Esta casa en el monte tiene su
representación pintada por mi hermana María, hace ya más de setenta años. Ella
en sus estudios pintó esa casa rural y no la colgó nunca en una habitación de
ningún piso de Huesca, capital, ni en
nuestra casa infanzona de Siétamo. Pero yo le tenía cariño a esa rústica imagen
de vivienda rural y montañesa y la colgué un día, como si fuese un recuerdo, en
una vieja habitación, de la enorme casa, que ya no se usaba, como un lugar en
que se encontraba una fregadera, con un horno para cocer pan, al lado de
fregaderas de piedra, en las cuales se afilaban cuchillos. En cierta ocasión,
antes de la Guerra Civil, le cambié a un vecino, llamado José Lasierra, una
picaraza, por un pequeño espejo, que me habían dado en la Farmacia de Llanas. Yo
tenía unos cinco o seis años y amaba a la picaraza, que encerré en un cajón, al
lado de la fregadera, donde murió, como tantas personas y animales acabaron su
vida en la próxima Guerra Civil.
Esa recocina ha estado abandonada
desde la Guerra Civil, pero aquel cuadro de mi hermana María, lo colgué en
aquella enorme cocina, abandonada, en la que a mí me quedaba un viejo recuerdo
de una casa de campo, pintada después de la
Guerra Civil en Huesca, por mi hermana María. A mí, al entrar en aquella
cocina abandonada, hacía ya multitud de años, me llamaban la atención unas baldosas, que representaban aves
que en tiempos ya pasados, hace tal vez
siglos, colocadas en la fregadera y encima de una mesa de mármol, alegraban y
confundían, a las mujeres que iban a buscar leche de las vacas, que debajo de
la zona reservada como fregadera, cuidadas por el amigo de mi infancia, Pabler.
¿Eran aves o eran
figuras imaginarias de seres que podían ser ranas o emblemas de seres en que se
pueden ver órganos unas veces animales y otras vegetales ?. No he sabido
identificar a ese conjunto de un cuerpo, lleno de flores, con tres ojos, un
cuello revestido por dos hojas y revestido de flores y por ramitos de flores
más pequeñas, que hacía dudar de un jarrón o de un animal revestido de flores.
Estaba toda la figura del animal volandero o el animal poseedor de la belleza,
que cuidaba de las flores. Estaba sentado sobre una copa colocada en unos
dibujos curiosos de varios colores
Mi hija Elena, un día entró en
aquella enorme cocina y vio el cuadro pintado hacía muchos años, por mi
hermana María. Algo sentimental le conmovió su corazón y se lo llevó a su
domicilio de Pamplona, donde lo sigue contemplando como un recuerdo sentimental. A mí me produjo
la misma satisfacción, que se repite en mi corazón cuando lo veo en Pamplona.
Al lado del hogar, apoyada a la pared se encuentra todavía,
a pesar de la desaparición durante la Guerra Civil, una mesa con patas férreas
y superficie de mármol, donde a la dueña de casa Morcate, se le entregaba la
leche que producían las vacas de casa Almudévar, para que la suministrara entre
los vecinos del pueblo. Encima de la línea con que contrastaba con la pared, el
mármol de la mesa, están todavía presidiendo la venta de la leche, cinco
baldosas, que representan, como acabo de escribir, cinco cuerpos, llenos de
flores y trioculares. Eran los mismos
animales , de los que acabo de decir que hacían dudar si eran representaciones
animales ,revestidos de flores
Se habían salido seis baldosas de la recocina, al lugar en
que ardía el hogar de la casa. En aquel ambiente rural, que con ese mostrador
de la leche con que se alimentaba el pueblo, estaban observando el cambio
comercial, aquellas princesas, animales o duendes que daban un sentido
espiritual a aquella vida rural
No hay comentarios:
Publicar un comentario