Estando de Veterinario Titular en
Huesca, tuve una ocasión de acudir a un convento de monjas de clausura a
castrar a unos pollos jóvenes. El ambiente del convento ha cambiado desde
entonces, cuando yo iba a visitar las aves de las monjas. Les costaba abrir la
puerta porque tenían que dar paso los cerrojos y cerrajas. Aparecían al
abrirlas, con sus rostros tapados con un velo, y una monja tocaba la campanilla
para que las otras evitaran el encuentro con personas como yo, que no amaban al
Señor como Él se merecía. ¿Por qué exageraban tanto la precaución de tratar con
otras personas?. Buscaban el recogimiento
pero, a veces, no se daban cuenta de que la caridad debe extenderse a
todos los hombres. A algunas les faltaba cultura, cuando otras la poseían en
grados superlativos.
Y ¿cómo hacían y hacen para estar
unidas con Dios?. Cada día, en todo lo que hacen, buscan la presencia del
Señor, hacían de todo por su amor, y repartiéndolo entre ellas. Buscan en la
Biblia los salmos que se cantan cada Hora y los cantan con fe. Hay salmos de
alegría, de perdón, de gozo, de agradecimiento,
de petición y a todas las situaciones del hombre y de la mujer. Al llegar
Ana María Abarca de Bolea criticaba la lectura de los salmos por las mujeres,
en latín, porque había sido de una de las casas más ricas de Siétamo. En
aquellos antiguos tiempos, Doña Ana María Abarca de Bolea, fue Abadesa del
Monasterio de Casbas, cargo al que llegó, después de vivir sin los votos durante más de veinte años, en los
cuales se aplicó a la cultura femenina, para cuando llegó a más de veinte años
a hacer los votos religiosos. A Doña Ana María le preocupaba la falta de
cultura en algunas novicias, que tenían que cantar los salmos en lengua latina.
Para ellas era contradictorio cantar los salmos en latín, lengua que no
comprendían. Para alcanzar este alto grado de su vida espiritual, ella, Abadesa
del Monasterio, observó a sus monjas y se dio cuenta de que no siempre se ha
conseguido que todas las monjas viviesen en unidad con el Señor, ¿por qué? , por qué había en aquellos tiempos
de poca caridad en el Mundo, que obligaban a muchas conciencias a encerrarse en
un convento, sin haber conocido la vida humana, en su doble sentido de la Cruz
y de la cruz-veleta.
Bajando de la Catedral me he
fijado en el Convento de San Miguel Arcángel. Su torre, presidida por una Cruz,
se eleva a los cielos, como buscando al Señor. En medio del tejado que cubre el
presbiterio de la iglesia, se alza otra Cruz, con una veleta, que se agarra a
la misma, como empezando a mezclar los
asuntos celestes, que representa la Torre con sus campanas asomadas a las
ventanas románico-góticas, con los problemas temporales, que señala la veleta,
indicando el origen de los vientos. Unas veces vienen del Norte, otras del Sur
y en ocasiones del Este bochornoso o del Oeste. Ya hace muchos años se asomaba
desde el patio interior, la Madre María Jesús Bescós, nacida en Abiego, a observar
la veleta, que indicaba si venían lluvias o vientos. Esta monja representaba a las
hermanas, con su alma y con su cuerpo. Su alma soñaba con Dios y de este interés
por el Supremo Espíritu se deducía una bondad inmensa. Quería a sus hermanas
las monjas y se preocupaba, con sencillez, de todos los oscenses y de todos los que conocía por haberlos
tratado. Estuvo en sus jóvenes años trabajando en casa del que más tarde sería
Don Jesús o Mosen Jesús Vallés Almudévar,y también su hermana Encarna Vallés, iba
todos los años, mientras vivió, a ver a la hermana María Jesús, que a su vez
cantaba a sus hermanas, las monjas Carmelitas Calzadas, con las que vivía, como
conoció a Jesusín más tarde, Jesús ya madurando, y a Don Jesús el sacerdote. Tenía
una atención por los problemas de sus compañeros, que dejaba todo lo que estaba
haciendo, para atenderlos. Esta era la caridad de Dios y del prójimo.
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