sábado, 10 de octubre de 2020

Casa montañesa, pintada por mi hermana María.-

 


 

Esta casa en el monte tiene su representación pintada por mi hermana María, hace ya más de setenta años. Ella en sus estudios pintó esa casa rural y no la colgó nunca en una habitación de ningún piso de Huesca, capital, ni  en nuestra casa infanzona de Siétamo. Pero yo le tenía cariño a esa rústica imagen de vivienda rural y montañesa y la colgué un día, como si fuese un recuerdo, en una vieja habitación, de la enorme casa, que ya no se usaba, como un lugar en que se encontraba una fregadera, con un horno para cocer pan, al lado de fregaderas de piedra, en las cuales se afilaban cuchillos. En cierta ocasión, antes de la Guerra Civil, le cambié a un vecino, llamado José Lasierra, una picaraza, por un pequeño espejo, que me habían dado en la Farmacia de Llanas. Yo tenía unos cinco o seis años y amaba a la picaraza, que encerré en un cajón, al lado de la fregadera, donde murió, como tantas personas y animales acabaron su vida en la próxima Guerra Civil.



Esa recocina ha estado abandonada desde la Guerra Civil, pero aquel cuadro de mi hermana María, lo colgué en aquella enorme cocina, abandonada, en la que a mí me quedaba un viejo recuerdo de una casa de campo, pintada después de la  Guerra Civil en Huesca, por mi hermana María. A mí, al entrar en aquella cocina abandonada, hacía ya multitud de años, me llamaban  la atención unas baldosas, que representaban aves que  en tiempos ya pasados, hace tal vez siglos, colocadas en la fregadera y encima de una mesa de mármol, alegraban y confundían, a las mujeres que iban a buscar leche de las vacas, que debajo de la zona reservada como fregadera, cuidadas por el amigo de mi infancia, Pabler.                                ¿Eran aves o eran figuras imaginarias de seres que podían ser ranas o emblemas de seres en que se pueden ver órganos unas veces animales y otras vegetales ?. No he sabido identificar a ese conjunto de un cuerpo, lleno de flores, con tres ojos, un cuello revestido por dos hojas y revestido de flores y por ramitos de flores más pequeñas, que hacía dudar de un jarrón o de un animal revestido de flores. Estaba toda la figura del animal volandero o el animal poseedor de la belleza, que cuidaba de las flores. Estaba sentado sobre una copa colocada en unos dibujos curiosos de varios colores

Mi hija Elena, un día entró en aquella enorme cocina y  vio  el cuadro pintado hacía muchos años, por mi hermana María. Algo sentimental le conmovió su corazón y se lo llevó a su domicilio de Pamplona, donde lo sigue contemplando  como un recuerdo sentimental. A mí me produjo la misma satisfacción, que se repite en mi corazón cuando lo veo en Pamplona.

Al lado del hogar, apoyada a la pared se encuentra todavía, a pesar de la desaparición durante la Guerra Civil, una mesa con patas férreas y superficie de mármol, donde a la dueña de casa Morcate, se le entregaba la leche que producían las vacas de casa Almudévar, para que la suministrara entre los vecinos del pueblo. Encima de la línea con que contrastaba con la pared, el mármol de la mesa, están todavía presidiendo la venta de la leche, cinco baldosas, que representan, como acabo de escribir, cinco cuerpos, llenos de flores y  trioculares. Eran los mismos animales , de los que acabo de decir que hacían dudar si eran representaciones animales ,revestidos de flores

Se habían salido seis baldosas de la recocina, al lugar en que ardía el hogar de la casa. En aquel ambiente rural, que con ese mostrador de la leche con que se alimentaba el pueblo, estaban observando el cambio comercial, aquellas princesas, animales o duendes que daban un sentido espiritual a aquella vida rural

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