, de buen aspecto. No puede ser otro que el abuelo a que alude Kosti. Así
lo proclaman su aspecto noble y su bigote blanco y legendario. ¡Ah, si él
volviera por aquí y viera todo esto!. Sus manos patricias que empuñaron la
esteba en su mocedad, hubiera retorcido el gaznate a la canalla.
¡Una casa que tiene historia de siglos,
destruida en pocos minutos!.
Hay un piano con la tapa levantada y
sobre el atril música de Straus: un vals vienés.”El último corsario”. He aquí
una de tantas incongruencias de los hombres. Por un lado, la horda destrozando
la poética quietud de esta casa…Y otro bárbaro, enamorado de la música,
arrancando al piano las voluptuosidades de este vals cien por cien.
No hay armario sano. Ni un vaso, ni nada
a excepción de esta habitación que permanece sin destrozos. Ya al salir, en una
rinconera magnífica, hay abandonado un estuche de pintura, con su paleta, sus
colores y sus pinceles.
Pues bien, aprovechando este mensaje, un
“focín” como se dice en Aragón, pintó en el tocador de puro estilo español
antiguo, sobre la luna, las letras de rigor .U.H.P.
Muy bien, muy bien…Yo opino que sí, que
debemos unirnos, hermanos proletarios, pero no para esto sino para hacer el
bien y conseguir la mayor cultura general.
Salgo y cierro la puerta. Lo único que
ha quedado intacto, no debe verlo nadie. Además está dentro vigilante desde su
arco, el lejano abuelo, el jefe de la estirpe de los Almudévar.
Tomo como recuerdo el volumen de Kosti y
salgo a la calle. Sigue la alegría. He de buscar a mi mascota, a mi viejo
compañero”.
¡Cómo describe Antonio Trisán Viñuales
esas melopeas de los que están en el límite de sus posibilidades alcohólicas!.
Los Almudévar eran productores de vino y en el palacio del Conde de Aranda,
encerraban unos seiscientos mil litros. Como es lo que pasa en las luchas, que
beben los hombres, porque quieren hacer huir el dolor que producen las muertes
y aumentar su valor para seguir luchando.
Antonio Trisán describe con realismo
que: “el vino se nota en el ambiente. Cantan los soldados esas
melopeas de los que ya están en el límite de sus posibilidades alcohólicas.
Encuentro al viejo algo mareado. La faja
le cuelga hasta el suelo y se apoya en su fusil como en un cayado. Al verme
intenta justificarse.
--Pero, ¿También, usted abuelo?
--Mira, hijo… comer, beber y…nada
más.
--Ya, ya, me sé de memoria la canción-le
digo mientras lo siento en la cruz de la plaza.
Ya es tarde, las ocho de la noche.
Brillan las estrellas intensamente y del campo llegan con la humedad de la
noche aromas de heno y de flores, como un “canto de vida y de esperanza”.
Es la naturaleza, pródiga, embriagadora,
que me dice al oído: ¿Qué culpa tengo yo de vuestras locuras?.
Efectivamente…Ninguna.
Ronca el viejo, feliz en su borrachera y
siguen los cantos un buen rato. Al fin, todos se cansan y se tumban como pueden
y en donde se encuentran.
Para algunos, esta noche ya es la última
que viven al raso…
Mañana hemos de enterrar nuestros
muertos en el cementerio del lugar.
¡Victoria!, ¡Victoria…!. Eres la deidad
suprema que reinas sobre todo y sobre todos…Hasta sobre los muertos. Y tu
hálito da vida a las nuevas generaciones, que oirán hablar de estos
sacrificios, como de un cuento de Grimm…
Abro la cabina de mi camión y hago de
ella y con ella, juegos del espíritu. Esta noche perfumada, sobre estas ruinas,
sobre estos muertos, arrullados por las emociones, es para mí, con su único
asiento, una alcoba nupcial.
Nuestro nido, allá en el pueblo natal
(el inmediato Fañanás), también saqueado, está vacío”.
¡Cómo quería Antonio a su esposa. Basta
leer estas frases suyas, cuando dice ”Comemos en paz de Dios. Tengo ganas de
echar la siesta en mi cama. ¡Dormir en cama!, parece un sueño…Veo a mi mujer
feliz. ¡Qué lejos están las trincheras!”. En la página 65 y 66, de su libro,
“Así fue… No sucumbí”, dice: “Soy de por aquí y ese paisaje me es familiar”.
Cuenta los hechos de la Guerra en Siétamo, que son impresionantes e igual que
él, los sentía fuertemente, yo también, porque mi padre me contó la
muerte de un soldado de dieciocho años.”Todo un poema. De dolor, desde luego.
Aparecen muertos y más muertos, que el enemigo tuvo en la retirada… Un buen
mozo de dieciocho años arrastrado a esta locura de la Guerra Civil”.
El autor de este relato de la Guerra
Civil, declara en el prólogo de la obra, con letras mayúsculas.”COINCIDE
LA TERMINACIÓN DE ESTA NOVELA CON EL FIN AL DE AÑO 1937”. Lo publicó en 1987,
en Gráficas MAPA,S, C.-Calle las Fuentes,4. BARBASTRO.
Antonio Trisán Viñuales, fue un Maestro
altoaragonés jubilado, que como él mismo escribe:”he pretendido reflejar la
vida en las trincheras, en el frente de Huesca”. Como Maestro tuvo una
conciencia limpia, amante de la sencillez y enemigo de la violencia. Se vio envuelto
en la aventura de la muerte física de los cuerpos humanos y en la muerte de la
vida pacífica y trabajadora del pueblo. Ha vivido, después de jubilado en
Esquedas, y ahora podemos meditar sobre su visión de una vida humana
pacífica y justa.
Pero en los recuerdos de aquella Guerra
salvaje, destacan con los Trisán de Fañanás, los de su paisano Jesús Vallés
Almudévar, que con sus catorce años empezó a escribir el diario
de
su vida. Era paisano de Antonio y de Francisco Trisán Viñuales y era doble
pariente mío, porque el apellido Vallés de Castilsabás, lo llevaba mi abuelo,
en cuyo retrato se fijó Antonio Trisán en su visita a nuestra casa. El apellido
de Almudévar,que era el de su madre, la hacían prima hermana de mis antecesores
de Siétamo. Este Diario lo conservó el sacerdote Jesús, durante toda su vida y
pocos meses antes de morir, me lo entregó, para que recordara con él, las
miserias de aquella Guerra Civil. A él mismo, en Fañanás, se le llevaron
a su madre y a su hermano, casi de la misma edad que la suya, a Bespén y al
lado de la carretera, los fusilaron.
El día treinta y uno de Julio de 1936.
Luis desde Fañanás y yo en Siétamo,escuchamos u tiroteo imponente.”Era por
Siétamo, pero parecía que estaban a cien metros.Han tirado muchos cañonazos
seguidos y desde arriba se veía la polvareda que levantaban.Después ha pasado
la aviación.Han dado unas vueltas por encima de Siétamo bombardeando y luego se
han ido hacia Huesca”. Yo en los mismos momentos que Luis observaba como bombardaban
en Siétamo, pues fue este día el que me hizo escuchar los ruidos de la Guerra,
fui introducido en la bodega de la iglesia vecina, con todos los vecinos y
familiares míos. Allí estuvimos muchas horas,mientra lloraba mi amigo Rafael y
mi tía Lisa, hermana de mi padre,iba a casa para traer alimentos para los
acogidos en dicha bodega.Ya bastante tarde,se dejaron de escuchar el día 18 los
ruidos de guerra y bajamos a la carretera, donde un camión nos recogió y nos
llevó a Huesca, de refugiados. Jesús , el día siguiente, dos de Agosto,
escribió en su Diario:”Ha corrido la noticia de que había caído Siétamo”.
Nosotros fuimos a alcanzar la libertad, pero Jesús, escribió el día 7 de
Agosto:” Hablan de libertad y no puedes hacer ni decir nada de lo contrario que
ellos quieren”.”Se oyen muchos cañonazos”. El día 18 de Agosto , escribió Jesús
“Mi hermano Luis cada día está más inquieto y preocupado aunque trata de
disimularlo,con chirigotas y con buen humor…Hace ya unos días que no duerme en
casa. Cree que es la hora en que van a buscar a las víctimas y le asusta que lo
maten por la noche…Mamá pasa las noches en vela pensando siempre lo peor
y no descansa hasta que no lo ve de nuevo en casa.Los veinte años de mi hermano
Luis le harán estar tenso y cualquier golpe de viento moviendo llas ramas de
los árboles ( tras de los cuales se esconde),le hará sospechar que lo han
descubierto y van a por él… El día 23 de Agosto, dos milicianos preguntan por
el señorito Luis.Bajó mi hermano rápidamente.-Que venga también la madre.”
Se pasaron unos días terribles,pues la
madre ,le decía a Jesús:”Se valiente,cuídate y come mucho.Ten confianza y
esperanza que todo acabará bien. No olvides que hay Providencia…Sí, mamá y hay
un Dios…”. El día 29 de Agosto “En el escenario de la plaza irrumpió la figura
menuda y vivaracha de Juané , el alguacil. Dejó oir el sonido chillón de su
trompeta-cuerno y a continuación, con su voz más vibrante, cantó su pregón:-De
orden del Comité…hago saber…que se va a proceder… al juicio… de la Viuda de Vallés…y
de su hijo…que acudan todos al granero…del obispo…”.
“Del juicio sé que fue una farsa más,
tal vez un juego, una diversión, aunque lo hicieron con visos de seriedad…
Se les acusó de hacer señales con linterna al frente “fascista”de
Siétamo…Salieron testigos que declararon haber visto una luz en una ventana, no
sabían si era de vela o de linterna. Las pruebas, unas linternas sin pilas, que
encontraron durante un registro. El abogado “defensor” se negó a defender a
Luis. Dijo que no tenía defensa posible. En cuanto a mamá, cuatro, cuatro
tópicos vulgares le sirvieron para salir del paso y dar la cosa por resuelta.
Los condujeron a una casa extrema del pueblo, cerca de la carretera y dejaron a
unos cuantos guardias civiles custodiándolos”. Dijo Jesús que quería estar con
ellos, pero se lo “impidieron”. Pero luego le dieron un permiso para permanecer
una hora con su madre y con su hermano.”Estaban sentados en un patio pequeño,
la puerta abierta…Los guardias civiles en la calle charlaban amigablemente al mismo
tiempo que los custodiaban sin dejar el fusil de las manos, leyeron el permiso
del comité y me dejaron pasar. Me senté en las rodillas de mi mamá, abrazados
muy estrechamente”.Su hermano “Luis le afeaba el que estuviera encima de mamá.
¿No te da vergüenza tan grande como eres ya?. ¡Serás toda la vida un mimoso, un
crío!”. Luis, a pesar de su juventud, tenía un pensamiento realista y en lugar
de sufrir, ”hablaba, medio en broma, medio en serio de la muerte. Total, hay
que morir de una vez. Pues, cuanto mejor de un tiro sin guardar cama, sin
enfermedad, sin fiebre, sin sufrir; un salto y a la eternidad, a gozar de Dios.
Pero yo que había sido siempre su confidente, al que contaba sus amores, sus
proyectos, sus ilusiones, sus sueños, sabía que amaba la vida y que de esta
manera se despedía de la luz y del sol que en aquellos momentos se ocultaba en
aquel atardecer de agosto; del cacareo de las gallinas que “escarvaban”
allí cerca, de las golondrinas de su chillido agudo, que jugaban a
“encorrerse” rozando casi la calle, dando sus vueltas rápidas allí mismo,
a dos pasos, ante nuestros propios ojos, y que daban al mismo tiempo una mezcla
de melancolía, de paz y añoranza”.
“Un guardia se acercó a nosotros. ¡Es la
hora, tendrán que despedirse!.
Un abrazo apretado, en grupo, los tres
juntos. Un “hasta mañana”, musitado casi sin voz y eché a correr, calle abajo,
sin volver la cabeza, sorbiéndome las lágrimas”.
Jesús experimentó, en su espíritu joven,
la muerte de su madre y de su hermano Luis, él que tanto amaba la luz y el sol,
que gozaba de contemplar las gallinas escarbando y de seguir el vuelo rápido de
las golondrinas, se encontraba en el encuentro entre la vida y la muerte “en un
barranco, entre Bespén y Blecua”. Si. “Aquí. El piquete lo formaban unos
guardias civiles cobardes más que asesinos y dos jóvenes del pueblo. Dispararon
. Cayeron. Luis no se movió. Mamá intentó incorporarse, una nueva descarga se
lo impidió.
Después llegaban los del comité.
Rociaron los cadáveres con gasolina y los prendieron fuego.
En Blecua (pueblo en el que no fusilaron
a nadie), fueron unos hombres a enterrar los restos”.En Blecua ejerció el
Maestro Cavero, pariente de los Caveros de Siétamo y enseñó la paz y no la
guerra. En Fañanás la autoridad estaba en posesión de un analfabeto.
El día 13 de Septiembre cayó Siétamo en
manos de los gubernamentales tal vez dirigidos por los los sindicalistas
anarquistas y comunistas Y jesúa Vallés Almudévar, el día 20 estuvo en Siétamo.
"Alguien vino diciendo que en la cocina de la casa Almudévar le había
preguntado un hombre ya maduro por la suerte de la familia Vallés". Esta
noticia le impresionó, porqeu "Yo le había ddo vueltas a la cabeza si
podría encontrar rastro de alguno de mis hermanos por allí, y más de una
vez,había pensado en ir, y esto me decidió ,tal vez hubiese algún familiar o
amigo".Marchó con José y "cuando llegaron a los alrededores d
eSiétamo, oimos graznidos de cuervos que levantaba el vuelo al oir nuestros
pasos y volvían de nuevo a su festín, después de que habíamos pasado".
"Había todavía cadáveres sin enterrar,tostando sus huesos, ya casi mondos,
al sol". Su sensibilidad le impulsaba a espantar las moscas y los cuervos
que por allí volaban.
"En la iglesia lo que habían respetado las bombas, lo han destruído los milicianos.Se lamenta Jesús de no haber encontrado a ningún amigo , sino es a un guardia civil "que era uno de los que estuvieron en casa cuando lo de mamá".
"En el castillo había un enjambre de muchachos revolviendo entre los escombros,buscando cápsulas, balines, trozos de metralla, cada hallazgo era comunicado a los demás con gritos de alegría. A mí me apeteció mezclarme con ellos y buscar yo también. Medieron verdadera envidia.¿Por qué no podía ser yo como ellos?.Un niño normal, sin preocupaciones, sin problemas, que pudiese jugar y reir sin pensar en nada?. Sufría por no poder encontrar a ningún conocido ni a ningún pariente por parte de Vallés o de Almudévar."Estaba disgustado conmigo mismo". Se encontraba muy solo, pero le consolaba la señora Vicenta, que se desvivía por él. No tenía apetito y la señora se sentía triste, y él al verse querido por ella, intentaba ser más amable.
Están madre e hijo, enterrados en el cementerio de Huesca, pero Jesús, sacerdote de la Parroqia de San Pedro el Viejo también de Huesca, colaboró con los arquitectos medievales, en la Torre de tal iglesia, al crear en ella un cementerio o más bien un lugar que mira al cielo. Él fue el cementerio –cielo de sus difuntos durante toda su vida, porque consagró su vida al sacerdocio, para estar unido a su madre y a su hermano y en su piso tenía todos los escudos de sus antepasados, que los tenía unidos a la vida de su madre y de su hermano con la vida superior del cielo. La Torre de San Pedro el Viejo, le hizo recordar las alturas del cielo y si van ustedes por allí, verán cómo están sus muros con santos enmarcados y objetos litúrgicos que hacen mirar hacia arriba y tratar de ver en lo alto a la madre y al hermano de Jesús Vallés. Yo cuando paso por San Pedro el Viejo de Huesca, entro en su Torre, que me recuerda a los mártires de la Guerra Civil.
"En la iglesia lo que habían respetado las bombas, lo han destruído los milicianos.Se lamenta Jesús de no haber encontrado a ningún amigo , sino es a un guardia civil "que era uno de los que estuvieron en casa cuando lo de mamá".
"En el castillo había un enjambre de muchachos revolviendo entre los escombros,buscando cápsulas, balines, trozos de metralla, cada hallazgo era comunicado a los demás con gritos de alegría. A mí me apeteció mezclarme con ellos y buscar yo también. Medieron verdadera envidia.¿Por qué no podía ser yo como ellos?.Un niño normal, sin preocupaciones, sin problemas, que pudiese jugar y reir sin pensar en nada?. Sufría por no poder encontrar a ningún conocido ni a ningún pariente por parte de Vallés o de Almudévar."Estaba disgustado conmigo mismo". Se encontraba muy solo, pero le consolaba la señora Vicenta, que se desvivía por él. No tenía apetito y la señora se sentía triste, y él al verse querido por ella, intentaba ser más amable.
Están madre e hijo, enterrados en el cementerio de Huesca, pero Jesús, sacerdote de la Parroqia de San Pedro el Viejo también de Huesca, colaboró con los arquitectos medievales, en la Torre de tal iglesia, al crear en ella un cementerio o más bien un lugar que mira al cielo. Él fue el cementerio –cielo de sus difuntos durante toda su vida, porque consagró su vida al sacerdocio, para estar unido a su madre y a su hermano y en su piso tenía todos los escudos de sus antepasados, que los tenía unidos a la vida de su madre y de su hermano con la vida superior del cielo. La Torre de San Pedro el Viejo, le hizo recordar las alturas del cielo y si van ustedes por allí, verán cómo están sus muros con santos enmarcados y objetos litúrgicos que hacen mirar hacia arriba y tratar de ver en lo alto a la madre y al hermano de Jesús Vallés. Yo cuando paso por San Pedro el Viejo de Huesca, entro en su Torre, que me recuerda a los mártires de la Guerra Civil.
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