lunes, 5 de octubre de 2020

El ambiente del convento de clausura.

 


                                      

Estando de Veterinario Titular en Huesca, tuve una ocasión de acudir a un convento de monjas de clausura a castrar a unos pollos jóvenes. El ambiente del convento ha cambiado desde entonces, cuando yo iba a visitar las aves de las monjas. Les costaba abrir la puerta porque tenían que dar paso los cerrojos y cerrajas. Aparecían al abrirlas, con sus rostros tapados con un velo, y una monja tocaba la campanilla para que las otras evitaran el encuentro con personas como yo, que no amaban al Señor como Él se merecía. ¿Por qué exageraban tanto la precaución de tratar con otras personas?.  Buscaban el  recogimiento  pero, a veces, no se daban cuenta de que la caridad debe extenderse a todos los hombres. A algunas les faltaba cultura, cuando otras la poseían en grados superlativos.

Y ¿cómo hacían y hacen para estar unidas con Dios?. Cada día, en todo lo que hacen, buscan la presencia del Señor, hacían de todo por su amor, y repartiéndolo entre ellas. Buscan en la Biblia los salmos que se cantan cada Hora y los cantan con fe. Hay salmos de alegría, de perdón, de gozo, de  agradecimiento, de petición y a todas las situaciones del hombre y de la mujer.  Al  llegar Ana María Abarca de Bolea criticaba la lectura de los salmos por las mujeres, en latín, porque había sido de una de las casas más ricas de Siétamo. En aquellos antiguos tiempos, Doña Ana María Abarca de Bolea, fue Abadesa del Monasterio de Casbas, cargo al que llegó, después de vivir sin  los votos durante más de veinte años, en los cuales se aplicó a la cultura femenina, para cuando llegó a más de veinte años a hacer los votos religiosos. A Doña Ana María le preocupaba la falta de cultura en algunas novicias, que tenían que cantar los salmos en lengua latina. Para ellas era contradictorio cantar los salmos en latín, lengua que no comprendían. Para alcanzar este alto grado de su vida espiritual, ella, Abadesa del Monasterio, observó a sus monjas y se dio cuenta de que no siempre se ha conseguido que todas las monjas viviesen en unidad con el Señor,  ¿por qué? , por qué había en aquellos tiempos de poca caridad en el Mundo, que obligaban a muchas conciencias a encerrarse en un convento, sin haber conocido la vida humana, en su doble sentido de la Cruz y de la cruz-veleta.

Bajando de la Catedral me he fijado en el Convento de San Miguel Arcángel. Su torre, presidida por una Cruz, se eleva a los cielos, como buscando al Señor. En medio del tejado que cubre el presbiterio de la iglesia, se alza otra Cruz, con una veleta, que se agarra a la misma, como  empezando a mezclar los asuntos celestes, que representa la Torre con sus campanas asomadas a las ventanas románico-góticas, con los problemas temporales, que señala la veleta, indicando el origen de los vientos. Unas veces vienen del Norte, otras del Sur y en ocasiones del Este bochornoso o del Oeste. Ya hace muchos años se asomaba desde el patio interior, la Madre María Jesús Bescós, nacida en Abiego, a observar la veleta, que indicaba si venían lluvias o vientos. Esta monja representaba a las hermanas, con su alma y con su cuerpo. Su alma soñaba con Dios y de este interés por el Supremo Espíritu se deducía una bondad inmensa. Quería a sus hermanas las monjas y se preocupaba, con sencillez, de todos los oscenses  y de todos los que conocía por haberlos tratado. Estuvo en sus jóvenes años trabajando en casa del que más tarde sería Don Jesús o Mosen Jesús Vallés Almudévar,y también su hermana Encarna Vallés, iba todos los años, mientras vivió, a ver a la hermana María Jesús, que a su vez cantaba a sus hermanas, las monjas Carmelitas Calzadas, con las que vivía, como conoció a Jesusín más tarde, Jesús ya madurando, y a Don Jesús el sacerdote. Tenía una atención por los problemas de sus compañeros, que dejaba todo lo que estaba haciendo, para atenderlos. Esta era la caridad de Dios y del prójimo.

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