lunes, 1 de marzo de 2021

Cuando aullaban los lobos en el Somontano.-

 


¡Cómo aulla ese perro!. Se oye decir con frecuencia a la gente: este verbo otilar, lo ponen muchas veces en los crucigramas como palabra aragonesa para dar a entender el “aullar” de los lobos. Los lobos han desaparecido de nuestra geografía provincial hace ya muchos años. Sin embargo la palabra “otilar” permanece en la boca de los altoaragoneses, atribuyéndola a los canes. ¿Cuántos siglos han tenido necesidad para aflojar el empleo diario de ciertas palabras? Muchas han pasado a los diccionarios de lengua castellana, como cardelina, cado etc. Pero si en lugar de ser tan pocas las palabras altoaragonesas, hubiésemos sido multitudes de altoaragoneses sus usuarios, la fabla hubiese sido más cultivada y hubiese  influido  mucho más en el idioma nacional. Pero volviendo a los lobos y a sus crías, el pueblo los recuerda, pero usted se preguntará cómo puede ser eso, si nadie los ha visto sino es en la televisión o en los libros. Pero cuando se acabaron los lobos, los abuelos contaban a los niños, las cacerías en las que habían intervenido, y las abuelas los asustaban de que iba a venir algún lobo a comérselos.

                                                               Collar antilobos.

Todos hemos visto por esas casonas de los Pirineos y Prepirineos “cepos loberos”, que todos hemos visto hasta que se los llevaron los anticuarios. Las cabañas montañesas, después de desaparecidos los lobos, a veces se veían guardadas por esos mayestáticos mastines. Todavía quedan “carlancas” o collanas, de las que algunas eran de cuero con clavos y otras todas de hierro.

Hubo montañeses  qué  al irse de sus pueblos, dejaron “a carlanca” colgada en un clavo de la cuadra, que luego se tornó en un trofeo para algún excursionista. Esos mastines protegidos por su “carlanca”, eran los peores enemigos de los lobos. Por eso, hasta ahora,  se ha mantenido la tradición de guardarlos en los castillos y casas de labor.

Yo he oído contar en mi pueblo, al amor de la hoguera del hogar, acomodado en la cadiera cubierta con una piel de cabra, la historia de un mastín. Lo llamaban León y había matado varios lobos, que según contaban, bajaban por las noches del invierno, hasta las eras. Era un can invencible, ayudado por una carlanca que protegía su cuello y hacía imposible que los lobos le clavasen sus caninos en la yugular y lo degollasen. Y mi padre conocía estas historias narradas por sus antepasados y al lado del fuego del hogar, nos las contaba y yo no he podido evitar su relato en este papel, que se ha convertido en el espíritu del mastín y de los lobos, que vivieron en mi pueblo, ya hace muchos años.

Pero los amigos de Rodríguez de la Fuente, desde luego lobos antepasados, prepararon con gran astucia una batalla, que acabara con la imposibilidad de terminar  con la fuerza guerrera del Mastín. La astucia de los lobos le enviaron al mastín una loba en celo, y como éste era un caballero, se vió en la necesidad de festejarla o enamorarla. El amor es una trampa de la Naturaleza y el perro León se iba alejando, poco a poco detrás de la loba. Y cuando estuvo en el carrascal del Espeso, un grupo de lobos, lo esperaban y saltó sobre León, en medio de gritos disformemente sonoros. ¡ Qué mezclas de tierra, hojas de carrasca, lobos por el aire, sangre y quejidos!. Mientras la loba miraba y miraba.

¡Pobre León!. La loba traidora dicen que se reía. Yo creo que lloraba. Después de esa marcha nupcial tan violenta, a lo mejor la loba se había enamorado del perro mastín “León”.

En los pueblos vivían los perros, nobles animales colaboradores del hombre y estaban también en el monte, los lobos y el perro cuidaba a los hombres y los lobos atacaban su ganado. En  la ciudad vivían los hombres y sus mujeres con los niños. Dios cuando creó el Mundo a unos animales los hizo buenos y a otros creadores de malas acciones. A los hombres que amaban a Dios los respetaban muchos hombres, como Abel y al demonio le obedecían otros, que sólo miraban sus beneficios. El hombre vivió unas veces en las ciudades y otras en los pueblos y ahora vive casi todo el mundo en las ciudades.

Ahora ya no queda casi gente en los pequeños pueblos y viven pastoreando ovejas, cabras, vacas. Pero hay hombres que aman más a los lobos que a los hombres y están liberando a estos en aquellos pueblos, donde  ya  no pueden vivir en ellos los ganaderos, porque hay hombres que saben que los lobos atacan a las ovejas y están contribuyendo a que se acabe de reproducir el hombre en el campo.   

Pero hay ciudades donde los hombres están generando violencia en las grandes ciudades y hacen que muchos ciudadanos, quieran volver a otras tierras.

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