En el mes de Agosto de 1978, en mi artículo “El ballet de los caballos”, antepuse el verso antiguo y bello, que así se expresa: “Ay, cuanto de dolor- Está presente - Al infante valiente,- a hombres y caballos – Juntamente”. El antiguo poeta vivió el dolor que pasaban, hombres y caballos, juntamente. Ahora, unas veces juntamente y otras separadamente, el Doctor Tordesillas, sufre los dolores de su caballo y los de sus clientes, pero no puede disimular el gozo que le produce, montar a su caballo, como escribo en mi artículo “El ballet de los Caballos”, en el que digo: “La compenetración entre dos seres vivos (caballo y caballero), para mí, constituye una amistad muchas veces superior a la que existe entre dos personas”. En la arena de la Plaza de Toros, el caballo con el caballero se unen para defenderse de las acometidas del toro bravo, que en un ballet trágico, puede provocarse una muerte, o del caballo, del caballero o del toro. Y digo: “Hasta el caballo tiene elegancia y coquetería, arqueando el cuello y la cola, con las crines trenzadas”.
Pero el Doctor Tordesillas no amaba el trato que le dan en su pueblo de origen, a saber Tordesillas, en la provincia de Valladolid, a un toro, que es sacrificado por el pueblo, porque respeta “El Juramento Hipocrático”. Este Juramento es un catecismo del ejercicio de la Medicina, que ha sido respetado por el Universo a través de cien generaciones En este Juramento, consideraba, ante todo, a su Maestro en el Arte y se comprometía a transmitirles las ordenanzas. Dice dicho Juramento: “Para el tratamiento me inspiraré en el bien de los enfermos, en lo que yo pueda y sepa, jamás en daño suyo ni con mala intención”. Y en el Capítulo 5, dice :”Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte”. Este Juramento de Hipócrates en favor del tratamiento amoroso a las personas, el Doctor Tordesillas lo extendía a los caballos, que con su nombre, forman con el hombre la unidad de “los caballeros”.
Hoy día “van desapareciendo nuestros compañeros de vivencia cósmica, es decir los caballos y ya podemos poner nuestras barbas a remojar”.
Pero el Doctor Tordesillas trabaja por la mañana en un gran Hospital y por la tarde en su más pequeña clínica y escasamente dispone de tiempo para convivir con su caballo, pero los días de fiesta, jinete en su caballo, va recorriendo el mundo, acompañado por sus amigos los caballeros y los caballos, por las cabañas y caminos, donde retorna a los viejos tiempos cósmicos, en que retorna a la felicidad.
Hoy he tenido la dicha de ver y conversar con el Doctor Don Carlos Tordesillas, en mi pueblo, Siétamo, en la entrada del huerto de mi abuelo, que constituyó un retorno hacia un pasado, donde era posible la convivencia, ¡de hombres y caballos ¡juntamente!.
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