Asistiendo a la contemplación del
Arte, en el Museo de Huesca, quedé admirado por la inspección de un cuadro,
que impresionó mi sensibilidad, titulado
Capricho. Se expone ante el público un óleo sobre lienzo, pintado en el año de
1891. Fijándome en su contenido, me di cuenta de que se trataba de un cuadro
con un doble sentido, porque unas veces me llamaba la atención, una joven
pareja de bella figuras, asomada a un balcón de piedra, desde el cual,
observaban debajo de un arco , objetos de la suerte ,como un dado, de los que
se usan en algunos juegos de azar y varios botellines de líquidos de color
blanco, que no dicen nada de su objetivo ni de su empleo en aventuras amorosas.
En el otro lado del balcón se asomaban unas rosas y debajo unas hojas de parra,
que la señorita observaba cómo si estuviesen presentes a su lado,
para darles felicidad. Hay presentes en el balcón, unas frutas
procedentes de un peral y unos pequeños paquetes, como si estuviesen allí, al lado de la pareja masculina- femenina, para
crear un sueño artificial, en el que no se sabía si aquella pareja, estaba
tomando productos de placer. Están una pareja de un caballero y una bella
señorita y él con su mano izquierda sostiene por el cuello, debajo de su bello
rostro, ese rostro bellísimo. Ella, en su mano izquierda sostiene un abanico, que
refresca los rostros del caballero y de la dama. En el lado del retrato se alza
hacia arriba del arco pétreo que en su parte más baja adornan unos elegantes
chopos y por encima de ellos, entre nubes, vuelan alegres palomas.
Abierta la superficie de la
imagen de la pareja, se encuentran en ella, por delante los secretos objetos,
que encierran en sí mismos los misterios de ambos miembros de la misma, como un
ramo de rosas, ricas frutas ,botellines llenos de líquidos misteriosos, y sobre
todos ellos alza la señorita en su mano derecha un abanico, con forma alegre,
que puede indicar, por un lado su reparto del bello ambiente o la posible
separación de su mutuo amor.
Una cosa es el amor real y otra el
enamoramiento temporal. Una cosa
fue la Casa Palacio en la que
vivió Rafaela Almudévar Vallés, nacida en Siétamo en 1852, que fue la cuna
donde la familia Carderera, cultivó la Ciencia, la técnica y las Bellas Artes. Esta
Casa de la familia Carderera, empezaron a construirla en ese año de 1852. En
esa Casa fue donde tuve la oportunidad de contemplar a la singular Señora, nacida
en Siétamo, que pasaba los veranos en esa antigua y hermosa casa.
El propietario de Casa Carderera (1835) Joaquín Carderera y Potó (1835) se casó a saber con Pilar Carderera Almudévar. A esta
señora la conocí porque tenía un trato familiar con mis tías, las hermanas Teresa Almudévar, viuda de
Llanas y con Luisa, en cuya compañía íbamos a ver a su prima Pilar Carderera
Almudévar.
Joaquín Carderera Potó, nacido en
Huesca en 1835 y muerto en 1878, fue
propietario de Casa Carderera y esposo de Rafael Almudévar Vallés, de Siétamo.
Pero no es la que acabo de contar
la historia del amor del Artista Bernardino Montañés Pérez con Pilar Carderera
Almudévar, pues el autor de el cua’dro que acabo de explicar, no creyó en él,
pues al dar una vuelta al lienzo, en que está reproducido el contacto humano
entre el autor del cuadro y tal vez , la señorita Pilar, se transforma el
significado de lo pintado en el cuadro en que festejan un caballero y una
señorita, en la aparición de una calavera. Con esta obra de arte, el mismo
pintor sueña con el amor, que no alcanzó casa Almudévar a obtener entre él y la
señorita Pilar.
Se inscribió en el patio de Casa
Almudévar con piedras’ de grava, la fecha de su creación. Doña Rafaela
Almudévar Vallés, nació en Siétamo en 1852.
De esta fecha, se encuentra todavía
en el segundo piso, una pintura en la pared, de un pintor, que recuerda el arte
que se exhibía en aquel tiempo en Huesca capital y en los pueblos próximos.
¿Tiene que ver algo el pintor con Doña Rafaela Almudévar Vallés, cuando pintaba
esas obras de arte con la realidad de aquellos tiempos?.
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