martes, 10 de noviembre de 2020

Mi padre Manuel Almudévar Casaus, a su hijo de trece años.

 

  


Había yo cumplido trece años de edad en el monasterio de Escoriaza, en Guipuzcoa.

Se había muerto la madre de seis hermanos en Huesca y yo, unas veces llorando y otras lamentando su partida a otro mundo,  el director del colegio de San Viator, me echó en cara, que yo llorara la muerte de mi madre. Yo quedé con mi espíritu triste más amargado todavía que cuando yo solo, lloraba y no podía contener mis lágrimas.

Gracias al Señor, recibí en el antiguo convento de Escoriaza, una carta de mi padre, que con sus versos me consoló de la pérdida de mi madre.

Decía: ”Fondo de paisaje vasco- Paseo de los juniores- Entre ellos se encuentra Ignacio- Dios le haga de los mejores-

Bajo paternal mirada- del Hermano Director- unos descienden al Valle- otros trepan al alcor.

Muy viva conversación- De juegos y de deportes- quienes hablan del balón-Quienes nombran el remonte, Que si Chiquito o Ayala-El de Vergara o Atano-Son campeones de pala o campeones de mano.

Pero suena por los valles -El toque de la oración-Y el maesro y colegiales- Rezan con gran devoción- Dirigiendo el pensamiento- Cada cual a su región.

El alavés a Estíbaliz- A Vitoria y sus llanuras- El guipuzcuano a Aranzazú-Sus Valles y sus alturas- El vizcaíno hacia Begoña- Que nunca quiere olvidar- El navarro hacia Javier y San Miguel de Aralar- Y el aragonés a Huesca, San Lorenzo y el Pilar- Los jóvenes corazones- Elevan su ruego al cielo- Por sus queridas regiones.

Escoriaza, Mayo de 1.945.

Para consolarme a mí, se acuerda de los deportes de aquellas Regiones bravas, pero se dirigía con su palabra a mi niñez, pensando es su esposa Victoria Zamora.

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