Huesca a la que llamaban Osca en
tiempos de los romanos, no se ha apoderado de ningún signo Universal, pues en
primitivos tiempos ya estaba comunicada con el universo Romano y que llamó Universal al
gran Gran Bar, que
fue por su influencia latina. Si, porque cruzando Los Porches, enfrente del
Universal se encuentra la Diputación Provincial, y en su seno estuvo el
Convento de los Franciscanos y antes del convento franciscano se encontraron
grandes piedras cortadas por los romanos y que ¿cuántas veces las ha
contemplado usted en su Planta Baja, recordando su tamaño y la belleza del
Imperio Romano?, donde siguen permaneciendo esas piedras romanas, recordando que
Osca, tuvo arquitectura romana y siendo objeto de la mirada de los visitantes y
poco a poco, les suena en sus miradas y en sus recuerdos, la Imperial Ciudad de
discípulos de Roma, como San Lorenzo, que pasó a ser fundador de la iglesia
católica en Roma.
Pero frente a la Diputación
Provincial, protegida por los Arcos de los Porches se encontraba una Arcada
gemela, que también protegía a los
Cafés, como el Universal, que debajo de sus arcos protegía a los oscenses el
placer de invitar a los ciudadanos a tomar algún capricho de su paladar. No
tenían muchos años los Porches cuando don José Galindo inauguró su gran Café
Universal, pues la familia de su hermano don Vicente, inauguró un gran bar y
habitaciones en la salida del Arco de los Porches. Este restaurant cayó durante la Guerra Civil, por una bomba de la aviación,
muriendo en él los dueños y parte de la servidumbre.
Y mi primo hermano José Antonio
Llanas Almudévar relató lo siguiente: “
Mi pariente Mariano Vallés de Bandaliés, que en lugar de hallarse en el comedor
aún estaba en hora tan tardía en la cama, bajó en ella al piso de abajo en medio
de polvo, cascotes y maderos, como él decía: la pereza me salvó la vida y luego
dicen aquello de que al que madruga… Si mi pariente llega a madrugar
entendiendo por ello levantarse a las once y a su hora hubiera estado en el
comedor, seguro que hubiera corrido la misma suerte que los demás que en él se
hallaban”.
Don José Galindo seguía todas las
novedades que se le ofrecían a todas sus iniciativas y levantó cerca de la
Fuente El Angel, una fábrica de hielo, para que Huesca estuviera servida de
suministro de Hielo. Además creó la primera cafetera exprés que sirvió a
Huesca, de la que podía sacar hasta 24 cafés simultáneamente.
Por el año de 1.930, cuando yo
nací, me contaba José Antonio que cuando el matrimonio acababa su trabajo
hotelero, salía a la terraza “y allí estaban en su mesa, él con su gruesa
cadena de oro… y ella enjoyada y dándose aire con su precioso abanico”.
“En la terraza del Universal,
actuó por primera vez en la ciudad un conjunto de jazz, manejado éste, como
entonces era indispensable, por un negro, que nos impresionaba a los niños,
tanto que al pasar por
delante mirábamos de reojo y acelerábamos el paso”.
Pero de lo que más me acuerdo,
cuando era un simple niño, de conversar en este Bar Flor con labradores y
ganaderos Estos hacían tratos, tal vez más que Ferias Públicas, en la terraza
del Bar, donde además de tratar la compra de alfalfa, “se podía adquirir desde
un burro hasta mil cabezas de ganado, pasando por cerdos, caballerías, estiércol, abono, pastores, tractoristas, etc”.
Aquel Bar parecía haberse
convertido, bajo la sonrisa de don José Galindo en una feria agrícola-ganadera,
centralizada en torno al mismo, que siempre sonreía. Era tanta la gente que
entraba en aquel Bar que en otra situación se hubiera convertido en un hombre
muchas veces millonario.
Allí yo tenía conversación con el
Alcalde de Vicién, que era la persona más simpática del mundo o con los
hermanos Escario que eran notables tratantes en vacuno, que en cierta ocasión,
en la Feria de Santander encontré al
hermano mayor, vestido con blusa de tratante. Debajo de los arcos de los
Porches estaba limpiando zapatos un gitano, que algunas veces me los limpiaba a
mí mismo y siempre era alegre y comunicativo.
Delante del Bar Universal y del
Flor, las carrozas fúnebres cuando iban a Cementerio a dejar depositados en sus
tumbas a los oscenses que cada día morían, paraban y en su “capilla fúnebre”,
depositaban a los difuntos. En aquella parada de la negra carroza, los que
sobre sus hombros portaban, depositaban a los difuntos en tan negro y triste
vehículo y en los Porches se deshacía el cortejo funerario y el “serio
caballero” que lo conducía, volvía a arrear a la pareja de negros caballos, que
partían ligeros hacia el cementerio.
En estos momentos muchos de los
que estaban sentados en los veladores de los Porches, se ponían de pie unos
hacían la señal de la Cruz y otros inclinaban sus cabezas.
Pero en cierta ocasión un
gamberro, que se “cachondeaba de los muertos”, igual que de los vivos, se puso
en medio de la Avenida de los Porches y al pararse la Carroza, se puso a dar
gritos que le indicaban al conductor de los caballos negros de la misma, que ya
habían introducido al difunto en la Carroza y arreó a los caballos, que
marcharon presurosos hacia el Cementerio , pero sin ningún cadáver.
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