Había yo cumplido trece años de edad en el monasterio de
Escoriaza, en Guipuzcoa.
Se había muerto la madre de seis hermanos en Huesca y yo,
unas veces llorando y otras lamentando su partida a otro mundo, el director del colegio de San Viator, me
echó en cara, que yo llorara la muerte de mi madre. Yo quedé con mi espíritu
triste más amargado todavía que cuando yo solo, lloraba y no podía contener mis
lágrimas.
Gracias al Señor, recibí en el antiguo convento de
Escoriaza, una carta de mi padre, que con sus versos me consoló de la pérdida
de mi madre.
Decía: ”Fondo de paisaje vasco- Paseo de los juniores- Entre
ellos se encuentra Ignacio- Dios le haga de los mejores-
Bajo paternal mirada- del Hermano Director- unos descienden
al Valle- otros trepan al alcor.
Muy viva conversación- De juegos y de deportes- quienes
hablan del balón-Quienes nombran el remonte, Que si Chiquito o Ayala-El de
Vergara o Atano-Son campeones de pala o campeones de mano.
Pero suena por los valles -El toque de la oración-Y el
maesro y colegiales- Rezan con gran devoción- Dirigiendo el pensamiento- Cada
cual a su región.
El alavés a Estíbaliz- A Vitoria y sus llanuras- El
guipuzcuano a Aranzazú-Sus Valles y sus alturas- El vizcaíno hacia Begoña- Que
nunca quiere olvidar- El navarro hacia Javier y San Miguel de Aralar- Y el
aragonés a Huesca, San Lorenzo y el Pilar- Los jóvenes corazones- Elevan su
ruego al cielo- Por sus queridas regiones.
Escoriaza, Mayo de 1.945.
Para consolarme a mí, se acuerda de los deportes de aquellas
Regiones bravas, pero se dirigía con su palabra a mi niñez, pensando es su
esposa Victoria Zamora.
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