lunes, 2 de noviembre de 2020

Hospitales, Lazaretos y casetas de los pobres

 

Ermita de Santa María del Monte (Liesa, Huesca).
Érmita de Liesa. Cuadro guardado pòr la Diputación de Huesca.


Siempre, en mi vida, me han llamado la atención esos refugios miserables, donde los pobres van a dormir. Ahora, ya  acuden menos mendigos, pero en tiempos en que todavía se conservaba en Siétamo, la Caseta de los Pobres, era casi diario el paso de los mismos. Esta Caseta, se encontraba en un lado de la antigua Vía Romana, y hoy es una cabañera o paso de ganados, que partiendo de Huesca, llegaba a Alquézar. Era un edificio de una planta, con paredes de piedra y como techo, tenía una bóveda también de piedras de sillería, que para evitar la entrada del agua de lluvia, estaba cubierta con tierra arcillosa o “buralenca”, que se conservó durante muchos años. Por el sur tenía un portal pero sin puerta, y además no poseía ventanas. Muchas veces en mi vida me asomaba por el portal hacia adentro, pero nunca me atreví a penetrar en ella, por la proliferación de parásitos. Recuerdo que algunas veces, había por el suelo paja, que algún viajero pobre, habría bajado de alguna era y la echaba para dormir caliente y acomodarse un poco sobre ella. He pasado muchas veces por delante de la Caseta de los Pobres, pero ahora ya no existe tal edificio, que en otros tiempos alivió la pobre vida de las personas. Sencillamente ya no se da tal obra humanitaria de aquellos tiempos pasados, porque un día, sin esperarlo nadie, se hundió. Menos mal que ya no se acomodaba en ella ningún pobre, porque en estos tiempos pasados, igual que a mí me producía melancolía entrar en la Caseta, a los mismos pobres les parecía mejor, acostarse en los porches del edificio del Ayuntamiento. Algunos peregrinos de Santiago de Compostela, se quedaban en casa Almudévar, donde los acogía mi esposa Feli.
Un día me preguntó Vicén D´o Río, que donde estaba el Lazareto de San Lázaro en la Villa de Siétamo. Yo, ignorante de la historia diaria de los peregrinos y de los mendigos, que pasaban por esa Via Romana, más tarde utilizada solamente para que por ella bajasen los rebaños de la Montaña a la Tierra Baja, me puse a preguntar a todo el mundo, pero no me supieron contestar. Al no encontrar una respuesta de las personas mayores del pueblo,  ya desanimado, me encontré al señor Escartín y este me dijo que hacía ya más de setenta y tantos años, estaba escrito el nombre de Lazareto de San Lazaro, encima del portal de la Caseta de los Pobres. Este señor se ha muerto muy cerca de los cien años de edad. Entonces pensé en el carácter oficial de dicha Caseta de los Pobres o Lazareto de San Lázaro. Estaba al lado mismo de la Vía Romana, que iba desde Huesca a Alquezar y casi a la entrada del Castillo-Palacio, donde nació el Conde de Aranda. Estaba el Lazareto en la parte baja y el Castillo en la parte más elevada del fin de la meseta que baja del Norte al Sur. La Via Romana o camino que de Huesca iba a Alquézar, pasaba rozando con el Torreón del Castillo –Palacio, que se supone tuvo su origen en tiempos de los árabes, o más bien de los romanos.  A pocos metros de distancia, en la parte baja, estaba el Lazareto. Antiguamente la gente que pasaba por esos caminos, se paraban en dicho Lazareto, donde eran inspeccionados para comprobar si sufrían alguna enfermedad. Si la padecían, quedaban recogidos en él. Varias enfermedades infecciosas podían sufrir los peregrinos y mendigos, siendo frecuente la lepra. El cementerio estaba encima del Lazareto, pero los enfermos que morían a causa de alguna peste, eran llevados y enterrados en el Barranco de los Muertos, a cierta distancia y al lado de la Via Romana, en el monte de Siétamo, antes de llegar al monte de Liesa. La gente recuerda una peste que obligó a los habitantes de Siétamo a enterrarlos en dicho Barranco.
Pero esta Caseta de los Pobres, no tuvo en su historia la única misión de acoger a los mendigos, porque durante la Guerra Civil, se refugiaron en ella un gran número de, sobre todo, mujeres y niños de Siétamo, para protegerse de los bombardeos de la aviación. Cinco bombas cayeron alrededor de la Caseta, donde se refugiaban gran número de gente, que la llenaba. Para poder respirar se ponían un palo entre los dientes, para poder respirar. Allí estaban, Juana Periga de Santolaria, madre de José Ferrando y de Concha , el padre de la señora Joaquina Latre, madre de Antonio y esposa de Joaquín Bruis. También se encontraba en aquella masa de personas Alejandra Piedrafita, hija de un caminero, llamado el señor Pedro. Se encontraba en medio de ellos la gruesa señora Encarnación Lafarga, esposa de José Mora, que después de la Guerra murió en Madrid. Estaba también la esposa de Andrés Lobateras, Juliana Arnillas, que después de los bombareos se fueron a Bespén. Debajo de la chimenea, se encontraba sentada la señora Juana Periga, y por su abertura le caían restos de las explosiones de alrededor y la gente le gritaba: ¡Señora Juana , quítese de ahí!.Ya quedan pocas personas que se acuerden de dicho refugio, pero Joaquina Latre,esposa de Joaquín Bruis, se acuerda de dichos momentos, como si hubieran ocurrido tan sólo unos días. No he podido hallar la fecha en que esto ocurrió.  
Sin dejar la Vía Romana, se llega, dentro del mismo término municipal de Siétamo, al Cementerio del Barranco, y poco espacio más hacia adelante, se alza el pueblo de Liesa, con cuatro templos, uno el de San José ya desaparecido, y  queda también la Ermita de Santa María del Monte, totalmente decorada de pinturas románicas en sus muros y en su bóveda. La imagen de Santa María del Monte, fue robada, no hace muchos años por un célebre ladrón, que presumía de artista. Esta Ermita fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1931. En la Diputación Provincial de Huesca se conserva la Tabla románica de San Vicente Mártir. ¿Por qué los de Siétamo enterraron a los muertos causados por las pestes, cerca de Liesa?. Parece que toda la vigilancia del camino o al menos de una parte de él, era dirigida por los Sanjuanistas de Foces, según explicó Don Ricardo del Arco. Desde Siétamo, antes de llegar a Liesa se encuentra al lado de la Vía Romana, la Ermita de Santa María del Monte, en la que se encuentran dentro de su pequeñez, muestras de los estilos románico y gótico. Los Sanjuanistas de Foces convirtieron en Lazareto y Hospital, los alrededores de la Ermita, para atender a los peregrinos y caminantes por la antigua Vía, que por el tercer miliar de Tierz, por el Quinto, por el Estrecho Quinto, por el sexto y por el Séptimo o Sieteno de Siétamo, comunicaba Huesca con Alquézar.    
Este Lazareto de Siétamo, tan cercano al Castillo-Palacio de los Barones de Siétamo, Marqueses de Torres y luego Condes de Aranda, hace pensar en la vocación de los Sanjuanistas y de la Nobleza en la salud del pueblo. Un Abarca de Bolea se casó con una hija del  Castro aragonés, dueño del Castillo de Siétamo, dándole vida al Señor de Siétamo y Marqués de Torres de Montes, llamado Martín de Bolea y Castro, que dominó la Villa de Siétamo, además de Puy de Cinca el año de 1578. Este Martín Abarca, fue un gran escritor español, al que admiró Baltasar Gracián y también Lope de Vega; entre sus obras destaca el Libro de Orlando, que siguió con la materia de Orlando el Enamorado(1578) , además de Las lágrimas de San Pedro. También tradujo los relatos de los viajes de Marco Polo (siglos XVI y XVII).Fue hermano de Ana Francisca Abarca de Bolea, Abadesa de Casbas y escritora en aragonés y castellano.  Estaba el Castillo-Palacio al lado de la antigua Vía Romana, que iba a Alquézar y a unos doscientos metros, estaba el Lazareto, que conocimos en Siétamo como Caseta de los Pobres. Martín Abarca de Bolea, fue antecesor de Don Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, que tuvo una gran amistad con los Azara de Barbuñales y de Siétamo, que influyó en el nombramiento de Párroco de Puy de Cinca a Mosen Azara. En dicho pueblo todavía se pueden ver las Armas de los Señores de Castro. Pero no sólo tuvieron influencia los Abarca de Bolea y los Castros en este nombramiento,  sino que al hermano de Mosen Azara, es decir a Felipe de Azara, de Siétamo, los regidores del Santo y Real Hospital de Zaragoza, lo nombraron “Questor”, para pedir limosna en el “actual Lugar” o pueblo de Siétamo. Este nombramiento, lo hizo el Marqués de Cuylus, por mandato de su Excelencia Manuel Guara, en 1718.Ese comportamiento del Gran Hospital de Zaragoza, pone de manifiesto la inquietud que ya desde hace muchos años, tenían los gobernantes de Aragón y el pueblo llano con la salud y la vejez de los aragoneses. ¿No estarían el Lazareto de Siétamo y el de Liesa con San Miguel de Foces unidos en su defensa de la salud de los caminantes?. Los Sanjuanistas, según Don Ricardo del Arco, mientras estuvieron en Foces, se ocupaban del cuidado y de la defensa de la Vía Romana desde Huesca hasta Alquézar.  En el siglo XIII el Obispo de Huesca Monseñor Sola, fue Comendador del Hospital de Foces, en Ibieca. En este siglo XIII, ya disponían de una hospedería de peregrinos y en Liesa, de un Hospital de Leprosos. Artal de Foces en 1258, fue Procurador General de Valencia y dice el Padre Huesca, que Artal dio “su castillo y Villa de Foces a los Caballeros Sanjunistas para hacer un convento con comendador y trece frailes presbíteros”. El citado Obispo de Huesca Don Domingo de Sola, hizo a Fray Juan de Mallio, Comendador del Hospital de Foces. En el pueblo de Foces se alzaba un castillo roquero, quizá de origen romano, para defender el Camino o Vía Romana, igual que la defendía el primitivo Castillo de Siétamo,  al lado mismo de dicha Vía Romana. Acababa dicha Vía en Alquézar, donde en la roca más alta existen los restos del  antiguo castillo o Castro, defensor de la Vía Romana. Esta zona tenía una vida propia y se comunicaba por dicha vía. Ahora con la carretera N-240, ha desaparecido la actividad entre Huesca y Alquézar, por donde se hacía el comercio, el traslado de ganados y las peregrinaciones y el paso de los mendigos.
En 1258 Artal de Foces fue procurador General de Valencia e hizo coincidir la arquitectura de su Catedral con la del Tempo de San Miguel de Foces. Si desde tan lejos tuvo influencia el pueblo de Foces con su maravilloso templo sobre la Catedral de Valencia, ¿cómo nos ha de extrañar que a lo largo de la ruta de la Vía Romana de Huesca a Alquézar, influyeran las normas sobre la salud de aquel camino?. Los Templarios cuidaban los caminos, pero al ser disueltos, se sustituyeron por otra Orden, la De San Juan, que también tenían por misión defender los caminos. Con la desaparición de los Sanjuanistas de Foces, por obra de un judío, el convento de Foces quedó desierto, igual que su dependiente Casa de Ejercicios Sanitarios en Santa María del Monte. ¿Entonces el Lazareto de Siétamo, dependió de los Castro y más tarde de los Aranda y Castros, al estar tan próximo a su Castillo?.
Aquella zona entre Huesca y Alquézar, unida por la Vía Romana, desapareció como si fueran muchas las porciones de ella y en mi pueblo de Siétamo, nadie sabía ya que estaba comunicado con Liesa, Ibieca, Bascués, Casbas de Huesca, Abiego de donde se seguía a Rodellar para pastar el ganado, en terrenos de los Marqueses de Torres de Montes y Barones de Siétamo, como lo condujo hace ya generaciones de Casa Almudévar, José Almudévar y Altabás; éste era natural de Barluenga, que se casó con Francisca Escabosa Azara, última mujer con el apellido Azara de Siétamo. Pero siguiendo la Vía Romana se subía a Sieso, Adahuesca y Teviño y Alquézar, al trazarse la carretera N-240, en lugar de subir a Alquézar por el Somontano, se subía a los distintos pueblos verticalmente desde dicha Carretera General.
Han pasado por la Vía Romana, la Iglesia, la Nobleza, por ejemplo con los Señores de Foces, los Castro, los Templarios, los Sanjuanistas y los pobres uno detrás de otros e el tiempo y en el caminar. En la Caseta de los Pobres o Lazareto de Siétamo, cuidaban su salud con los reducidos medios antiguos y lo mismo ocurría en el Hospital de Liesa, al lado de la Ermita de Santa María del Monte y en Ibieca, junto a los Sanjuanistas del Convento de Santa María de Foces y llegaban al lugar maravilloso de la Naturaleza, Alquézar, donde consolaban a aquellos pobres, no siempre de cuerpo, las figuras de Santa Nunila y Alodia.
Ya no queda en Siétamo la Caseta de los Pobres, pero todavía quedan hombres de color oscuro, que, sin pedir, obtienen su alimento en los basureros y van y vienen caminando,  caminando a Huesca capital. Pero no se acuerdan de los Lazaretos, ni de los Sanjuanistas ni de aquellos que amaban al prójimo como a sí mismos. Gracias a Vicen D`o Río, por haberme hecho recordar que la Caseta de los Pobres, era un Lazareto de San Lázaro. Pero lo necesario es que nos acordemos de los pobres, en estos tiempos en que ya debían de haber sido olvidados. 

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