lunes, 29 de marzo de 2021

La máquina de vapor o el malacate

 


He vuelto a estar en el Castillo de San Luis. La primera vez, como veterinario a visitar la granja de conejos, que allí tenía la señora Visitación, esposa del señor Bernardo, que estuvieron en dicho “castillo” durante quince años. Allí vivía el abuelo de Santiago , mi yerno. Este había recogido en su niñez dos cuervos, que parecían negros, pero en realidad eran de un color azulado, con reflejos de colores irisados en su plumaje. Hacían una vida libre, pero acudían a dormir al “castillo” y se apreciaban mutuamente con la familia del castillo. Cierto día un visitante alcohólico se enfadó, en uno de esos ratos de convivencia y los cuervos se lanzaron sobre él. Aquellos cuervos hijos de la Naturaleza sólo querían el orden y el progreso de los hombres. Aquel “castillo” tenía que ver mucho con el vino, pero con un vino que hiciera aprovechar los alimentos que el hombre comía, pero no aprobaba escenas como la de Noé, cuando perdió por un rato, la razón. En el fresco ambiente de aquel patio se respiraban recuerdos del año 1882 en que, una vez establecido el Barón Guy de Contenson, en el “castillo” de San Luis, lo bautizó con el nombre del patrono de su hijo, San Luis. Conocedor de las tierras de Huesca, quiso aprovechar el placer que producía en Burdeos y en París el buen sabor del vino español y pensó en producirlo y en facilitar las comunicaciones por ferrocarril entre Huesca y Canfranc, que parece que se duda de su nacionalidad española, cuando los motivos de tales dudas están más en Irún y en Gerona. Entonces se exportaba gran cantidad de vino a Francia. Por Siétamo pasaba un carro adaptado a llevar toneles de vino. Era de Casa Borau de Torres de Montes y está representado en un cuadro en el bar del Mesón, ya cerrado, con comentarios míos. Me contaba el difunto Borau, que cuando llegaban a la frontera, encontraban los franceses aquel vino tan fuerte, que tenían que retirarse y añadirle agua. En aquellos tiempos mi abuelo Manuel Almudévar de Siétamo, producía enormes cantidades de vino que guardaba en una bodega, granero y almacén, que había sido del Conde de Aranda, del que tratan de confundir la propiedad sobre su corral y terreno de sus alrededores. Son tantos los motivos del olvido de nuestro pasado, que añadiendo la Guerra Civil y en ocasiones la Dictadura, que han hecho perecer honor y propiedades de honrados hombres. En aquellos tiempos el Barón Guy de Contenson, trajo de Inglaterra dos locomóviles, que consistían en dos máquinas de vapor, que puestas a una distancia conveniente, arrastraban por medio de un cable un arado de vertedera. Trajo además el Barón a Thomas Noddings, como maquinista especializado en tales máquinas. Más tarde fue contratado por el Conde de San Juan, siendo asesinado en 1890. Yo recordaba que en el Cementerio Civil había una tumba de un inglés, allí me dirigí y contemplé una tumba de Mr. Thomas Nodding, fallecido en 1890. 



El señor Oliver, Conde de San Juan, perdió su finca en año 1895, por una deuda al Banco Hipotecario de España. En una fotografía de 1883, al lado de un arado de Oliver, aparece un labrador completamente vestido de aragonés, con su cacherulo incluido, pero a pesar de eso, han seguido acabándose los labradores. Aunque ellos también han luchado con el malacate, que es un cable tirado por motores eléctrico o sistemas hidráulicos con el que se arrastran cargas, como me contaba que hizo Torres de Ibieca para arrancar carrascas en un bosque que iba a cultivar. Yo no sé si tiraba de los cables con motores o con caballerías. La Duquesa de Medinaceli daba un banquete en honor de Oliver, Conde de San Juan y el Rey le recibía en audiencia privada, mientras el Barón de Contenson veía a Huesca a cien kilómetros de Francia y murió sólo siete años antes de inaugurarse la Vía internacional por Canfranc. Ahora ha entrado en el “castillo” mi amigo el varón, con minúscula, como yo, Luis Acín, al lado de la Autovía Mudéjar, que va a Francia. ¡Qué los cuervos irisados, hijos de la Naturaleza, te den suerte para que dicha autovía se abra a Francia, donde un aragonés como tú, tal vez pueda redimir a Aragón, más que el Barón de Contenson!.

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