Ha abandonado este
Mundo en el
que durante su
niñez y juventud,
llamábamos Joaquineta. Se ganó a
sí misma el título de Señora Joaquina, porque con sus noventa y un años
alcanzados, pasó primero, siendo una pequeña niña, durante la Guerra Civil a la
Posguerra, a su juventud, a su madurez, y siempre pendiente de su marido hasta
hace unos años, de su hijo Toñín que la
ha acompañado hasta el último momento de su vida. Su
fin le ha llegado a los noventa y un años de edad.
Cuando me pongo a recordar su
niñez en la que convivió conmigo y con todos los niños y niñas de Siétamo, e
íbamos a las escuelas, donde a ella y a sus compañeras, atendía la Maestra Doña
Justina y a mi hermano Manolo, y a mí mismo nos educaba el Señor Maestro. Don
José Bispe.
Pero este mundo feliz, no nos
hacía pensar en que iba a empezar una terrible guerra, en la que mi familia
huimos de Siétamo y Joaquineta, se quedó en el mismo pueblo. Y en estel pueblo,
fueron convocados por el nuevo gobierno republicano delante de casa de
Almudévar, al lado de la profanada iglesia, para subir a la caja de un camión y
ser llevados a la Gran Rusia, donde han pasado
no sólo la guerra, sino una gran
parte de su vida, tantos niños españoles.
En la fachada de casa Almudévar,
convertida en Cuartel de las tropas republicanas, aparcó un camión, con su
conductor y sus ayudantes. ¡Qué espectáculo más
triste y más humillante ver a aquellos niños y niñas, que sufrían al
verse despedidos de su pueblo!.¿ Que llevarían en sus manos al despedirse de su
familia y de su pueblo?. Iban a ser conducidos al Imperio Ruso, y donde muchos
de ellos acabaron su vida.
¡Que espectáculo más lamentable
ver a las pobres criaturas tristes y qué momentos de dolor, que les recordaba
su fin en un infierno, sin libertad y sin familiares Pobres criaturas, niños y niñas ,
subiéndose a la caja del camión que los
iba a conducir lejos del pueblo de Siétamo, de sus casa y de su iglesia, que
estaban derribando.
A un momento dado empezaron a
subir al camión aquellos infantiles prisioneros. Faltaban bastantes de subir a
la caja del camión, cuando la Providencia del Señor, impulsó a un oficial
republicano, que salió de las oficinas situadas en casa Almudévar. El recuerdo
de mi compañera de Escuela, Joaquina, hace unos días me recordó la figura de
aquel oficial del Ejército, del que recordaba que era portador de un sable
largo, que resultaba grande para su escasa estatura. El pensamiento de aquel
oficial no amaba el destierro de los niños y estaba acompañado por un largo
sable, que levantó al aire ante los camioneros que se iban al llevar a Joaquina
y a sus compañeros y compañeras. Como no amaba el destierro, dio la libertad a
los niños destinados a Rusia por el gobierno español. Joaquina después de
muchos años de conocer al oficial republicano, me alaba la actitudcivil de este
valiente y generoso militar y yo escribo esta historia como una alabanza al
oficial republicano de la espada.
Joaquina tuvo que trabajar
después de la Guerra y se quedó viuda, pero fue feliz acompañada por su hijo
Toñín, que ha sido un gran trabajador y al que yo no le había visto llorar
nunca, hasta que yo le transmití mi recio dolor. Ha sido amiga de mi esposa, de
mis hijos y nietos, donde recibía con un gran cariño y obsequiaba con dulces a
todos los que la visitaban. En épocas más jóvenes, trabajaba cogiendo almendras
y verduras en almendros y en huertos. Tenía espíritu de trabajo cuidando
gallinas y haciendo tortetas cuando sacrificaban el cerdo.
Hoy se dedicaba, como buena madre
a cuidar a su hijo, cuando la agilidad se estaba acabando en su cuerpo. ¡
Adios, Joaquina, hasta pronto!.
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