de la Avenida amplia por la que
suben y bajan vehículos automóviles, que, guiados por sus conductores, unos
suben al Norte de la ciudad de Huesca y otros bajan a la carretera de Zaragoza.
Brilla el sol frente a los que, sentados alrededor de unos veladores,
observamos el paso de ciudadanos y ciudadanas, que van y vienen unos de
oficinas o de tiendas. Se sientan conmigo alrededor de un velador, un gitano
con su hijo, que no quiere tomar ninguna consumición, mientras su padre consume
un café. Les pregunto que a donde van caminando y el padre me explica que va a
llevar a su limpio y bien peinado muchacho a conversar con otro joven gitano y
el jovencito sonríe y sigue sin aceptar una bebida de una fruta de naranja.
Estábamos en un ambiente de paz,
pero me hacía pensar en la situación de aquella familia gitana, que sin perder
el gitanico su sonrisa, estaba pensando
en convivir con otro “calé” para poder pasar unos momentos de amistad.
Pero, de repente se escucharon
sonidos ruidosos de muchos automóviles y de sus bocinas, que rodaban por la
Avenida delante del Palacio Deportivo. Presidía su marcha un vehículo policial
para evitar accidentes o escándalos del orden y detrás de ellos rodaban una
multitud de vehículos conducidos unos por hombres y otros por mujeres. Sus
rostros me pareció verlos serios, sin sonrisas, pero no sé si protestando haciendo sonar sus bocinas, que hicieron salir
del Bar a los clientes, que dentro de él estaban desayunando. Todos salían para
ver aquel espectáculo y escuchar aquellos sonidos estrepitosos, pero no decían
nada, porque comprendían que aquellos conductores, estaban sufriendo dificultades
en su trabajo y querían manifestarlas a los ciudadanos por las calles. No
decían nada por sus bocas, pero hacían sonar estrepitósamente las bocinas de
sus coches. Agitaban sus aparatos como si quisieran indicar su pérdida de optimismo
y la manifestaban por los globos infantiles que se movían según la velocidad de
su marcha. Llevaban los globos atados a sus carrozas y con los colores de los globos,
marcaban los colgados más altos rojos y amarillos, una esperanza en el porvenir.
Pero en su parte posterior se elevaban unos globos de color negro, que yo no
había visto nunca, que indicaban la posibilidad del luto de aquellos coches que
los removía la velocidad del aire durante su marcha por la Avenida.
Esta procesión de automóviles,
sonando sus bocinas y agitando banderas, algunas de ellas negras, no es
exclusiva de Huesca, pues en París capital de la cultura mundial, “el histórico
incendio de la Catedral de Notre Dame, el día 15 de Abril de 2.019, fue
percibido como un síntoma inquietante. Monseñor Michael Aupetit, arzobispo de París,
reaccionó con grave inquietud: ¿Qué nos está diciendo Dios?”.
Dicen que el presidente de
Francia lloró ante tal catástrofe.
En Huesca ante la manifestación
automovilística, los que desde el Bar se asomaron a verla, se retiraron en silencio.
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