miércoles, 4 de noviembre de 2020

Galería S’Art.-

 



El año de 1.971 Angel Sanagustín López unido con su esposa María Victoria Fons Gil, en el Coso Alto de Huesca, y en el lado  exacto,  al Sur del piso donde vivía con mis hermanos, mi padre Don Manuel Almudévar Casaus y mi abuela doña Agustina Lafarga Mériz, viuda de Don Ignacio López de Zamora Blasco,  abrieron las puertas de una nueva y atractiva sala de exposiciones, de Arte Moderno y de Tiempos Pasados. Al Norte del piso en que vivíamos se encuentra el Colegio de Santa Ana y mis hermanos y yo, gozábamos, escuchando la música, que de vez en cuando sonaba al otro lado de la pared, que separaba la iglesia de Santa Ana de la alcoba donde dormíamos mis hermanos y yo mismo. Aquella música unía las imágenes que se exhibían en la Galería S´Art, con las de Santa Ana, que formaba parte de la Visita que esta Santa hizo a la Santísima  Virgen María. Entre la Iglesia de Santa Ana y la Galería S’Art, estaba uno recordando las bellezas de los tiempos pasados.  

Mi amigo  Angel  San Agustín era un hombre artista, por su amor al Arte, que lo sentía en su corazón y yo  entraba a visitarlo, por  la    entrada paralela a la de mi domicilio en el entresuelo de la casa número sesenta y uno, del Coso Alto. Contemplaba su   Templo de las Artes, donde se encendía su espíritu en amor a la belleza y  te  hablaba  y parecía que quería transmitirte su amor a lo bello, que le llenaba el corazón de felicidad. Yo, que como acabo de expresar el contacto de felicidad, que me producía su enamorada  palabra, de  la  belleza  de  un  Gran Sillón, en aquella fecha de 1.971, no sabía que contestarle. ¿Cómo iba a contestarle al contemplar en aquel sillón alto y hermoso, la belleza que sentía yo al admirarlo y soñar en descansar en  él  y  contemplar toda su obra, expuesta en su particular Museo del Coso Alto ?.  Angel llevaba su corazón emocionado, que lo hacía estar enamorado de todo lo que era bello por sí mismo. En dichas miradas me llamaban la atención las dos torres de “ajedrez doradas”, que me producían la valoración del valor de la poesía.

En dicha Galería del Arte  de  Angel  San Agustín López, estaban presentes la pintura, la escultura, la poesía e incluso la fotografía. En ella se exhibían todos los placeres artísticos, que Angel Sanagustín, nacido en Tamarite de Litera en 1,927, le producían la felicidad de su espíritu. Hasta entonces era un “aclamado comerciante, que no tenía nada que ver hasta entonces con el Mundo del Arte”. En aquellos momentos el público no veía, de la misma forma “en él, que Angel fuera un apasionado y entusiasta del Arte, pero en el momento en que fundó la galería “y gracias a su larga trayectoria”, demostró su capacidad “para transmitir a sus espectadores y clientes lo que su arte pretendía expresar a través de sus obras”.

Con esta fe creó una sala de arte en Huesca en Galerías S’Art. En esta Galería, estaban unidas “la pintura, la escultura, la poesía, la fotografía, la ilustración y el diseño gráfico. Pero yo que dormía en el entresuelo del número sesenta y uno, escuchaba además el sonido musical del órgano de la iglesia de Santa Ana, que rendía “culto a la estética”, que se sentía fusionada por  la pintura, la escultura y la poesía de las artes que se contemplaban en las Galerías S´Art, que completaban una armonía entre la “convivencia y el ocio”.

Era  Angel  San Agustín un artista apasionado por el coleccionismo “ y la posibilidad de contemplar objetos y piezas únicas por las que sentía fascinación”. En la exposición “se intenta recordar a Angel con el sillón que se expone en la entrada, en el que todos se acuerdan de verlo sentado en la galería”. Este sillón renueva en los antiguos alumnos, el recuerdo de su amistad de “grandes dotes comunicativas y sociales….transmitía una sabiduría y una experiencia que persuadían aunque encandilaban y persuadían aun sin querer. Hoy basta con encontrarse con algún amigo suyo para recordar su temperamento amistoso, de personas que lo admiraban y que todavía lo recuerdan.

Me acuerdo de su personalidad, vecina de mi casa familiar, de la que guardo todavía grandes recuerdos de admiración y cariño. Por eso no he podido abstenerme de recordar su amistad.

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