viernes, 30 de octubre de 2020

 

Los desterrados, hijos de Eva…

Linea ferrocarril Bedous -Canfranc


Somos, efectivamente, los humanos, los  desterrados hijos de Eva, como he podido experimentar a lo largo de mi vida. Teniendo aproximadamente seis años de edad, recuerdo que al llegar la época de siega, me llevaban a los campos a contemplar aquellos fajos de  mies. En aquellos fajos, cogí con mis manos un insecto verde, que guardé envuelto en mi pañuelo y al poco rato, quizá con la presión que le hice al envolverlo, me repugnó el extraño color de los líquidos, que sacaba de sus entrañas. Asustado por esas  misteriosas entrañas del insecto, me pareció que habian desaperecido los hombres, como se produjo el derrame de los líquidos interiores del insecto. Así como llegó la pérdida de la vida, con los colores misteriosos del insecto, se interrumpió la recogida de aquellas abundantes  mieses, ya segadas,  pero no dio tiempo a recogerlas al llegar en pocos días la Guerra Civil y allí se perdieron con el ambiente y con el fuego.
Así comenzó el destierro de mi familia, sufrimiento al  que siempre siguió  obligando a los humanos,  sometiendo, el porvenir de la Humanidad. Dejó mi padre abandonada la cosecha de trigo del año de 1936 y subidos con otros vecinos de Siétamo, en un camión, nos llevaron a Huesca, lejos de nuestro pueblo. Entraron los voluntarios de los sindicatos en él y siguieron atacando a la ciudad de Huesca. Cuando llegaban los bombardeos, nos bajábamos a las bodegas de la casa, pero aún así a mi hermano el pequeño Jesús, le pegó un tozo de metralla en un pie, pero no le hizo una herida grande. Ante esos bombardeos, que con los cañones y los fusiles, herían y mataban a tantos ciudadanos, en Siétamo y en Huesca, nos subieron en un camión y nos condujeron a Jaca.
Yo, no había todavía llegado a los seis años de edad, pero lloraba cuando mi abuela recogía las ropas, que nos íbamos a llevar al destierro de Jaca. Ella, como no podía llevarse todo lo que necesitaría para su destierro, iba dejando objetos y ropas en Huesca y yo, con mis cinco años y pico de edad, lloraba al ver a mi abuela abandonar, los objetos y las ropas.
Llegamos a Jaca, donde encontramos el consuelo de tratarnos con el primo hermano de mi padre, Don Paco Ripa y su familia, que nos dejó ropa para dormir en  la casa de Mazuque. No recuerdo el tiempo que pasamos en Jaca, pero sí que mi hermano mayor Manolo,  iba a los Escolapios y Luis, Jesús y yo mismo al Colegio de Santa Ana. En Jaca también había un ambiente de guerra, pues mirando desde lo alto de la meseta en que estaba situada la casa en la que vivíamos, se veían llegar desde Sabiñánigo, grupos de ciudadanos, que huían del dominio de los sindicatos, en el mismo. Mi hermano Manolo no tuvo daño con el trozo de metralla que le rasgó su cinturón.
Un día,  cuando íbamos al Colegio, empezaron a sonar   las sirenas que proclamaban los bombardeos y nos ocultamos rápidamente en el sótano del Ayuntamiento de Jaca. Otro día, estábamos con mi madre rezando en la catedral de Jaca, y se oyeron los sonidos de la aviación acompañados por bombazos. Nos horrorizamos y mi madre con un gran terror, se tiró al suelo debajo de uno de esos grandes bancos, en que se acomodan los fieles en los templos.
 En tanto morían inocentes, como una niña del pueblo de Bellestar, próximo a Siétamo, que cayó en el parque de Jaca, a causa de un bombardeo.
¡Qué horror causaban los fusilamientos que producían unos y otros!. Y en el frente, salían unos heridos y otros muertos, Me acuerdo que estando en Jaca, nos vinieron a ver voluntarios en la guerra, como José Antonio Llanas y Gabarre de Pueyo. Este ambiente de odio y de sangre, unido al miedo de ver a sus hijos muertos, mi padre Manuel Almudévar  Casaus nos impulsó a seguir el destierro de su familia. Y subimos a Ansó, en la frontera francesa. En Ansó todavía había ansotanos y ansotanas, vestidos con sus ropas típicas, que les proporcionaban una personalidad elegante y con mucha personalidad. Frente a la casa donde fuimos a vivir, estaba una pequeña Plaza, donde una ansotana ya mayor, se sentaba en una pequeña silla, donde hilaba lana para tejer calcetines, mientras en un cajón a su lado tenía una gallina “clueca”, que cuidaba una nidada de pollitos. Aquella señora, vestida totalmente de ansotana, parecía en lugar de una pastora montañesa, una auténtica reina, de la que me he acordado siempre y lo seguiré haciendo hasta que muera. Mi hermano menor,  Jesús, jugando con los pollitos, acabó con los mismos. El disgusto en mi familia fue enorme, pero la buena ansotana, en lugar de protestar, sonreía y no aceptó de ninguna forma, una compensación por el perjuicio que le habíamos causado. Íbamos a la Escuela y al llegar el invierno, los alumnos teníamos que llevar, para encender su estufa, un trozo de leña y yo recuerdo, que careciendo   mi familia de leña, no podía llevar. Me dio vergüenza no colaborar con los compañeros y no entré en el aula. Cuando se enteró mi padre, fue a hablar con la Señora Maestra y ésta le dijo que dada nuestra actitud de desterrados, no teníamos obligación de aportar leña a la Escuela.
¡Qué ansotanos tan nobles habitaban en este pueblo montañés, al lado de Francia!.
Pero a pesar de tales hechos, mi padre seguía con temor a dejarnos huérfanos y condenados a ser desterrado a Rusia, de los que todavía ahora, se escriben artículos de ellos. Y subió con mi abuela materna, Agustina Lafarga a Zuriza, en la misma frontera francesa, para conocer el camino, que tendríamos que seguir de desterrados, hacia Francia. Pero al volver a Ansó, se enteraron de que estaba cambiando el panorama de la Guerra Civil, porque se había dado el principio del fin de  la Guerra.
Entonces, llenos de optimismo, subimos otra vez a un camión y volvimos a Huesca, a casa de mi abuela. Era imposible volver a Siétamo, pues casi todo él, se encontraba abrasado por la Guerra y mi padre, recogió las parejas de mulas, que quedaron en la Torre Casaus, en Huesca, y con el señor Jorge, pariente de la señora Concha, que siempre nos había ayudado en las faenas de nuestra casa, siguió labrando sus tierras. Tras unos escasos años, puso sus tierras “a medias” con el señor Borruel y acomodó en una de las habitaciones de la casa de Siétamo, y la citada familia, se dedicó a practicar la agricultura. Mi padre no podía estar separado de su esposa, que sufría del corazón ni de sus seis hijos e hijas. Mi madre que había nacido en 1900, murió a los cuarenta y tres años, dejándonos a sus seis hijas e hijos. Mucho tiempo después de volver a cultivar nuestras tierras, sentí el dolor de mi padre por la muerte, después de unos treinta años, al verlo llorar en recuerdo de la  madre de sus seis hijos.
Este destierro no ha cesado nunca, pues si entonces estábamos huyendo siempre de la muerte y ahora, siguen otros pueblos, huyendo y muriendo de Irak, de Siria y de tantos otros lugares.
Yo ya soy viejo, pero siguen los destierros en este mundo, que he podido comprobar. Por ejemplo, yo tengo un amigo venezolano, de sesenta y cuatro años, con sus estudios  de Medicina, que ha huido de Venezuela, donde ejercía su carrera. El Doctor de apellido de Alicante, donde nació y marchó con sus padres a Venezuela,  el año de 1957. Me  habló de que su padre era Corredor de Seguros y emigró a Venezuela, donde estaba creciendo la economía, creyendo que en él, aumentarían sus negocios. Se quedaron a vivir en la gran ciudad de Caracas y allí, después de estudiar el bachillerato, fue a la Universidad  para salir Médico. Acabada su carrera, ejerció la Medicina en Caracas durante cinco años, en tanto su hermano sacó el título de Ingeniero Electrónico. Allí sigue trabajando en la  Compañía Telefónica de Venezuela, pero mi amigo el Médico, encontró dificultades en la práctica de la Medicina y marchó a España, sufriendo su propio destierro. Ahora,  con sus sesenta y cinco años, podría cobrar el retiro, pero, como su título no está obtenido en España, se quedó en una situación de necesitado.
Hoy vemos como de Venezuela emigran  numerosos ciudadanos al extranjero y tenemos la desgracia de ver las situaciones tristes de tantos venezolanos, que caminan por nuestras  calles, pero con enormes dificultades económicas. Mi amigo,  nacido en Alicante, volvió a España el año de 2013, acompañando a su hija, que se colocó en el comercio, teniendo elevados estudios de Biología. ¡Pobre señorita, ya que le ocurrió una situación delicada, debida a las tristezas de la emigración, que le produjeron una situación delicada y mi amigo tuvo que marchar a vivir en pensiones, que puede pagar,  porque un hijo suyo, que vive en Zaragoza, se las paga, con sacrificio de su pobre economía.
 Aquí,  en Huesca, mi amigo pasa sus apuros para dormir y para comer, pero muestra un rasgo de alegría, que siendo triste, es más placentero el ambiente social en España y no tan triste como el ambiente venezolano. Es un hombre culto, que reflexiona y siente alegría, a pesar de pasar a veces hambre el espíritu médico y el de un estómago humano, de un emigrante.
Esta historia del desterrado médico venezolano, en una más de las que inundan nuestra península, de los africanos, asiáticos e incluso abisinios cristianos, como nosotros.
He comenzado a escribir los destierros que la vida, ordena en este mundo y yo ,dando gracias al Señor, en la casa natal de los Almudévar de Siétamo, de la que el año de 1936, salí desterrado hacia Francia, sigo escribiéndolos, en el cuarto, donde había un molino para partir granos de cebada , para alimentar a las caballerías. ¡Gracias, Señor, por haberme concedido la gracia de volver a ocupar la casa de mis abuelos y de mis padres, a la que ya no pudo volver a hacerlo a mi madre Victoria Zamora Lafarga, esposa de mi padre Manuel Almudévar Casaus!. Cuántas personas murieron a causa de la Guerra Civil y de los caminos del destierro, que tuvieron que emprender. Ahora se mueren en España más ciudadanos que los que nacen y muchos que se van como desterrados al  extranjero. ¡Cuánto dolor ha experimentado la sociedad española y qué peso de dolor cae sobre mis ya numerosos años de vida!.
Hay otros altoaragoneses, que padecieron con las guerras, pero los hay que sufrieron por sus consecuencias. José Luis Bruis Lapuerta, primo hermano de mi ya difunto amigo, Joaquín Bruis de Siétamo, nació,  como yo mismo, el año de 1930. Yo marché de mi casa, debido a la Guerra Civil, el año de 1936, pero José Luis Bruis Bruis Lapuerta, se marchó de Velillas, unos años antes. ¿Cúal fue su lugar de destino?. Al poco tiempo de nacer, se fue a Francia, con sus dos padres, a saber José Luis Bruis, primo  de Joaquín Bruis de Siétamo e Isabel Lapuerta de Velillas. No se fueron por motivos bélicos, sino por la pobreza   que reinaba en aquella vida tan miserable. ¡Era tal la  pobreza qué reinaba en estos pueblos del Somontano,  que tuvieron la decisión de emprender su emigración a Pau!. Yo estuve el año pasado en Oloron, que con Pau, son las dos poblaciones más importantes del Bearn francés.  En un parque de Oloron, estaban grabados varios apellidos altoaragoneses. No es extraño que José Luis Bruis, encontrara apellidos aragoneses en ese territorio. Emigraron al Bearn, pero no es éste un espacio ajeno a Aragón, porque el Barón del Bearn, luchó en la Reconquista española y murió en dicha guerra, estando enterrado en el Pilar de Zaragoza.
No es extraño que entonces, José Luis Bruis, cuando fue a Francia, conociera algún individuo con un apellido altoaragonés. En el Pórtico de la Catedral de Oloron, hay dos estatuas de moros, haciendo un esfuerzo para sostener el Pórtico y en Velillas todavía recuerdan un convento francés.  Del Bearn, por Canfranc, fueron las tropas del Bearn a conquistar Zaragoza, tomando en su caminar por Aragón,  la Villa de Almudévar, en la cual pusieron de alcalde a un bearnés, que recibió el apellido de Almudévar, del que descienden los Almudévar, no sólo en Siétamo, sino en España, como en Valencia.José Luis Buil no era un elemento extraño en el Bearn, donde se encuentran varios apellidos españoles, y por tanto no es raro que en esa tierra, se encontrase algún pariente o conocido, entre otras razones porque la emigración de aragonesesal Bearn, era frecuente. En Francia asistió a la Escuela, como todavía asisten algunos hijos de Hecho. Después se colocó, hasta que lo  hicieron Gerente de una Cadena de Supermercados, que ha llegado a instalarse en España y que se llama el Carrefour. Vivió casi siempre en Pau y ahora lo hace en Toulousse, donde vive una hija suya. Si, José Luis vivió en Pau, pero con frecuencia lo llamaba su amor a la comarca, donde nació y,  con cierta frecuencia iba a Velillas, a Blecua y a Siétamo.
Si, José Luis Bruis ha amado siempre  España y ahora, que tiene ochenta y seis años, ha querido cumplirlos en Siétamo, en casa de su primo-hermano Joaquín Bruis. Yo hago con frecuencia visitas a Joaquina  Larraz, viuda de Joaquín Bruis y esta llamada de mi corazón con el de Toñín de Bruis y de su madre, me llevó una vez más a visitarlos y el Señor hizo que me encontrara, sentado en un sillón cómodo con José Luis Bruis Lapuerta. Esta llamada del corazón me hizo conocerlo, después de multitud de años, desde el año de 1930, en que ambos nacimos. Allí, en casa de Bruis de Siétamo y acomodado en un sillón, que se inclina por mandato eléctrico, me conocí con un  hombre feliz, casi acabados él y yo, pero por la voluntad de Dios, pudimos despedirnos el día de su santo.
Cuando Joaquina nos presentó, salieron de su boca muchas palabras de amor a esta Patria, que hace ya cerca de cien años, abandonó él, camino de Francia y yo con mi familia fuimos a Zuriza, con la intención de pasar a Francia, pero gracias al Señor, pudimos volver a esta Patria, en la que nos despedimos de esta vida.
La vida de José Luis Bruis, empezó con la marcha de su padre a Francia en 1910, a donde  tuvo que caminar a pie, buscando trabajo, que le dieron en el Túnel Viejo de Somport. En Pau conoció a Isabel Lapuerta,que estaba haciendo tareas domésticas en una casa. En Francia se casaron, pero la buena Isabel, quiso dar a luz a su hijo en Velillas, en la Casa del Esquilador.
José Luis Bruis, pasó unos días felices en casa de su primo-hermano Joaquín. Se marchó cansado por haber contemplado una película de toda su vida, entre España y Francia, pero yo espero que haya descansado de tantas emociones.
Aragón y el Bearn, trazaron una vía de ferrocarril, entre Pau y Huesca,comenzada en la vida de Alfonso XII y viniendo del Bearn, yo contemplé la renovación del ferrocarril desde Oloron hasta Bedous. El espíritu de José Luis Bruis, está colaborando en la unión por Canfranc, para que sus amadas tierras, dentro del Mercado Común Europeo, le den pronto la oportunidad de visitar desde Pau  hasta Velillas, Blecua y Siétamo.

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