martes, 20 de octubre de 2020

El hambre que pasaron en la Guerra Civil, los de Belchite

 

Belchite (Zaragoza)
En la cueva tal vez ibérica, que se encuentra cerca de la Autovía, que viene de Barbastro, cerca ya de la Torre de Cavero, se refugiaban por las noches varios vecinos de Siétamo, entre los que se encontraba Estebané Bescós, ya difunto y Joaquina Bruis, viuda de Joaquín Bruis y madre de Antonio Bruis Larraz. Todavía Joaquina me repite con frecuencia durante este año de 2013, el hambre que pasaban en la cueva, por la noche, en tanto bombardeaban el Pueblo de Siétamo. A pesar de sufrir el hambre, Estebané ansiaba acudir a la cueva, para dormir tranquilo y alejado de la explosión de las bombas de la aviación. Entonces se pasaba hambre, no sólo en Madrid y en Barcelona, sino en aquellos puntos en que la guerra ardía y tenía a los ancianos y a los niños, con sus estómagos vacíos.
Belchite quedó convertido en una ruina macabra, como Siétamo, pero mucho más extensa, tanto que no se han restaurado sus viviendas, ni sus iglesias ni conventos. A penas un pequeño grupo de casas han permanecido de pie. El año de 1937, los Republicanos arrasaron el pueblo de Belchite, al que defendían los Nacionales. Fue tan terrible la lucha, acompañada por los mutuos fusilamientos entre unos y otros, que unos seis mil hombres y mujeres entre soldados y civiles murieron en pocos días. El control republicano duró escaso tiempo, pero ya no duraban las vidas de sus paisanos ni de los soldados y milicianos que en Belchite luchaban. Lo único que podían hacer era como han hecho ver los psicofonistas,  hablar y gritar en la oscuridad de la noche,  en aquellas calles muertas y silenciosas. En 1946, los más   afortunados, ocuparon nuevas viviendas  en Belchite y en 1960 se acabó la entrega de casas.
Dicen que cada año diez mil personas visitan Belchite, unos como aquellos que recuerdan un pasado tan terrible, otros como turistas que sienten curiosidad por los terribles hechos ocurridos en dicho pueblo   y muchos atraídos por las leyendas que se cuentan de las almas, de los que en esa guerra salvaje murieron, pues algunos de ellos dicen los psicofonistas que caminan todavía por sus calles.
Yo me acuerdo y he recordado siempre a mi primo José María   Narbona de Siétamo, que murió en aquellas luchas con diecisiete años de edad, cuyo cuerpo trajo al cementerio de Huesca su primo Buisán. Alguno quedó con vida, como Natalio Baquero, de los últimos habitantes de Belchite, que el mismo día en que partió del pueblo,  escribió en la Iglesia Vieja,  lo siguiente: “Pueblo viejo de Belchite, ya no rondarán zagales. Ya no se oirán las jotas, que cantaban nuestros padres”. Me acuerdo de José María, que antes de la Guerra Civil le daba clases a mi hermana mayor Mariví.  Era muy amable y sonriente, pero ya no le he oído cantar jotas ni salmos, desde que lo vi,  antes de dicha Guerra, pero mi corazón lo contempla, sonriente, a pesar de su destino cruel.
No se me ha muerto el triste recuerdo de la destrucción de Belchite, porque el día cuatro de este mes de Octubre de 2013, escuché las más repugnantes noticias, que se produjeron en dicha lucha inhumana. En un Bar de Jaca, situado próximo a la Estación de Autobuses, conversé con un hombre alegre y simpático, que tenía unos sesenta y cinco años de edad. Se llama dicho señor Eloy Bordonava y era del pueblo  de Sinués, que se encuentra al lado de Aisa, desde donde ve correr el río Estarrún, desde los campos que cultiva. Estaba comiendo un buen bocadillo, pero esa satisfacción de su apetito, le debió recordar el hambre que pasó su padre Francisco Bordonava, allá en la Guerra Civil, en Belchite. ¿Cómo se cruzaban las ideas del hambre con la satisfacción de comerse ese apetitoso bocadillo?. Me dijo Eloy que su padre casi no hablaba de aquellas desgraciadas horas pasadas entre ruinas y entre difuntos, pero en las reuniones con personas mayores, les contaba negras aventuras de esa guerra tan cruel y odiosa por parte de los dos bandos. Y en ciertas ocasiones dejaba ver a sus paisanos, aquella situación tan difícil, sin ningún grado de humanidad que pasó él y sus compañeros en aquella lucha. ¿Qué situación le produjo el peor recuerdo de Belchite?. Sencillamente, el contemplar a unas personas, abriendo las heridas de los recién caídos el suelo por las balas de fusil ,por la metralla de las bombas que  lanzaban los aviones y los cañones, y aproximar sus labios a la sangre que derramaban, para beberla , para matar el hambre, que los estaba acabando de dejarlos vivir, cruelmente, pero vivían todavía.
¡Qué comunión tan negra la que se realizó en Belchite, pues en la comunión de Cristo, es necesario que se amen los unos con los otros!.
Natalio Baquero escribió en la Iglesia Vieja: ¡Pueblo viejo de Belchite ya no rondarán zagales. Ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres!. Hay que aprender de la Historia para que muchos niños actuales no vuelvan a pasar hambre, como ya la pasan en muchos lugares de España.

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