viernes, 13 de noviembre de 2020

A Jesús Gota, mi amigo. -

 

Blecua (Huesca).


Era por los primeros días del mes de Septiembre del año 2003, cuando ¡por fin! fuí a Blecua a visitar a mi amigo Jesús Gota. Habíamos hablado muchas veces en Huesca y en esas charlas descubrí un hombre entero, que sabía de casi todas las cosas que en el mundo se llevan y nos llevan, nos traen y las traemos los hombres en nuestra memoria, en nuestra inteligencia, en nuestras actividades, y en nuestro diario o mejor dicho nocturno dormir, en nuestro caminar y en nuestro diario comer y beber.
Subí por la calle larga, una de las más largas que hay por aquella zona y en lo más alto del pueblo, en una pequeña plaza, estaba su casa, me hizo entrar en ella y quedé admirado ante la enorme biblioteca de sabios libros, que estaban esperando que los cogiera con su mano Jesús, para rellenar su memoria, aumentar su inteligencia y soñar con sus contenidos.
Desde aquella calle tan larga, se apreciaba Berbegal, que por Pertusa se unía a Blecua, para llegar a Huesca (Osca), pasando por Pueyo de Fañanás y por Alcalá del Obispo y desde Lérida (Ilerda), pasando por la Virgen de la Alegría de Monzón se llegaba al dicho y elevado Berbegal.
Alrededor de dicha plaza, se encontraba el antiguo Castillo, con su ermita de Santa Ana, el hermoso pozo, del que Jesús conserva o ¿conservaba? un tubo de arcilla para conducir sus aguas a otros lugares, la Iglesia Parroquial en la que este día 26 de Septiembre, te van a celebrar tus funerales y se encuentra también la Escuela, donde el sesudo maestro Cavero, educó tan bien, a los hijos de este pueblo de Blecua. Para la Guerra Civil, los hijos de Blecua, educados por el Maestro Cavero, respetaron las vidas de sus vecinos, cuando en pueblos próximos, se fusilaban mutuamente.
Me hablaste del camino que de Alquezar, pasando por Angüés y por Siétamo, conducía a Zaragoza, de la ya nombrada Vía  Romana Ilerda-Osca y de la cabañera, que pasando por la ermita de San Gregorio, venía de Siétamo e iba a Armalé. Te escuché cuando me hablabas del museo del carretero, del lavadero, de las cías y de los antiguos pueblos, ya desaparecidos.
Me dejaste unas fotografías y unos planos del cementerio de los íberos ilergetes, situado en tu “demba”, con su vasija en la que colocaban, tal vez, algún alimento para el eterno viaje del difunto.
Hiciste con Claver un trabajo perfecto, trazando planos, cuyo autor fue quizás tu hijo, pero quedaste un poco decepcionado al no hacer nada con la Arqueología altoaragonesa.
No es extraño, por aquello de que “de tal palo, tal astilla”, que tengas un hijo inteligente y una hija, que conoce gran variedad de idiomas, entre otros el chino, pues es profesora de una Universidad en China.
Yo, al verte tan rubio y tan sensato pensé que tendrías antecesores de aquel pueblo godo, igual que tu mujer, que también es rubia. La raza es lo de menos, lo importante es ser hombres y mujeres, inteligentes, con honradez, con amor a la familia y a su tierra.
Hablábamos de los escasos habitantes que quedan en Blecua y ahora pienso que tal vez haya que usar a Jesús Gota como intermediario con Dios, para que vaya Blecua resucitando.

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