Con mi doble pariente, el
sacerdote Jesús Vallés Almudévar, nos queríamos, nos respetábamos a nosotros
y a nuestros antepasados. No me habló nunca de los sufrimientos que pasó
durante la Guerra Civil, pero cuando ya le faltaba poco tiempo para unirse “in
aeternum”, con su madre y con su hermano, fusilados en Fañanás, con una
crueldad salvaje, me regaló un diario personal. En él escribe lo siguiente:
“cuando lo leas, te enterarás de hechos de una época de mi vida que no he
contado a nadie”. Pero en los ratos en que escribía de su vida, se acordaba de
su madre, que era ”una mujer sencilla, todo corazón, abnegada y
sacrificada por todos, que regalaba paz a los que estaban con ella. Hacía diez
años que había muerto su marido y se había consagrado ella enteramente a
nosotros sus hijos. Con una capacidad inmensa de sacrificio”.
Fueron, además de Encarna, cinco
hermanos más, el mayor Antonio, el segundo Manolo, “hombre serio y sensato, brazo
derecho de su madre y un poco padre de nosotros los pequeños”. Yo tuve la
oportunidad de comprobar esta manera de ser, pues cumpliendo el Servicio
Militar, me trató como a un hijo suyo y me comunicó que me habían premiado un
artículo literario que escribí en el Campamento. El tercer hermano Luis, era
“lanzado e ingenuo. Con muchas ganas de vivir la vida, mientras el cuarto hermano José, fue ”el
vividor, desprendido, simpático, mentiroso, zalamero, majo”. Jesús, como hermano pequeño, se describe a
sí mismo “como el niño mimado, cascarrabias y nervioso, serio y tímido”.
Pasaban el invierno en Huesca,
para estudiar y el verano en Fañanás, donde les “gustaba mucho estar…sobre todo
los pequeños”, que gozaban de más libertad y lo pasaban muy bien. Describe la
“enorme casona, con mil rincones y recovecos siempre nuevos, guardándonos
alguna sorpresa”. Tenía tres pisos y en el primero estaba el despacho, el oratorio
de nuestro patrono San José. “En el segundo piso estaba la gran cocina, con su
hogar de amplia chimenea y enormes cadieras”, estaba la cocina llena de mesas, de
tinajas y todos los cubiertos “de cobre relucientes y brillantes, los armarios
contenían cazuelas y pucheros”. En el tercer piso y en el cuarto, se
encontraban las habitaciones para jugar, los dormitorios, la “masadería”, espadas,
sables y bastones, libros, documentos. Graneros y mirador”. “En lo alto se veía
la iglesia y se escuchaba el tintineo del yunque del herrero, y un camino de la
fuente, para mí, todo poesía. Y su río, el Guatizalema, para esparcimiento y
refrigerio en las tardes calurosas”
Después de lo que sufrió con el
fusilamiento de su madre y de su hermano, escribió lo siguiente:”Supongo que
todo seguirá igual. Yo no lo he vuelto a ver. Por si acaso ha cambiado, prefiero
verlo idealizado con los ojos del alma y del recuerdo”. Ya no quiso visitar el
pueblo de Fañanás, aunque lo amaba y como él mismo escribe, lo idealizaba.
El 20 de Julio de 1936, ”se masca la paz, la tranquilidad y se tienen
ganas de cantar, reír y vivir”. Eran esos los antecedentes, en que su tía
Encarna y su hermano José, vinieron de Huesca y no se fueron”, porque parecía
que el ambiente político no estaba tranquilo: hay muchos rumores y temores. Parece
que se han sublevado en algún sitio unos militares”.
El día 23 de Julio, ”la radio
está todo el día en marcha. España está dividida en dos. Radio Barcelona dice: ”Todos
los obreros, todos los republicanos, en pie para defender la libertad. ¡A las
armas el proletariado”. En tanto el General Mola dominaba en Navarra. El día 26,
“Ha venido una señora que está casada en Lascasas y dice que allí mataron al
cura, primero lo desnudaron y le cortaron los testículos y después lo
fusilaron”. El 29 pasando por la calle, ”El Royo” dijo que ya se había acabado
el dar limosna”, que todo era de todos. Y que se acabó de que los señoritos
coman sin trabajar, que todos los campos serían de la comunidad y el que no
trabajara no comería. Todos reían bulliciosamente”. El 31 de Julio se escuchaba
en Fañanás un tiroteo impresionante. Estaba
producido por los cañonazos que cañoneaban el pueblo cercano de Siétamo, para
seguir siendo bombardeado por la aviación. Le gustaba a Jesús “oír esos pájaros
grandes que dominan el espacio”, ”pero oír
las descargas sobre Huesca y Siétamo, pensando que mis hermanos y tanta
familia y conocidos están allí, aguantando, esperando a que les hieran o les
maten sin poder defenderse, sin poder hacer nada”, eso no lo podía aguantar. Entre
tanto su madre “se pone a rezar, palidece y tiembla, en un sufrimiento callado
e intenso”. Hace coincidir el estado del tiempo físico con la tragedia que se
aproximaba, cuando dice: ”El cielo está
cubierto de pesados nubarrones de verano y empiezan a caer algunas gotas
gordas”.
El día 1 de Agosto, “no trabajaba
nadie”, sino que “se pasan el día hablando y discutiendo. Cantan, ríen, gritan
y juran por calles y plaza. Tienen pinta de escapados de presidio”. Al día siguiente
“se dirigían hacia la iglesia. Gritaban y reían como salvajes…Se han puesto los
ornamentos e iban entonando latines con cantos revolucionarios. Uno llevaba la
casulla “buena” que el cura guardaba para las grandes solemnidades, la capa pluvial
la llevaba uno pequeño y desgarbado que la arrastraba por el suelo”. Fue, al
día siguiente, Jesús a ver la iglesia y “un grupo de mujeres lloraba, me
pareció que les decía el Señor lo mismo que a las de Jerusalén: no lloréis por
mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”.
Desde el uno de Agosto no
escribió ni una línea, porque aquellos días los pasó muy mal y tenía miedo
Jesús de escribir lleno de odio y ganas de venganza, ”pero estoy seguro de que
eso no agradaría a mamá”. El día 23 de Agosto, llamaron con fuertes golpes a la
puerta de casa Vallés y “dos milicianos preguntan por el señorito Luis….Que venga
también la madre. Y la madre y el hijo Luis, como hacía ya tanto tiempo que
esperaban esta llamada, sin ningún ruido, se marcharon. A Jesús le hicieron
abrir todos los armarios, como aquel que busca un objeto para acusar a su madre
y a su hermano, Luis, de seres peligrosos; lo llevaron a la casa donde vivían
los colonos, que lo acogieron con
cariño. Constantemente “quería llorar, llorar, necesitaba llorar...El cuerpo se
me quedaba también rígido. No podía doblar las piernas, ”le hacían daño esos
ojos de tanto llorar.“Al anochecer del segundo día, la voz inconfundible de mi
madre llamó desde el patio…Mamá me hablaba, me acariciaba, me aconsejaba…Nos
separaron y mi soledad se hizo más espantosa que nunca”.El día 29 de Agosto, ”en el escenario de la Plaza, el alguacil,
llamado Juané, hizo sonar el cuerno y gritando, soltó el siguiente pregón.”De
orden del Comité…hago saber…que se va a proceder…al juicio…de la Viuda de
Vallés…y de su hijo…que acudan todos al granero …del obispo”. Durante el juicio
los acusaron de hacer señales a los fascistas con linterna y no cesaban de
escuchar emisoras del bando rival. Las linternas las encontraron en un registro, pero sin pilas “No había amanecido todavía,
cuando fueron a por ellos” Subieron a un coche y en “un barranco, entre Bespén
y Blecua se detuvieron”. Dicen que el piquete estaba formado por guardias
civiles y por dos mozos del pueblo. !Dispararon!. Cayeron. Luis no se movió. Mamá
intentó incorporarse, una nueva descarga se lo impidió. Después llegaban los
del comité. Rociaron los cadáveres con gasolina y les prendieron fuego. De
Blecua fueron unos hombres a enterrar los restos”.
Los que, parecía, habían ayudado
al fusilamiento de su madre y de su hermano Luis, quisieron sacarlo de Fañanás y lo llevaron al próximo pueblo de Ola, a una
gran casa, llamada de Otal. Sus dueños estaban repartidos por el mundo para
salvar sus vidas. Allí se dio cuenta de las mujeres que los oficiales traían de
Barcelona y sospechaba de todo el mundo. El capitán Moreno le decía que tendría
que formarse para el futuro, que tal vez debía ir a Rusia, donde estudiaría,
para ayudar al gobierno comunista. El, al ver todo esto, siempre quería volver a Fañanás y un día se subió en
el caballo del cartero y llegó el día 11 de Septiembre a Fañanás. El día 13
entraron los rojos en Siétamo y enseguida se organizaron “peregrinaciones” para
ver las ruinas de aquel pueblo. Y Jesús que había sufrido las pérdidas de su
madre y de su hermano, el día 20 de
Septiembre, con trece años cumplidos
estuvo en Siétamo”, de donde habíamos huido sus doble parientes. “Cuando
llegamos a los alrededores de Siétamo, oímos graznidos de cuervos, que
levantaban el vuelo al oír nuestros pasos y volvían de nuevo al festín, después
de que habíamos pasado…Había todavía cadáveres sin enterrar, tostando sus
huesos ,casi mondos, al sol. Las calles estaban como un museo en día de
fiesta…lo recorrían todo, contemplando,
preguntando, admirando. Se fijaba en las casas, de las que no quedaba “ni una
casa entera…estaban todas comunicadas por dentro por medio de boquetes, hechos
por los fascistas para no tener que salir a la calle” evitando que algún proyectil
les hiriera o matara… en la iglesia en una de las capillas laterales había una
fosa abierta, allí habían enterrado a un sargento de la guardia civil, que se
había destacado por su coraje y valentía y del que contaban muchas cosas
heróicas”. Lo desenterraron y “lo arrastraron por el pueblo, y lo quemaron en
la plazoleta del Castillo, donde todavía se notaba el redondel de tierra
ahumada mezcladas con las cenizas de sus restos” Recuerda Jesús que “un enjambre de muchachos, revolvían
entre los escombros, buscando cápsulas, balines, trozos de metralla”. No
acabaron de recoger todo, porque, cuando
ya había acabado la Guerra, allí estaba yo con Rafael de Lasierra, buscando
aquellos malditos restos. En el comité exclamó uno se los jóvenes: hay que
mandar a trabajar a Jesús, que no queremos mantener vagos. Alguno pensó que
podía ejercer el trabajo de enseñar a leer y a escribir a los niños. Así se
hizo y Jesús vivió una temporada con ilusión, que le serviría para calmar su
soledad dolorosa. El 25 de Enero de 1937, tuvo noticia de sus hermanos, por una
carta llegada de Francia. La escribió Conchita y pensó:”No nos va a ir todo
mal. Mamá y Luis velarán por nosotros”. El día 23 de Julio, un amigo que había
ido a Barbastro, le comunicó a Jesús que su tío Blas lo quería ver pronto. Su
tío Blas era el esposo de su tía Carmen, hermana de su madre. ”Ha presumido
siempre de ser comunista y revolucionario”.”Cuando vivían en Villa Isabel, una
tarde de domingo, estábamos mamá y yo de vista en su casa, cuando estallaron
dos bombas. Mamá pensando en sus hijos, quiso marcharse enseguida a casa, pero
mi tío Blas no nos dejó marchar, dijo que faltaban de explotar todavía tres,
pero que no nos preocupáramos porque no intentaban más que asustar…nos acompañó
mi tío a casa, no pasó nada, pero yo
quedé impresionado pensando que mi tío habría puesto las bombas o era el jefe, pues
lo sabía todo. Yo lo he querido siempre, pero no puedo olvidar que si él
hubiera intervenido, no hubieran matado a mamá y a Luis. No me querrá mucho
cuando ha tardado un año en acordarse”. El día 23 de Agosto de 1937
escribió:”Estoy en la Montaña, en Broto, hace veinte días que llegué aquí. Al
llegar a Broto conociendo a tantos tíos y tías, todos lloraban, menos Jesús, que
no tenía ganas de llorar, como lloraba en Fañanás, donde nunca tuvo apetito
como en Broto, donde siempre tenía hambre. El día 30 de Agosto de 1937, hizo un
año que mataron a su madre y a su hermano. Es una contradicción; me parece que
hace un siglo que sucedió. Y por otra parte me parece que sucedió ayer”. Por el
mes de Enero de 1937, se rumoreaba que
“los fascistas” están pegando fuerte”. Sus parientes sentían necesidad de marchar
de Broto. El día 29 de Enero marcharon a Villanova, que se encuentra en el
valle de Benasque. Por un lado veía que los que habían asesinado a su madre y a
su hermano, estaban siendo derrotados, pero por otro, le preocupaba dejar aquel
ambiente, de amistades, ahora que empezaba a estar a gusto...”.En Villanova
encontró libros, como “El grillo del hogar” de Dickens. El 24 de Marzo, llegó
Rafael y dijo que los “fascistas” habían
“empezado una ofensiva y que empujan fuerte”. Como “no pueden detenerlos
piensan ya en irse a Francia”… Efectivamente el día 26 de Marzo “Rafael se ha
ido a Francia. Se han marchado dos coches llenos de jefes”. Jesús al ver estos
hechos, estaba “alegre y triste a la vez. Puede que fuese mejor decir: impaciente
e intranquilo”. El 29 de marzo salió Jesús a la carretera y escribió: ”Está sucísima
y hay de todo…sobre todo las cunetas están de miedo, hay gallinas, conejos
muertos, encajes, saquetes de almendras, guerreras, alpargatas y botas viejas… fusiles,
cargadores con balas en grandes cantidades, bombas de mano”. El 9 de Abril
escribía: ”El cañoneo, me parece, no sé si será sólo la ilusión, que se oye más
cerca, más fuerte”. El día 15 de Abril se veían subir por el camino, muchos soldados con la bandera que
desde siempre había representado a
España”, pero enseguida vi a Plácido … y
sentí que ya se había realizado el milagro”. Decidieron que después de
comer se irían a Huesca con el coche de Plácido el tío José y él “y mandaríamos
un coche grande para el resto”. ”¡Qué extraño me encontraba andando solo por
las calles de Huesca”. Llegó a su casa, llamó y se encontró con Encarna, una
mujer buena durante muchos años, con Margarita y con la nena. Allí se enteró de
que a su hermano Antonio lo mataron, ”lo cogieron prisionero y lo fusilaron, ya al comenzar la Guerra, pero se alegraba al
ver a “la nenica que estaba preciosa. Tiene
la cara redonda y el pelo todo rizado”. Ahora es una señora, con la que me
encontré hace poco tiempo y me mandó, cuando murió Jesús unos libros, que
guardo en Siétamo. Al final de del diario de 152 páginas, que describe desgracias
e historias de los pueblo que tuvo que visitar, escribió:”Parece como si
descubriese ahora, de verdad, la guerra y toda su huella. Hasta
ahora no tenía más idea que llegar a Huesca, encontrar a mis hermanos, reanudar
la vida. La guerra no había sido más que la muerte de los míos, el sufrimiento
personal, la separación, la espera”. Parece que se ha olvidado de su
crecimiento como hombre, pues le había cambiado hasta el tono de su voz y tal
vez, lo dudo, se habría olvidado de las chicas que se enamoraron de él. Acaba
el diario diciendo: ”Ahora me parece una melonada haberlo escrito y me moriría
de vergüenza si lo leyese alguien. Lo guardaré bien guardado”. No contó a nadie
los sufrimientos que tuvo, pero a mí, cuando ya los dos éramos mayores, me
regaló su maravilloso diario, del que si
él se avergonzó, yo me lleno de satisfacción y de orgullo. Ahora me voy a San Pedro el Viejo y me miraré al interior
de su torre, en que Jesús, ya sacerdote, puso a la vista del público recuerdos
religiosos de la vieja ciudad de Huesca.
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