Alfonso Buil Aniés, es un hombre nacido en el Castillo de San Román de Morrano hace cerca de cien años, donde ahora sólo queda una familia y cuando él era niño, en su casa se juntaban unas veinte personas, que trabajaban en la recogida de las olivas. Almorzaban sopas de ajo y comían principalmente judías cocidas, regadas con aceite y eran extraordinariamente sabrosas. Bebían vino, que le añadía placer al sabor de las judías y daba energía para trabajar. Se habían criado esas judías, en los pueblos de Used y Bara, en plena Sierra de Guara. Allí había comunicación y alegría, pues de vez en cuando alguno de los trabajadores, entonaba alguna jota aragonesa.
En general no era muy rica en ideas la mente de aquellas personas, pero las que las poseían las manifestaban y exteriorizaban desde su mundo interior a los compañeros de diversión y de trabajo. Cantaban al trabajo, al agua que pasando por sus ríos, habría que echarla sobre los secanos, para aumentar la producción, a los seres queridos, desde los antepasados hasta los hijos y los nietos. Pero una masa de los ciudadanos, no sabía leer y José María Llanas Aguilaniedo, escritor aragonés, nacido en aquellos tiempos del siglo XIX, promovía la cultura del pueblo, que si no se extendía, íbamos a llegar a las luchas del año 1936.Había entonces ciudadanos que se preocupaban por el agua, para vivir y para regar, como cantaban los olivareros en San Román de Morrano con sus jotas. Y fue Joaquín Costa, quien se preocupó de la provincia de Huesca y se trató con personas de la categoría de Silvio Kosti, hasta ciudadanos como Ramón Buil Calvo, padre de Alfonso Buil Aniés, que ya tiene noventa años de edad y recuerda las conversaciones que mantuvieron su padre con el gran aragonés. Nació Ramón en el siglo XIX y murió después de la Guerra Civil y hasta el año 1911, en que murió Costa, mantuvo con él una amistad, que los llevó a conversar frecuentemente sobre los problemas del bosque y del agua. Era Ramón Buil Calvo, el Guarda Mayor de los Forestales en la provincia de Huesca y recorría la Sierra de Guara, visitando a los Forestales, que residían en distintos pueblos de la misma Sierra. Todos ellos tenían espíritu y se preocupaban del progreso del hombre. Su hijo Alfonso Buil, ha escrito:”La falta de espíritu puede adueñarse de la vida personal y de las comunidades, con juego, galimatías, charlatanería y comadreo. Es lo que se ha denominado modernidad “líquida”. Decimos “líquida”, porque tiene un espectro de significados: cambio y desregulación de mercados, precariedad de los vínculos humanos….carácter transitorio de todo; amor flotante sin responsabilidad hacia el otro;…todo se hace virtual: sociedad cambiante, imprevisible, decadencia del estado de bienestar e incertidumbre, que arruina el futuro”.
Y el futuro de San Román de Morrano y de Used y Bara, de Secorún, Nasarre y de tantos otros de la Sierra de Guara, ha llegado a la nada y leyendo a Alfonso Buil Aniés, me parece que me está respondiendo, con las siguientes palabras: ”¿ Qué sociedad manda?. Tenemos con harta frecuencia un estilo de vida, donde falta disciplina, generosidad o valor. Hemos vivido una felicidad forjada de aspiraciones al dinero, al éxito fácil y al triunfo. Sin embargo, como dijo Crosán: “los pueblos sólo viven en la medida en que están atiborrados de ideales y no pueden respirar bajo demasiadas creencias. Pero la modernidad asiste a una quiebra de valores filosóficos y transcendentes: bondad, verdad, belleza, moral económica, ideológica y religiosa. Parece decirse que lo único seguro es el relativismo, marcado con retos de subjetividad y privacidad”. Si, a la subjetividad y privacidad pasaron los sucesores de los olivareros de San Román de Morrano, que expresaban sus ideas y sentimientos, incluso cantando con jotas y sus problemas los compartían entre todos ellos. Pero Alfonso Buil Aniés, con sus noventa años sigue una vida trabajadora, como le enseñó a vivir su padre Ramón Buil Calvo, ya que cuando subía a caballo a los pueblos y montes de la Sierra de Guara, se lo llevaba de colaborador y muchos ratos, cuando él cabalgaba, Alfonso caminaba. Y siguió caminando toda su vida pues tiene treinta y tantos inventos patentados, siempre pensando en beneficiar a los hombres, especialmente del Alto Aragón. Está previsto para el año 2014, prohibir la explotación del carbón, por la contaminación que produce su combustión, pero Alfonso Buil Aniés ha presentado un sistema que controlará y lavará los gases producidos por su combustión y a partir de esos gases, se podrá aprovechar el hidrógeno y el nitrógeno, que servirán como carburantes gaseosos. Está el mundo en una crisis de escasez de energía y la fórmula de Alfonso sería una parte de la solución del problema energético, en todo el mundo. Cerca del Río Mascún, seguía Alfonso a su padre que montaba en su caballo y en la vida ha hecho lo mismo, porque hace muchos años ya explotaba Ramón Buil, una mina debajo de la Sierra de Guara y hoy en día , con sus noventa años, su hijo Alfonso lucha por la permanencia de las minas de carbón.
Escribe Alfonos Buil que “el mundo interior y las relaciones externas deban tener incrustados un sólido paquete de ideas, valores, creencias y conductas”; está claro que al hacer tales afirmaciones, se estaba acordando de su padre de cuerpo de una altura de un metro y noventa y cinco centímetros de altura y de un espíritu elevado, cuando cabalgaba por las montañas. Por eso, Alfonso le dedica estos versos: “era de los que rezan-con la risa de los montes-y cantan con el canto-misterioso de los ríos de los que a golpes-hacen madrugar la madrugada-arrastrando desde lejos la mañana” y sigue :” mi padre siempre fue-un hombre fuerte,-con olor a tierra y primavera- con calor del sol en sus espaldas, en su frente el sudor- se ha ganado mil caminos-que han marcado poco a poco –su estatura”; era “compañero del leño –y de las piedras,-y sabía cómo andar- entre los montes- en los valles y en los ríos”. Y Alfonso no pudo callar que su padre Ramón Buil Calvo ,”era un hombre sabio, que me enseñó por qué se siembra la Esperanza”.
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