Era
por los primeros días del mes de Septiembre del año 2003, cuando ¡por fin! fuí a Blecua a visitar a mi amigo Jesús Gota. Habíamos hablado muchas veces en
Huesca y en esas charlas descubrí un hombre entero, que sabía de casi todas las
cosas que en el mundo se llevan y nos llevan, nos traen y las traemos los
hombres en nuestra memoria, en nuestra inteligencia, en nuestras actividades, y
en nuestro diario o mejor dicho nocturno dormir, en nuestro caminar y en
nuestro diario comer y beber.
Subí
por la calle larga, una de las más largas que hay por aquella zona y en lo más
alto del pueblo, en una pequeña plaza, estaba su casa, me hizo entrar en ella y
quedé admirado ante la enorme biblioteca de sabios libros, que estaban esperando
que los cogiera con su mano Jesús, para rellenar su memoria, aumentar su
inteligencia y soñar con sus contenidos.
Desde
aquella calle tan larga, se apreciaba Berbegal, que por Pertusa se unía a
Blecua, para llegar a Huesca (Osca), pasando por Pueyo de Fañanás y por Alcalá
del Obispo y desde Lérida (Ilerda), pasando por la Virgen de la Alegría de
Monzón se llegaba al dicho y elevado Berbegal.
Alrededor de dicha plaza,
se encontraba el antiguo Castillo, con su ermita de Santa Ana, el hermoso pozo,
del que Jesús conserva o ¿conservaba? un tubo de arcilla para conducir sus
aguas a otros lugares, la Iglesia Parroquial en la que este día 26 de
Septiembre, te van a celebrar tus funerales y se encuentra también la Escuela,
donde el sesudo maestro Cavero, educó tan bien, a los hijos de este pueblo de
Blecua. Para la Guerra Civil, los hijos de Blecua, educados por el Maestro
Cavero, respetaron las vidas de sus vecinos, cuando en pueblos próximos, se
fusilaban mutuamente.
Me
hablaste del camino que de Alquezar, pasando por Angüés y por Siétamo, conducía
a Zaragoza, de la ya nombrada Vía Romana
Ilerda-Osca y de la cabañera, que pasando por la ermita de San Gregorio, venía
de Siétamo e iba a Armalé. Te escuché cuando me hablabas del museo del carretero,
del lavadero, de las cías y de los antiguos pueblos, ya desaparecidos.
Me
dejaste unas fotografías y unos planos del cementerio de los íberos ilergetes,
situado en tu “demba”, con su vasija en la que colocaban, tal vez, algún
alimento para el eterno viaje del difunto.
Hiciste
con Claver un trabajo perfecto, trazando planos, cuyo autor fue quizás tu hijo,
pero quedaste un poco decepcionado al no hacer nada con la Arqueología
altoaragonesa.
No
es extraño, por aquello de que “de tal palo, tal astilla”, que tengas un hijo
inteligente y una hija, que conoce gran variedad de idiomas, entre otros el
chino, pues es profesora de una Universidad en China.
Yo,
al verte tan rubio y tan sensato pensé que tendrías antecesores de aquel pueblo
godo, igual que tu mujer, que también es rubia. La raza es lo de menos, lo
importante es ser hombres y mujeres, inteligentes, con honradez, con amor a la
familia y a su tierra.
Hablábamos
de los escasos habitantes que quedan en Blecua y ahora pienso que tal vez haya
que usar a Jesús Gota como intermediario con Dios, para que vaya Blecua
resucitando.
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