La provincia de Huesca ha sido
pródiga en ferias. Estas tenían como objeto la compra, la venta y el trueque de
ganados, frutos, ropas, vendejos, candiles, campanillas, horcas y aperos para
la agricultura en general, y útiles para el hogar.
Las ferias tenían un poder de
convocatoria tal, que hacía que los altoaragoneses se conociesen más que hoy. Esto
se explica porque se juntaban en los caminos, convivían en los mesones y
traficaban en las ferias. Algunas casi se han acabado en nuestra provincia y
otras, como la de San Andrés en Huesca, han desaparecido. Pero Barbastro ha
recogido con valentía la antorcha, que de su feria le transmitieran sus
antepasados y desde hace dieciocho años lucha por aumentar su esplendor.
La nobleza aragonesa,cuando acabó
sus luchas de reconquista y sus aventuras mediterráneas, se apoltronó y lo
pareció deshonroso trocar a Marte, dios de la guerra, por Mercurio dios del comercio.
Los catalanes fueron más prácticos y desde entonces Aragón empezó a bajar y
Cataluña empezó a subir.
Barbastro conserva toda la
nobleza aragonesa; por medio de los Argensola enseñó castellano en Castilla y
por medio de su feria quiere emular el espíritu comercial de los catalanes. Si
estos de las piedras sacan panes, los de Barbastro, de una “clamor” repelente
han hecho un polígono industrial atrayente. Están luchando por su Feria y la
sacarán adelante. Hay quien dice que la Feria ha de ser más bien una
convivencia; yo digo que de la feria comercial saldrá la convivencia. Para no
comprar y vender, bastaría poner el disco del “Mercado Persa” por altavoces; pero
este disco habría que comprarlo (ya estamos comerciando), porque no creo que lo
regalara el Ayatollah, que prohibió la música. Otros inquieren sobre la
actividad comercial, que ha de tener prioridad, y quieren que sea feria
monográfica.
La historia se adapta a cada
momento, y si antes se trataban motores de sangre (mulos y bueyes), hoy se
tratan caballos mecánicos. Si otrora se feriaban caballos de silla, hoy podrán
feriarse automóviles de turismo y de todo terreno.
Antes se feriaban mulas treintenas
y cerradas; hoy tendrían acogida tractores, aperos y coches nuevos y usados
como en Tarrega. El sonido de las campanillas, que se vendían, se han trocado
por el son de los órganos electrónicos y equipos de megafonía, que ahora se
venden.
El nivel de vida sube, y no me
parece mal ver sustituido a “Don Nicanor tocando el tambor” por óboes, flautas,
bandurrias y mandolinas. Y es natural que las regaderas sean desplazadas por
aspersores, las mantas por radiadores y los abanicos por acondicionadores de
aire.
Y no estaría mal dentro de la
gran feria, una más pequeña “feria de vanidades” femeninas y a veces masculinas.
Aparte de los caballos de vapor y los de sangre, hay que considerar el caballo
de abasto. Hoy tal vez no convenga por razones sanitarias, congregar rebaños y
piaras; pero se puede hacer, y de hecho se hacen, exposiciones de ganado
selecto. Estas muestras se podían acompañar de conferencias, coloquios y
proyecciones, que contribuirían a poner al día en técnicas modernas a ganaderos
y agricultores.
Antes las ferias congregaban
exclusivamente a campesinos, comerciantes y artesanos. Hoy hay una sociedad
industrial y otra agraria; ambas convivirían, se conocerían, se amarían y
traficarían.
Cada uno habla de la feria como
le va en ella y los de Barbastro dicen que ni les va mal. Tampoco nos va mal a los
que la conocemos, pues todos los años volvemos a ella.
Barbastro tiene capacidad de
convocatoria, tiene voluntad, tiene vocación y merece la ayuda de todo Aragón.
Esta ayuda era necesaria para
construir un pabellón que recogiera la feria, que tuviera una sala de proyección y conferencias, restaurante y todos
los servicios que consigo lleva una actividad
de tal envergadura.
El que se ayuda a sí mismo,
merece ser ayudado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario